Mesías de ayer y hoy

En torno al artículo de Eduardo Orta Hernández, reenviado por mi amigo Luis Zambrano, apreciado médico de nuestro estado Táchira -a su vez, leído, compartido y comentado-, creo que, referente al tema mesiánico expuesto, y sobre todo en el plano actual de batalla preelectoral, donde la derecha acostumbra afilar sus garras asesinas y tramposas, viene al caso advertir a todos los candidatos, en especial a los nuestros bolivarianos y chavistas -y también porqué no, a los lacayos de la derecha- que con el pueblo no se juega, que es paciente y sabe de largas esperas, recuerden el Caracazo y helo enseguida ahí pueblo valiente en su dolor mayor llorando a sus muertos, con su hambre ancestral  ante el neoliberalismo global desafiante: ¡ponga sus barbas en remojo!, y de seguido cómo olvidar medios mentirosos de comunicación en abril después del 11... ya saben ¡lo que pasó el 13!, nadie nos lo contó, todos los vivimos, hasta ustedes que nos odian cómo el comandante les perdonó, el que ríe de último ríe mejor; así que en este momento no estamos llamados a equivocarnos, y quienes a pulso, o en lista por listos, o  a dedo vayan a elegirse, ahora no nos chupamos ese dedo, quién haga planes de atornillarse al efímero poder de su curul, tiene que estar al servicio de un  heroico pueblo que no está dispuesto a aceptar más traiciones, conoce todo el prontuario delictual de la clase política traidora, Chávez, como ingeniero del alma, les abrió sus ojos, y al encomendar la misma tarea a Nicolás, que  nadie se equivoque...
 
 Está claro que ante el egocentrismo en la práctica recurrente de los ungidos al poder, todos coincidimos en que es un elemento detractor para la renovación de tantos liderazgos anacrónicos en cada circunscripción de quienes aspiren a gobernar obedeciendo bajo mandato del poder popular, lo tengan bien presente, y si no están en sintonía de los tiempos y la realpolitik, y aún todavía permanezcan bajo efluvios de monarquías absolutas hereditarias -pellizquense antes de que Cronos les devore dentro de su olímpica nube a fuer de que ni el mismo Zeus pueda redimirles-, de las que cuesta renunciar, quizá en parte bajo influjo de su raíz judeo-cristiana injertada, e impuesta a sangre y fuego a nuestros pueblos originarios del "nuevo continente", tras la invasión, conquista y colonización europea a fines del siglo XVI, bajo el dogma del que viene a salvarnos; desde que el primer hombre y su compañera Eva, desterrados del Jardín del Edén, y todos los sucesores nacidos en lo adelante por decreto y castigo divino; algo tan terrenal y tan divino a la vez, con imborrable huella de culpa y pecado per secula seculorum,  nebuloso asunto del que no se va a salvar ni el que vino a salvarnos...
 
Pese a tantas etapas superadas, e históricos logros en pro de las democracias y utopías soñadas, este mesianismo de prosapia eurocéntrica, no deja de reinventarse cada vez con el aura sempiterna con que pretende su consagración definitiva. En lo actual inmediato, Donald Trump y su Valkiria María Corina Machado Parisca, es un atisbo de tal designio o dienterrotismo, pérdidas casi todas las elecciones a las que concurre la derecha venezolana.
 
Desde lo aberrante que en caja de Pandora el poder político encierra, entre corifeos, favores recibidos y nepóticos vínculos, en obsecada veneración y sumiso tributo al orden imperante; en otro orden de ideas, debemos reconocer también que ayer como hoy, ondearon banderas libertarias, tentativas de rebeliones a lo largo y ancho de nuestra historia; enumerándolas, en discreto orden, desde esta tierra de gracia -bautizada con acierto por el mercenario Cristóbal Colón- destacamos las de Guaicaipuro y José Leonardo Chirinos; también en anteriores tiempos y con distintas intenciones están la gesta rebelde contra la corona española, emprendida por el Tirano Aguirre en nuestro propio país, e igualmente la del asturiano José Tomás Boves, que si bien contrario a la independencia y protagonista principal de la caída de la segunda República -irónicamente -como apunta Juan Uslar Pietri-, va ser factor fundamental para la erradicación de élites como la del mantuanaje criollo de la Capitanía General de Venezuela, que antes pretendió defender los intereses de Fernando VII a costa de los del mestizo pueblo venezolano;  desarrapados a quienes el Urogallo -como flautista de Hamelin- condujo hasta la batalla de Urica, para sin vuelta atrás, con o sin intención, incorporarlos a la lucha de clases, cuatro años antes del nacimiento del verdadero Judío Maravilloso Carlos Marx, a despecho de los fans de Larry Harlow, igual víctimas pandémicas del ladrón de carteras del capitalismo norteamericano y sus secuaces europeos.
 
Por aquellos mismos años, desde su perfil irreversible con que la historia le consagrará, nuestro Libertador Simón Bolívar (avant la lettre, en su mensaje al Congreso de Angostura en 1819), por afinidades pre-marxistas, marcará la senda de quienes aspiren a acceder al poder político y la majestad de la legislatura para mayor suma de felicidad a sus pueblos, en una inédita praxis que lave el nuevo rostro del poder y la gobernanza del nuevo mundo, ¡original! como debían ser también sus instituciones, presente la voz del maestro..., ¡inventamos o erramos¡ Ya no el ignominioso catálogo de reinas y de reyes, de  emperadores y Césares denunciados en su temprano juramento del Monte Sacro; y por supuesto difuminándose en esa misma línea, el más cercano de sus contemporáneos: Napoleón Bonaparte. 
 
Y el gran Bolívar en Santa Marta, como uno de los tres más connotados majaderos de la historia, "creyendo haber arado en el mar", desde la atalaya de su impronta libertaria -los mismos enemigos que abusaron de su credulidad...-, al creer a pie juntillas haberla borrado, entre las élites conservadoras aliadas de la doctrina Monroe con sus agentes Santander y Páez, y epígonos de la Santa Alianza, más pronto de lo calculado habrá de hacerse más visible que nunca: en la espada altivadel general Ezequiel Zamora, con el mismo pueblo engañado de siempre, que al grito de "Tierras y hombres libres", de nuevo va a marchar al fragor y temblor de oligarcas en la guerra federal del siglo XIX.
 
Sucesivamente, al pasó y avatares del siglo decimonónico, entre déspotas ilustrados como Guzmán en Venezuela, Sarmiento en Argentina junto a caudillos como Rosas; todo ello en su basto conjunto, con el arribo de la próxima centuria, dará paso a la presencia de distintos líderes políticos en nuestros países latinoamericanos, bajo seductoras ideologías liberales, a través de los últimos hombres de a caballo, como lo fueron Maisanta, Cipriano Castro y  Gómez; también se incorporan a esta lista Porfirio Díaz, y luego de la Revolución Mexicana, Lázaro Cárdenas; éste, bajo el espíritu de Villa y Zapata, con su gestión verdaderamente nacionalista a favor de las mayorías; engrosarán también ese line up..., la dinastía Duvalier en Haití y la de los Somoza en Nicaragua; Chapita Trujillo en Dominicana; Videla y Pinochet en el cono sur junto al colorado Alfredo Stroessner; todos éstos, obnubilados por la doctrina de La Escuela de las Américas como sus antecesores ante el monroismo, doctrina siempre antibolivariana.
 
En esa misma cadena de gobernantes y políticos que se suman, sea que en su gestión administrativa y a la conducción del destino de sus propios países, algunos en pretendida conformación de burguesías nacionales, con éxito o no, parte de ellos van a destacarse en nuestro continente (en abierta y franca tradición telúrica del caudillismo latinoamericano, reflejado en la emblemática figura de José Gaspar Rodríguez de Francia) por su liderazgo verdadero y respectivo apoyo de las masas popularmente desposeídas como los cabecitas negras de Perón, Fidel en Cuba, Velasco Alvarado y Pérez Jiménez, por considerar otro rostro distinto a ese mesianismo fatal en que indaga el referido artículo de Horta Hernández, lo cual se va a reflejar en la obra práctica de tales hombres, a pesar del tiempo transcurrido desde el pasado siglo, los gobiernos nacionalistas y  progresistas (lejos de los wokes "progres" con que mercadea la democracia occidental), todavía gozan de simpatías en la memoria colectiva de sus pueblos, habitantes urbanos, campesinos "analfabetas e indígenas que les apoyaron en su momento, que aunque los medios de comunicación social, EL GRAN HERMANO, no habían desarrollado el sol de hoy de generación en generación aún se recuerda la magna obra del general Marcos Pérez Jiménez; del coronel Juan Domingo Perón, conductor del desarrollo industrial argentino; del general Juan Francisco Velasco Alvarado, adalid de la Revolución Peruana de esos años; del testigo ejemplar traído por Hugo Chávez para nuestra presente revolución Bolivariana, a la que aspiramos depurar de todo mesianismo endémico.
 
Y es ante ello, hacia la refundación permanente de nuestra querida patria, amenazada y siempre en jaque de dividirnos para que no esté tranquilo en su sepulcro Simón, y para ser testigos de ver nacer al hombre nuevo aludido por Jesús, viviendo en plena libertad, porque como cantará Alí: ¡la patria es el hombre!, el mismo que pregonara con su ejemplo el Ché; y el mismo por el que las próximas generaciones habrán de tener presente en su conciencia, en las palabras del joven abogado Fidel Castro, tras el heroico asalto al cuartel Moncada, ante el alegórico retrato de José Martí justo en el centenario de su nacimiento, cuando en aquella sala del juzgado le condenaron a la prisión en la Isla de Pinos, aquel 16 de octubre de 1953,  y en su propia defensa exclamó: ¡La historia me absolverá!
 
 
f4775202@gmail.com


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