Disidencias, divergencias y deserciones. ¿Debilidad o fortaleza del chavismo?

El hecho que existan puntos de vista divergentes e incluso disidentes entre las filas chavistas respecto al combate a la corrupción administrativa y el manejo cuartorepublicano de las instituciones del Estado venezolano no son señales de debilidad ni de traición como muchos gobernantes y dirigentes locales y regionales le hacen creer a sus seguidores. Lo que debiera hacerse es abrir espacios de discusión política donde se aborden, sin coacción alguna, los temas cruciales y de actualidad que permitan mantener y profundizar el avance del proyecto revolucionario bolivariano, conservando sus bases ideológicas esenciales y adoptando las tácticas con que enfrentar exitosamente la porfiada y desquiciada estrategia de desestabilización montada por la extrema derecha y sus mentores de Estados Unidos. Aquellos que simplemente se adhieren al gobierno chavista por el interés particular de obtener prebendas y dinero no podrán aceptar ni entender que los principios de la democracia participativa, consensual y protagónica sólo serán posibles mediante la concienciación, la organización, la movilización y la toma del poder por parte de los sectores populares, no sometiéndolos a caudillajes, tutelajes y directrices que las niegan y distorsionan, desconociendo su soberanía.
 
Obviamente, quien jamás se preocupó por adquirir una formación teórico-ideológica socialista revolucionaria, sin haber entendido, aunque fuera a medias, lo predicado por Carlos Marx, Federico Engels, Pierre Joseph Proudhon, Mijail Bakunin, Piotr Kropotkin, Vladimir Ilich Uliánov (Lenin), José Carlos Mariátegui, Rosa Luxemburgo, Antonio Gramsci, Ernesto Che Guevara o Fidel Castro Ruz, por citar -sin jactancia- algunos de los revolucionarios socialistas más representativos con sus respectivas proposiciones anticapitalistas y antiimperialistas, no tendrá ningún empacho en desdeñar la necesidad de una formación de conciencia revolucionaria; lo que no solo limita, o anula, la comprensión debida de su responsabilidad particular ante el momento histórico que vive Venezuela, sino que lo hace inclinarse por conservar intactas las viejas estructuras políticas, económicas, sociales y culturales del pasado, por lo que puede presentarse el escenario en que se alíe, de alguna manera, eventualmente, con grupos contrarrevolucionarios a fin de retener el poder alcanzado. Este poco interés por la formación teórico-ideológica no tendría un mayor impacto si no estuviera extendido a las bases del chavismo, las cuales son activadas en elecciones y momentos coyunturales en vez de fomentar entre ellas el debate plural y constructivo, crítico y autocrítico que en muchas ocasiones Hugo Chávez demandó que se hiciera, consciente de que esto permitiría iniciar y conseguir la transformación estructural del modelo de sociedad y del Estado, ambos calcados según la lógica y los intereses del sistema liberal capitalista. Está demás decir que dicha circunstancia propicia que se produzcan disidencias, divergencias y deserciones, muchas cuestionadas de ellas sin indagar ni profundizar en cuáles son sus causas; tildando de traidores y condenándolos al ostracismo político a quienes las protagonizan, en la confianza en que los sectores populares los terminarán por repudiar del todo.
 
No se podrá negar que la burguesía burocrática enquistada en posiciones clave de gobierno es, en gran medida, responsable de las quejas de una mayoría de venezolanos (chavistas o no) al hacerse evidente que su comportamiento resulta totalmente opuesto a la expectativa popular sobre cómo debe ser un socialista revolucionario y al notar cómo sus integrantes se creen que, por el simple hecho de ocupar el cargo que se le asignó, tienen el derecho de atropellar, de cualquier forma, al pueblo. Y, a pesar de no representar éstos una fracción mayoritaria del funcionariado gubernamental, tiene una influencia  en la vigencia del chavismo como propuesta de transformación revolucionaria que no puede desdeñarse, lo que obliga a replantearse cuáles son los fundamentos reales de tal propuesta y qué ha quedado en el camino de estos veinticinco años que aún se puede rescatar y lograr. Ya, como lo comprende el presidente Nicolás Maduro y la alta jerarquía del Partido Socialista Unido de Venezuela, es momento de revisar la Constitución de la República y ajustarla a las conquistas democráticas alcanzadas por el pueblo venezolano, además de hacer de ella la plataforma que garantice en todo momento el impulso de unos mayores niveles de soberanía y de democracia populares. En este nuevo escenario, con un imperialismo gringo beligerante que trata de reinventarse para asegurar su hegemonía universal y una derecha reaccionaria que no duda en recurrir a métodos delictivos para derrocar al gobierno, cabe el esfuerzo de prestar oídos a las voces de disidentes, divergentes y desertores que, sin hacerse prosélitos de la derecha (reaccionaria o no) bien pudieron tener alguna razón en sus exigencias y señalamientos; lo que podría contribuir a definir y a fortalecer el perfil, el propósito y las acciones de una revolución socialista de raíz bolivariana, hecha en Venezuela.
 
Así, cuando el presidente Nicolás Maduro convoca a venezolanas y venezolanos a debatir la propuesta de la reforma de la Constitución, igual que el plan de las 7 T, no debiera obstaculizarse la posibilidad de que en tal debate se presenten disidentes, divergentes y desertores (los que nunca dejaron a un lado su filiación revolucionaria, se entiende) y ayuden a elevar la conciencia de todos, en el entendido que cada uno de los participantes en tal debate, está convencido de los cambios revolucionarios que deben producirse y blindarse constitucionalmente; lo cual podría imposibilitar un escenario desafortunado similar al del referéndum constitucional de 2007 cuando muchos de los gobernantes actuales se cruzaron de brazos y no respaldaron activamente la propuesta del presidente Chávez y se podría afirmar que, en ese entonces, existía una polarización en que los sectores opositores (todos, en conjunto) rivalizaban con el chavismo. Muchas circunstancias han cambiado, pero eso no resta que, producto de la ceguera, el sectarismo y el triunfalismo político de la dirigencia chavista, algo así se repita, sumiendo al proceso revolucionario bolivariano en un estado de incertidumbres que solo la torpeza del imperialismo yanqui ayudaría a despejar, si se atreviera a hacer realidad sus frecuentes amenazas de agresión militar.


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Homar Garcés


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