Hoy se cumplen 88 años del fallecimiento de Antonio Gramsci (1891-1937). Originario de Cerdeña, Italia. Considerado un agudo intelectual y uno de los grandes pensadores marxista occidentales del siglo 20. Político, revolucionario, filósofo, periodista y escritor. Tomando como insumo la realidad nacional y la filosofía de la praxis, su aporte teórico lo desarrolló a partir del pensamiento Carlos Marx. Formuló varias categorías conceptuales como herramientas metodológicas de análisis político y social. Entre las más importantes tenemos la del Bloque Histórico y Hegemonía.
Fundador del PCI y teniendo inmunidad parlamentaria, como diputado, fue detenido por el régimen fascista y dictatorial de Benito Mussolini en noviembre de 1926. Estuvo 10 años en prisión y 6 días después que logro su libertad, un día como hoy 27 de abril, falleció a los 46 años producto de su grave condición de salud. Como resultado de la censura carcelaria escribió de manera lacónica su obra fundamental denominada Cuadernos de la Cárcel, traducida y editada en español, por el Instituto Gramsci, en 6 tomos, en el año 1981.
Ahora bien, después de ese breve sumario biográfico, me propongo publicar este ensayo en conmemoración de un nuevo aniversario de su muerte. Su narrativa está vinculada a la idea de los sectores de la izquierda de implantar un nuevo bloque histórico en la sociedad. En esa dirección algunos allegados me han solicitado que analice la viabilidad y dificultades de un nuevo bloque histórico en Venezuela en el momento actual.
Antes de iniciar el desarrollo del tema requerido me veo obligado a recordar también el aniversario de dos grandes pensadores del marxismo mundial, el 22 de abril de este año, se celebraron los 155 años del nacimiento de Vladimir Lenin, líder y fundador de la Unión Repúblicas socialistas soviética-URSS y el 5 de mayo, se cumplen 207 años del nacimiento de Carlos Marx, Padre de la teoría del socialismo.
Retomando el tema principal de este ensayo debo expresar que para Gramsci, (1934), “La estructura y las superestructuras forman un bloque histórico.” (Vol. 3, p. 211). En otras palabras, en una formación económico-social determinada se produce siempre una relación dialéctica entre ambos planos y, por tanto, entre esos dos componentes “(…) existe un vínculo necesario y vital” (Vol. 4, pág. 202).
Aunque en la discusión política de los sectores de la izquierda venezolana, con o sin matices, reformistas o revolucionarias, esa materia está en discusión en unos y no es considerada por otros. Cabe destacar, que el contenido del bloque histórico algunas veces se ha utilizado de manera propagandística, otras en forma demagógica, confusa y hasta equivocada. En este nuevo aniversario de la muerte de Antonio Gramsci, me parece oportuno publicar mis criterios sobre la materia en cuestión, mediante la exposición que a continuación expongo.
Desde luego, de lo planteado se puede sustraer que, en las discusiones políticas e ideológicas de la izquierda venezolana en los últimos años, mucho se ha comentado sobre la necesidad de implantar un nuevo Bloque Histórico. La tesis de instaurar una nueva estructura y superestructura económica y social que se identifiquen con esa estrategia, no se decreta, ni será obra de trasplantes mecánicos. Su alcance será producto en el tiempo de un nuevo proceso de acumulación de fuerzas y de la ampliación y desarrollo de todo un abanico de organizaciones sociales, que le otorguen la aquiescencia (consentimiento) a ese fin estratégico.
De igual manera, como Venezuela hoy no cuenta con una robusta infraestructura científica ni tecnológica que garanticen la autosuficiencia en la producción manufacturera de bienes de consumo y servicios, complica su instauración, además:
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No ha podido superar la crisis inducida, que se originó a partir del Decreto Ejecutivo de Obama, quien declaró a Venezuela como una “amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional y la política exterior de los Estados Unidos de América”. (Orden Ejecutiva 13692, 2015).
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Sigue siendo un país rentista, dependiente y subdesarrollado para utilizar categorías de los recordados economistas como Maza Zabala, Héctor Malavé Mata, Armando Córdova, Héctor Silva Michelena, entre otros.
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Tiene un desequilibrio en los indicadores económicos.
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Terminó el 2024 con un déficit fiscal del 13 % del Producto interno Bruto PIB.
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Pesa sobre su economía una deuda externa de 170 mil millones de dólares.
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Sus habitantes, la mayoría, soportan una inflación elevada y unos ingresos, (salarios más bonos) muy bajos en relación con la canasta alimentaria familiar.
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Transita por un crecimiento económico movedizo, que avanza y retrocede en correspondencia con los efectos del bloqueo y las sanciones a que ha sido sometida en los últimos años.
En todo caso el establecimiento de un nuevo bloque histórico por la vía parlamentaria y democrática puede ser posible a largo plazo si se producen tres hechos fundamentales: 1) una relación de fuerzas nacional superior a quienes rechazan ese objetivo; 2) una correlación de fuerzas a nivel internacional (un nuevo orden mundial) mayoritario que no conspire contra esa estrategia, supere el “orden basado en reglas” impuesto por los centros de poder económicos y financieros y respete la autodeterminación de los pueblos; 3) una supresión del bloqueo económico y financiero al que está sometido el país. De allí que, al no cumplirse las tres condiciones mencionadas habrá que diferir esa estrategia política para otro momento que pueda garantizar su éxito.
Como resultado lógico, en el momento actual considero que no están dadas las condiciones objetivas ni subjetivas para su fundación. En el caso específico concreto de la sociedad venezolana el enfoque de sustituir el bloque histórico capitalista por uno socialista, desde mi óptica y tomando en cuenta la realidad nacional, seguirá siendo una necesidad política más allá del momento actual.
En consecuencia, desde la perspectiva de Antonio Gramsci es indispensable, “comprender la relación reciproca que existe entre estructura y superestructura y precisar la reciprocidad que existe entre hegemonía y bloque histórico.” (Mezones C.E.,1991, p.75). cualquier práctica política por la vía pacífica y democrática que desconozca esos dos elementos tiende a no tener éxito.
A causa de lo que se ha comentado se debe internalizar que “el bloque histórico solo existe cuando la hegemonía de la clase dominante convierte sus intereses sociales e históricos en intereses de las clases dominadas (…),” (Mezones C.E., p. 75). Por consiguiente, cuando por la vía democrática falla el consenso social, la viabilidad en el tiempo de esa estrategia política presentará muchos obstáculos y dificultades para su concreción.
Cierto es que los factores objetivos y subjetivos más importantes para ese salto no han madurado en la sociedad venezolana. La relación de fuerzas nacional y la correlación de fuerzas internacional, en la fase actual, no son favorables para el logro de ese objetivo. Como tampoco se ha internalizado que para ello es fundamental: primero, comprender la identidad dialéctica o reciprocidad de ambos planos (estructura y superestructura) y, segundo, es una necesidad política descodificar la relación que existe entre bloque histórico y hegemonía y entre Dirección-Dominación, o lo que es lo mismo coerción-consenso, como componentes de la hegemonía.
Tales categorías desde el punto de vista metodológico ayudan a desentrañar no solo la realidad histórica-concreta a nivel internacional y la realidad especifica-concreta nacional y contribuyen a descifrar las posibilidades o no del anclaje de un nuevo bloque histórico en la sociedad actual venezolana.
Con referencia a lo anterior, la construcción de esta reflexión no limita este análisis solo a las categorías señaladas, va más allá de ellas con el objeto de apropiarse del dato político y social que permita acercarse a la realidad nacional. Al mismo tiempo me han permitido desde mi perspectiva y visión política reconocer que cuando se nos vende la idea “estamos construyendo el socialismo”, se puede afirmar que ese slogan es la síntesis de un discurso más ideológico, propagandístico y pragmático, es una fraseología construida para contrarrestar el discurso del oponente y para intentar mantener el consenso únicamente entre los adherentes, y no del conjunto social. Se utiliza la ideología para ocultar la realidad, tal cual como es utilizada por la fe religiosa.
Esa construcción retorica requiere ser sincerada, profundizada en las perspectivas y posibilidades de su concreción y revisada en relación con la viabilidad y factibilidad de materializar ese proyecto político en el momento actual, en el mediano y en el largo plazo. Así mismo, exige repensarla una y otra vez y reexaminar si la realidad nacional le otorga consenso a esa proposición. Si el desarrollo de las fuerzas productivas nacionales está en condiciones de dar ese salto y si tiene el consenso necesario que exige la vía pacífica y democrática para hacerla realidad. Ello confirma el célebre apotegma de Lenin, (1902) que declara: “Sin teoría revolucionaria tampoco puede haber movimiento {practica} revolucionario” (p.137).
Con la experiencia de la derrota del socialismo en Europa; la caída del bloque soviético; el socialismo de mercado chino; la imposibilidad de reimplantar el socialismo en Rusia, como lo afirmará el Presidente Putin en diciembre del 2018 https://actualidad.rt.com/actualidad/299624-putin-rusia-desarrollarse-socializacion-no-socialismo; el estancamiento y retroceso del socialismo cubano; el fortalecimiento de la derecha a nivel mundial; podemos considerar que la constitución de un nuevo bloque histórico socialista en el país sigue y seguirá siendo una utopía, una intención inalcanzable en el septenio 2025-2031. Gobernar es distinto que luchar por alcanzar el gobierno. Pero como utopía al fin, en política siempre habrá quienes se tracen ese rumbo y ese proyecto.
Reflexionar sobre un nuevo bloque histórico requiere, tal vez, ir más allá del pensamiento de Marx, Lenin y Gramsci. Apartar a un lado el pensamiento religioso de la izquierda, en términos de dogmatismo, filantrópismo, igualitarismo, solidaridad y progresismo, que en las últimas décadas han contaminado el discurso de la izquierda latinoamericana es una necesidad es una exigencia que no se debe retardar. Además, no hay que olvidar que cada país siente, piensa y actúa de conformidad con sus intereses nacionales y solo actúa a favor de otros pensando siempre en sus intereses nacionales.
En otros términos, siguiendo con el pensamiento de Gramsci, un nuevo bloque histórico aparece cuando la hegemonía de la clase dominante convierte sus intereses sociales e históricos en intereses de la mayoría aplastante de la población, cuando se alcanza el consenso social y sus depositarios se alinean en ese itinerario. Sin embargo, la posibilidad un hacer realidad un nuevo bloque histórico, en momentos de un supuesto o aparente proceso político de cambio, puede permanecer estacionario y congelarse cuando: “(…) lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer (…)” Gramsci A., 1930, vol. 2, p.37). Esa posibilidad de cambio de rumbo quedó truncada en el periodo de mayor consentimiento político de la gobernanza de Chávez y con su muerte automáticamente lo viejo se restauró y permanece vigente hasta nuestros días.
Cabe resaltar que esos cambios son lentos producto del proceso gradual en su transición y solo pueden conocerse y concretarse en su desarrollo histórico cuando se cumplen con una serie de condiciones necesarias para su cristalización. Lo cierto es que la clase que debería otorgar el consenso para construir ese nuevo bloque histórico en Venezuela esta relegada a un segundo plano y, así mismo, el sujeto histórico que puede atender ese posible parto y dirigir esa transición no ha alcanzado el nivel ideológico, ni de conciencia social que le permita empujar con éxito ese proceso de transformación.
En nuestro país se mantiene intacta la estructura económica capitalista y, por supuesto, la superestructura de la sociedad responde a la economía capitalista y rentista. Por tanto, el Capital y su clase hegemónica hacen valer su dominación e irradian su propia ideología y el Estado nacional la refuerza con sus políticas clientelares y reformistas a través del gobierno. De allí que el bloque histórico vigente sigue teniendo el rostro que el capital le ha dibujado.
Se observa que cada día se reproduce en el venezolano la práctica social capitalista. El venezolano común ha retrocedido en su pensamiento político. La mayoría ha reducido su credibilidad y confianza en los gobernantes, en los políticos. El rechazo a la implantación de un nuevo bloque histórico y una nueva hegemonía, es incuestionable y notorio en los empleados del sector público, en la propia nomenclatura, (entendida como sistema de nombramiento de los altos cargos en un gobierno determinado), en los obreros de fábricas, en los barrios, en las urbanizaciones, en la ciudad y en el campo.
El consenso de años anteriores está en su mínima expresión. La repolitización es una tarea urgente si se quiere pensar en la instauración de un nuevo bloque histórico en la sociedad venezolana. Aunque el disentimiento no será permanente, pero es lo que se percibe en la coyuntura actual.
Al perder el consenso el gobierno actual ha recurrido, como lo haría cualquier otro Estado, al aparato de coerción, que no solo es una definición leniniana, sino que de acuerdo con Gramsci, (1934) es el que “asegura ´legalmente´ la disciplina de aquellos grupos que no ´consienten´ ni activa ni pasivamente, pero que está constituido por toda la sociedad en previsión de los momentos de crisis en el mando y en la dirección en que el consenso espontaneo viene a faltar.” pág.357). En efecto, la pérdida del consenso se convierte en una debilidad que es aprovechada por el adversario para intentar derrocar al partido y al mandatario que en un momento determinado detenta el Gobierno. Esa es la lógica de la práctica política y de la lucha ideológica.
Así pues, se gobierna, pero no se tiene la hegemonía, solo se tiene el aparato coercitivo. Un gobierno sin hegemonía es frágil a cualquier incursión del adversario. Por esas razones, en el momento actual es una prioridad y es imprescindible retomar el camino, re politizar a la población y comenzar construir nuevamente la hegemonía para poder avanzar, a paso seguro, hacia un Estado que garantice que la distribución de la riqueza favorezca a los más vulnerables y a la sociedad en su conjunto.
Por supuesto, conquistar la hegemonía, en otros términos, el rescate del consenso, debe estar en el orden del día en los próximos años y hoy más que nunca aparece como una necesidad política. La oposición perdió el consenso en 1998 y su torpeza le permitió a la izquierda venezolana, con matices, gobernar hasta el momento actual.
En fin, hoy la realidad política y económica es distinta a los dos últimos gobiernos de Chávez. El nuevo periodo de gobierno (2025-2031) que transitamos no será fácil. Desde esa perspectiva, las actividades para retomar la hegemonía deben extenderse más allá del denominado poder popular, hoy debilitado y apéndice de la sociedad política. Solo con dominar (Coacción) no basta, se debe estimular y facilitar, no decretar, la creación de un conjunto de organizaciones públicas y privadas, apuntalar la sociedad civil en términos gramsciano, en la búsqueda del consenso necesario para rescatar, fortalecer y ampliar la hegemonía. De lo contrario, sin hegemonía la estabilidad del proceso político que vivimos será cada día más frágil, gelatinoso y todo se puede derrumbar.
Gramsci A. (1934) Cuadernos de la cárcel. tomo 4. México D.F.: Edición Crítica del Instituto Gramsci a cargo de Valentino Guerratana, tomos 2, 3, 4.
Lenin V. (1902). ¿Qué hacer? Moscú: Editorial Progreso.
Mezones C.E. (1991) Cultura y sociedad civil en Gramsci. Los Teques: Ediciones Ateneo de Los Teques.