imón Rodríguez y Pedro Camejo son dos manifestaciones diversas y hasta contradictorias de nuestro género humano, uno el educador insigne, el otro un bravío guerrero sin mayor educación, un excluido de su tiempo. Pero no nos referimos a esos valiosos personajes de nuestra historia nacional sino a dos urbanizaciones de la ciudad de Caracas que llevan sus respectivos nombres. Al pie de nuestra montaña ambas urbanizaciones están cara a cara, frente a frente, basta cruzar una calle para pasar de una a la otra. Quizás signadas por sus nombres también se nos presentan como dos manifestaciones de proyectos de ciudad y de país, dos expresiones arquitectónicas y urbanísticas bien diferentes y hasta contradictorias en muchos aspectos.
La construcción de Pedro Camejo inició en 1951 a cargo del extinto Banco Obrero. Se proyectaron bajo el diseño de Carlos Raúl Villanueva y Carlos Celis Cepero cincuenta bloques casi todos de cuatro pisos con dos apartamentos amplios por piso, con vistosas y frescas escaleras exteriores rodeadas de extensos jardines que van descendiendo de nuestro Ávila al sur en formas de terrazas. Un total de 720 apartamentos se construyeron. En el seno de la urbanización se hicieron parques infantiles, un preescolar, ordenados estacionamientos, comercios y varios espacios comunales para todos los grupos etarios y el esparcimiento familiar, lo que era bastante adelantado para su tiempo y seguía las pautas de las naciones unidas para facilitar la vida social en complejos de viviendas. Se buscaba atender el problema de la vivienda para la clase obrera en una Caracas que comenzaba a crecer demográficamente a gran velocidad. Al igual que en la Ciudad Universitaria, los bloques fueron ubicados en direcciones que favorecen la luminosidad y las corrientes de aire, por lo que hoy cuando la crisis ambiental nos acecha siguen siendo viviendas bastante actuales por ecológicas. No faltaron tampoco las bellas artes que tanto humanizan dignamente nuestros espacios. Mateo Manaure y Carlos González Bogen diseñaron obras para la urbanización y el mobiliario para los apartamentos.
Pedro Camejo da por su lado oeste con San Bernardino, pero como suele pasar en nuestra Caracas, un acceso vial a la Cota Mil (Avenida Boyacá) hace muy difícil transitar entre ambas urbanizaciones. Así sus diferencias sociales, San Bernardino no fue creado para la clase obrera sino más bien para los gerentes empresariales, quedan aún más marcadas por el abismo de cemento que les sirve de frontera para beneficiar a los carros de un país con gasolina barata. Más allá de las distinciones sociales y de la selva de cemento que por doquiera fractura nuestra vida citadina, Pedro Camejo resulta contemporánea de otras urbanizaciones caraqueñas de poca densidad poblacional y bastante proclives para el encuentro comunitario, como por ejemplo Los Caobos, Las Acacias, Los Chaguaramos, Santa Mónica, Valle Arriba o la Simón Bolívar de Catia. Todas urbanizaciones de fácil recuperación. Por el este da con Simón Rodríguez, cuyos superbloques fueron iniciados hacia finales de 1952 cuando ya estaba concluida gran parte de Pedro Camejo. Se puede decir que en el transcurso de apenas un año cambió el concepto de la vivienda para la clase obrera, un cambio que va de la baja y mediana densidad demográfica, con muchos espacios comunales, a un concepto de mayor concentración poblacional y con espacios comunales relativamente menores, se pasó de las recomendaciones la ONU-Habitat a los grandes edificios cuadriculados de Le Corbusier. También en lo político hubo transformaciones. En 1952 ya Pérez Jiménez se ha establecido sólidamente en el poder y comienza a impulsar su nuevo ideal nacional de corte positivista y desarrollista. Seguirá en esos años la concentración industrial en Caracas y las migraciones del interior del país a la capital se incrementan junto con inmigrantes de otras latitudes.
La construcción de la primera etapa de Simón Rodríguez concluye en 1957. La segunda parte no inicia, la dictadura cae y la nueva administración no continúa las obras. Los terrenos para esta segunda etapa terminan siendo invadidos y se forma allí el Barrio de Pinto Salinas. Carlos Raúl Villanueva, siempre experimentando con distintos modelos, desarrolla el diseño junto con José Manuel Mijares. Ocho gigantescos bloques de quince pisos y 1380 apartamentos componen el complejo. Debido al tamaño se crearon preescolares, guardería, una escuela, locales comerciales, mercado, cine, áreas verdes, largos estacionamientos y una iglesia. En apenas esas ocho edificaciones Simón Rodríguez casi duplica en viviendas a los cincuenta pequeños bloques de Pedro Camejo. Contemporánea más bien de urbanizaciones como el 23 de enero (2 de diciembre para Pérez Jiménez) o Propatria, Simón Rodríguez responde a un concepto de viviendas masivas que años después se reproducirá en Parque Central si bien para una clientela más de clase media profesional.
Frente a frente, separados por una pequeña calle, Pedro Camejo y Simón Rodríguez son dos conceptos sociológicos de país muy distintos. Uno, el que pudo ser y no fue, el de Pedro Camejo, se vincula con una ciudad más comunitaria y de mediana escala, nunca una metrópolis, con un país con mayores equilibrios demográficos, descentrado y probablemente por ello descentralizado, con otras ciudades prósperas que surgirían como "siembra de la renta petrolera". Con separación de clases sociales pero con un tratamiento digno para el sector obrero. Pedro Camejo pareciera pertenecer más a la Venezuela de los años treinta e inicios de los cuarenta del siglo pasado que a los cincuenta de los megaproyectos perezjimenistas. En este sentido, puede decirse que es gratamente anacrónico. En cambio Simón Rodríguez proyecta una gran ciudad, muy poblada, con miles y miles de trabajadores concentrados entre la construcción y un sector industrial en los márgenes de la capital cuando no en el centro de la misma. Simón Rodríguez pertenece a un tiempo de concentración de la riqueza en nuestra ciudad, concordante con la centralización política y económica, concentración y centralización que afectará al despoblamiento del resto de nuestra amplia tierra venezolana. Nos recuerda a otros casos como aquellas grandes edificaciones que fueron nuestros cines construidos a inicios de la década de los cincuenta, como por ejemplo el magnífico Cine "La Castellana" que apenas duró poco más de un cuarto de siglo o el Cine "Lido" con más o menos el mismo tiempo de vida, edificaciones magníficas que por el incremento de la renta de la tierra derivada de la concentración señalada fueron derribadas para construir sendos Centros Comerciales con centenares de comercios y decenas de microsalas cinematográficas. Como escribió Cabrujas, Caracas podría explicarse haciendo una arqueología de la demolición. También el país ha sido demolido más de una vez, aunque por otras razones. Demoliciones que debilitan las querencias e identidades de las viejas generaciones y hacen aún más de nuestra tierra una tierra de inquilinos en el sentido de aquellos que están más de paso que para quedarse. Reivindiquemos el contacto y la calidez humana que emerge de proyectos como Pedro Camejo, tratemos de recuperarlos y de multiplicarlos. La vida es en gran medida un compartir.