El Fundamentalismo ideológico es un fenómeno que reduce la política en una lucha entre el bien y el mal, esta mentalidad no solo distorsiona la percepción de los conflictos, sino que alimenta la confrontación, militarización y las guerras perpetuas bajo una ilusión de imponer una paz que nunca llegará
Un filósofo llamado Kennet Waltz señalo que las democracias en países de continente americano (Estados Unidos y la Unión Europea) se autoproclaman “buenas” por su naturaleza demonizando nuevas alternativas de gobierno como es el caso de Cuba, Nicaragua y Venezuela, esta acción es simplista, pero es muy peligrosa justifica intervenciones militares bajo pretexto de “exportar democracia”, ignorando la historia de esas naciones y los desastres generados por cruzadas ideológicas de fundamentalistas.
Estos fundamentalistas se nutren de la necesidad humana de pertenencia, exacerbando la división entre “nosotros” (los virtuosos) y “ellos” (los malvados), en una crisis, cualquier intento de entender al “otro” se interpreta como traición, lo que impide el ejercicio de la diplomacia por lo que, profundizan las hostilidades entre los pueblos.
Actualmente, el sistema internacional imperante es anárquico por eso requieren de estrategias de seguridad basadas en la prudencia y el equilibrio, sin embargo, los fundamentalistas ideológicos han llevado a adoptar posturas arrogantes, sus armas “defienden” mientras que la de los adversarios son “amenazas”, una doble moral que impide reconocer la expansión militar como por ejemplo, la OTAN que genera inseguridad para Moscú aumentando una confrontación que hasta hoy en día sigue en la agenda internacional.
Otro pensandor, Kennan advirtió en la década de los años 80 sobre el peligro de demonizar al adversario, por hoy insisten en hacerlo contra Rusia, China, Corea del Norte, Cuba, Nicaragua y Venezuela mientras quienes hacen estos señalamientos actúan como si sus acciones no tienen consecuencias, como el supuesto “mundo libre” y se apropian del derecho al imponer un orden sin considerar las reacciones de los demás. La historia ha demostrado que este tipo de ceguera conduce a graves crisis, como el susto nuclear en 1983 pero, las lecciones no han sido aprendidas.
En este orden de ideas, surgen otro concepto neolengua utilizada para enmascarar intereses geopolíticos bajo un velo de moral, por ejemplo, las invasiones son “intervenciones humanitarias”: la subversión “promoción de la democracia”; expansión militar “integración” este lenguaje muy calculado no solo engaña a los pueblos, sino que anula el pensamiento crítico, convirtiendo la política exterior en un dogma incuestionable.
La Cumbre de la Paz, por ejemplo, que se celebro hace poco sobre Ucrania y excluyó a Rusia promovió abiertamente la fragmentación del bloque europeo, ¿Por qué? Porque no se puede hablar de paz desconociendo al otro, esto es hipocresía y para los fundamentalistas ideológicos la paz solo existe cuando el enemigo se rinde.
Por lo que, existe un abandono de la razón y es un error intelectual, una amenaza existencial rechazar el análisis objetivo, sustituyendo consignas y deshumanizando al adversario, socavando posibilidad de diplomacia y aumentando riesgos de conflictos.
Por ende, Estados Unidos debe abandonar la arrogancia de creer que sus valores justifican dominio global y que la diplomacia idealista genera fanatismo divide el mundo entre buenos y malos queriendo crear hegemonía esto se combate con equilibrio, dialogo y reconocimiento.
Ningún Estado siendo esté democrático o no, tiene el monopolio de la virtud.
Si no recuperamos la razón, el fundamentalismo ideológico nos condenará a una guerra perpetua, disfrazada de paz.