Recomenzaré este trabajo, digo esto porque antes lo creí terminado, con algo que dije ayer a un querido amigo y compadre, diciendo que pudiera parecer impertinente, hablar de "Revolución Socialista", es un absoluto contrasentido. La palabra "Revolución", asociada a un supuesto emerger, no sólo son ajenos sino algo artificial, un acomodo. La primera palabra indica estallido, violencia e inmediatez. La segunda, alude a un largo proceso de cambios, como aquellos dados dentro del feudalismo para llegar al capitalismo que, aparte de demandar tiempo, también está sujeto al aprendizaje de las masas, la incubación y nacimiento de una nueva cultura y esto es ajeno a un estallido, un chiscar de dedos o pronto y alocada decisión de quienes accedan control de los aparatos del Estado.
Por supuesto, si se juzga un largo y denso proceso de cambios como la revolución industrial, pudiera aceptarse la expresión, pero a manera de modismo, convencional, pero el tiempo no se atiene al sentido que se le da cuando se habla de revolución social o socialista, pues en ese caso juzgamos o asociamos a un pequeño cambio, como la toma del poder por una vanguardia, pese toda la buena fe que ella prive, a cambios sustantivos hacia la meta definida. Pues la rápida apropiación del Estado y de los medios de producción y la propiedad toda, en una especie de expropiación generalizada, no garantiza el cambio hacia el socialismo. Por los hechos históricos, esto que decimos, está comprobado.
Las propuestas de reformas hondas, por mucho aspaviento que acompañe su anuncio, nunca marcarán un cambio sustantivo, si se derivan de decisiones de una vanguardia y el Estado, con la ayuda de asesores. Los cambios sustantivos, de hecho, se dan, mediante la creatividad de la gente que, como tal los asume, mece en su cuna y defiende porque son sus criaturas. No se construye a partir de la nada, se transforma lo existente. Tampoco son pertinentes los trasplantes. "¿Lo de allá lo siembro aquí?".
¡Qué va!
La violencia o fuerza, un término muy relativo, que puede incluso asociarse a un movimiento no siempre brusco, hasta con cierta gentileza, como "tenga ñla bondad de salir", apenas es un ingrediente del cambio. Pensar que ella es lo determinante, sería como pretender hacer un sancocho sólo con fuego. Es la vieja idea que se enseña a leer y hasta escribir, cayéndole a golpes al aprendiz.
La palabra revolución, generalmente se le asocia a un acto violento, a la toma del poder mediante una fuerza dirigida por una vanguardia. Su objetivo inmediato, entonces, es la toma del poder. Algo así como un estallido, un acontecer repentino, con rapidez, pese en la lucha por ese propósito, en su preparación, se haya invertido tiempo. Es como una mera formalidad. Pero la toma del poder es un momento. Una cosa es la llegada al poder por la violencia o lo electoral y otra creer tener el control verdadero del Estado y la sociedad para cambiar el modelo de sociedad; es decir, considerar que lo demás no es nada.
La toma o ascenso al manejo del Estado, pudo haberla realizado un grupo motivado en una concepción del mundo, modelo y hasta un sueño. Sólo que, se ha vuelto tradicional, tal hazaña, bajo esa oferta celestial, la ha asumido la llamada izquierda. La que en veces, termina siendo ella capturada por el Estado, empujada por la inercia de este y llevada a hacer impertinencias, como conductor que en el camino pierde el control y choca contra todo lo que le venga de frente. La derecha, quizás por ser poco dada a soñar, muy pragmática y apegada a lo existente, pues es su caldo de cultivo, nada elástica y si rígida, no suele usar esa palabra. Cuando apela a la fuerza no la acompaña con poemas ni cánticos angelicales. Se limita a hablar de tomar el poder, dar un golpe y que cada quien "corra o se encarame". Que nadie se haga ilusiones o "sueñe con pajaritas preñadas". Tanto que lo malo hallado que afecte a las multitudes, se mantendrá y hasta se profundizará, culpando de ello "al gobierno anterior". Eso, lo existente, generalmente le satisface, sólo que las normas existentes hay que hacerlas más exigente y obligatorias . Las aspiraciones de quienes han promovido los golpes de Estado tradicionales, se limitan sustantivamente a tumbar el gobierno existente. Pese, pudieran, como lo hizo Betancourt, con el apoyo de Pérez Jiménez, llamar aquello de 1945, "Revolución de Octubre".
Por lo anterior, sucede lo que cualquier observador, nada prejuiciado o no empalagado de sentimientos, puede constatar, como que, la señora MCM y su seguidores, no exponen un programa y ni siquiera un discurso que ofrezca soluciones a los problemas de la multitud, como el salario. Se limitan sólo llamar a salir del gobierno, "la dictadura", al cual le atribuyen todo lo atinente a las dificultades que vivimos y pasan por alto circunstancias muy sustantivas. La emocionalidad, que llega hasta el odio mutuo, hace que gente, hasta muy inteligente, pase por alto esa deficiencia. En ellos pareciera prevalecer la idea que, quienes gobiernan, simplemente son unos malvados, desalmados, dedicados a hacer el mal y, saliendo de ellos, todo se arreglaría, hasta por su propia cuenta. Y por no estar en sus planes cambiar nada sustantivo, cuidan que su lenguaje no ofrezca de manera clara, nada que, por muchas razones, nunca llevarían a cabo.
Habitualmente se dice de "revolución", "cambio profundo, generalmente violento, en las estructuras políticas y socioeconómicas de una comunidad nacional". Y este concepto prevalece en mucha gente.
¿Pero cómo cambiar "profundamente las estructuras políticas y socioeconómicas de una comunidad nacional, violentamente", es decir con prontitud, usando casi exclusivamente el catalizador de la violencia y alcanzar el éxito o el propósito? Cuando hablo de esto pienso o recuerdo como en aquellas bodegas de mi juventud, maduraban cambur con carburo. Es decir, le agregaban un acelerador, un gesto violento, que llevaba con rapidez a un maduración falsa y por lo tanto el cambur se empelotaba o perdía su original sabor.
¿El cambio de modelo de sociedad no exige y al mismo tiempo genera nuevos valores culturales y hasta muy arraigados?¿Podría generarse por disposición de la vanguardia, de acuerdo a un modelo, por ella elaborado o tomado mecánicamente de otras experiencias? ¿El pueblo asume esos cambios, alcanza la capacidad, el suficiente aprendizaje para asumir sus responsabilidades hasta con satisfacción y entusiasmo, cuando todo proviene de un estallido y mandato? ¿La prontitud, velocidad de esas revoluciones, condiciones impuestas desde fuera por un mandato, que hablan de un cambio profundo, permiten que los valores culturales de la multitud cambien con la misma rapidez y por ella asuman esos cambios como suyos a satisfacción, a largo plazo?¿Esto no demanda tiempo, aprendizaje y hasta mejor creatividad de la multitud misma? ¿Si la multitud no asume los cambios, no los comparte, tampoco se corresponden estos con sus derechos, antecedentes culturales y deseos, no los disfruta, asume y reproduce, se puede hablar de éxito y meta alcanzada?
Por lo anterior, en verdad, esas llamadas "revoluciones", sólo han logrado la hazaña de asumir el gobierno de una sociedad capitalista que, para cambiarla, se demanda mucha creatividad, esfuerzo y tiempo. No es ni será un "ábrete sésamo". Pues, si la acción inicial, vanguardista, es triunfante, se llega al poder y se está en él, dentro de una sociedad donde las relaciones no cambian, no hay socialismo y tampoco revolución, en el usual sentido que, en la izquierda, se da a esa palabra y ni siquiera es verdad que se ejerce el poder, se actúa por inercia. Los cubanos, por ejemplo, llevan 60 años en eso y no han salido del capitalismo; uno que hicieron deprimente. Y algo peor, ese encunetamiento alargado, ha terminado por deterior la vida de la nación toda, empezando por los trabajadores de tres o cuatro generaciones y más los que quieren alejarse e irse en busca de otros destinos. ¿La vida de los cubanos de hoy se justifica sólo en las sanciones? ¿Es pertinente conformarse con el gesto, la buena fe y hasta sacrificio de los iniciadores, llenos de méritos y por esto seguir defendiendo la existente y hasta quienes dirigen dentro de la misma percepción? Por supuesto, esto que digo, no niega las acciones deleznables del enemigo; pero es que, en este asunto del cambio, también hay que tomar en cuenta a aquél y sus capacidades.
No obstante, es bueno recordar, como a partir del ascenso a la presidencia en la isla antillana de Raúl Castro, se optó por una reforma constitucional, destinada a favorecer lo que ellos llaman eufemísticamente "cuentapropismo", que no es otra cosa que abrirle espacio, darle derechos al capital privado, buscando la manera de producir reales cambios para contrarrestar la tendencia del submodelo prevaleciente a la ruindad eterna. Es decir, implementar políticas dentro de esa realidad, las de las sanciones y el estatismo; no quedarse sujetos al levantamiento de las mismas. Pocos días atrás, en Aporrea.Org, fue publicada una entrevista hecha a un cubano, sin duda partidario del socialismo o militante de la izquierda, quien relató como en su país reaparece, con fuerza, el capital privado. Hizo alusión a la tendencia marcada de dirigir las inversiones estatales en determinadas áreas, como el turismo, pues se sigue produciendo poco y dejando otras a ese capital privado que se acumula, como la importación de productos de consumo masivo, pero no mencionó la existencia de formaciones verdaderamente socialistas.
Uno se siente tentado a creer que, aunque las sanciones las levanten, la tendencia sería la misma, dado lo sustantivo está en el modelo, que no es socialismo sino capitalismo de Estado . China se percató que, el modelo estatista, era ineficiente, tramposo y empobrecedor, como lo fue en la Unión Soviética y dieron un cambio significativo, por encima de sanciones y aislamiento. Y conste, China, es necesario repetirlo hasta el cansancio, sigue siendo una sociedad capitalista con rasgos muy particulares. Pese lo definan al revés, el de "un socialismo con rasgos particulares". ¿Por qué China no puso énfasis en el socialismo?
Ahorita mismo, acabo de leer una noticia, según la cual 163 trabajadores chinos de una empresa de esa nacionalidad, que opera en Brasil, fueron rescatados de la condición de esclavitud. Los detalles pueden constatarse mediante el siguiente link : https://www.aporrea.org/internacionales/n399703.html#google_vignette
La transformación de la sociedad de capitalista a socialista, como lo fue el proceso de feudal a capitalista, requeriría mucho tiempo y paciencia, pues demanda cambio en las relaciones de producción y en el aspecto cultural; cambios que marchen parejos e influenciándose uno al otro. De modo que, la frase "revolución socialista", ha servido para generar la idea que la sola toma del poder por una vanguardia militante o determinada por las teorías del socialismo, es suficiente; por lo que soviéticos y cubanos, hasta llegaron a la audacia de poner esa definición en sus constituciones, dando origen a eso que, la jerga coloquial llamaría, "un sancocho de morrocoy con gallo", una falsa y desacreditada idea de un modelo que, en verdad, es un sueño para hacer la vida más justa y hasta salvar al planeta.
Y las vanguardias se han equivocado y seguirán equivocándose, hasta que logren entender dos cosas. Primero hay que partir de la realidad, de las circunstancias de cada espacio y la otra es que, ellas al frente del poder y disposición autoritaria, solo con su cultura, fuerza y deseos, no cambiarán el modelo social, pues el Estado, con su fuerza y cultura terminará, como ha terminado, agarrándole por las barbas. Pero, es bueno advertir, solo a modo de dejar a la creatividad y el "pensar hondo", espacio y derechos, que una cosa son los instrumentos y otra el uso que ellos se les dé.
Dije lo anterior, dado que comienza a extenderse, entre antes supuestos marxistas de "origen", a lo mejor solo de "oído", que las ideas de Marx, lo que comienza en la dialéctica y el materialismo histórico, perdió vigencia
Esas vanguardias, aun tomando el Estado, como ha sucedido, lo que pudieran hacer es impulsar a la población, a los trabajadores, a crear nuevas formas de relacionarse, de manera que constituyan respuestas y generen una nueva cultura, las comunas podrían ser espacios para ello. No es el Estado dando órdenes e imponiéndose y menos apropiándose del aparato productivo para despilfarrarlo; pues aquí es valedero decir que "zamuro no cuida carne" , lo que hace el dueño de esta. Eso que el Estado decida, por la fuerza, apoderarse de los bienes, para que algún día, cuando "la rana eche pelos", pasarla a propiedad de los trabajadores, es lo mismo que esperar que los capitalistas privados, llegado un momento, harían lo mismo. Cuba y China, supuestamente, llevan un cerro de años esperando ese momento que nunca llega. Aunque China asumió un modelo exitoso porque, pese el poder político del Estado y su participación como propietario de medios de producción, no impide suceda lo que arriba comentamos, acontecido en Brasil.
Esto implica que, los partidos definidos como revolucionarios y socialistas, estarían obligados a revisar su comportamiento y si se quiere estrategia y proceder, dentro de las comunidades y los trabajadores, como que sí lo pertinente es de difundir ideología y sueños o realizar tareas específicas en concordancia con lo que aspiran, como la manera de relacionarse las comunidades y trabajadores.
El hecho que Gramsci, haya usado la palabra hegemónico por dictadura, para darle al discurso un poco de humanismo, al referirse a un supuesto Estado de transición, cuando el Estado, según un plan, sustentado en la violencia se apodera del capital de los bienes, tampoco justifica nada; pues lo realmente sucedido es que se ha sustituido una dictadura, una forma de apropiación capitalista por otra, en esencia de la misma naturaleza. Pues los procesos de transición, así mecánicamente concebidos, pese los 88 años transcurridos después de la muerte del filósofo italiano, no se han concretado y el dogma del cambio por la fuerza, más que por la creatividad y la asociación, prevalece todavía.
Tampoco es cierto que, porque un gobierno o Estado, en un momento determinado, tenga malas relaciones y hasta choques con Estados Unidos, eso le convierte en socialista y ni siquiera en antiimperialista. Sería como darle a Hitler y a la Alemania de su tiempo, esos rasgos, por haberse enfrentado al resto mundo capitalista. O al revés, otorgarle esos méritos o calificativos, según convenga a EEUU. La lucha por la multipolaridad, no es antiimperialista, sino una, donde los capitales de distinta procedencia, buscan las formas de operar sin dificultades y en paz, sin estorbarse, pisarse las mangueras y, posiblemente pudiera brindarle a los mercados, consumidores, mejores posibilidades. Quizás hasta podríamos estar hablando de un volver, como idílico, a una verdadera libre y limpia competencia. Una nueva forma de repartirse los mercados y el dominio.