La crisis económica mundial que está madurando desde marzo de 2007 ha llegado al corazón del sistema financiero del planeta. Lo que empezó como un estallido de la burbuja inmobiliaria ha sufrido una metástasis que cada vez se extiende a más sectores de la economía mundial.
El centro de la crisis está en Estados Unidos, la economía más grande del mundo entra en terapia intensiva a pesar de que lo han querido ocultar durante todo este tiempo. Tanto es así que recién el 22 de septiembre de 2008 Bush reconoció que está presente el riesgo de una recesión de gran alcance. Y, aunque él no lo diga, existe la posibilidad cierta de que arrasta a todos los países del mundo. Por supuesto, esto sucederá de diferentes maneras y los efectos serán en proporciones distintas, pero no hay país que pueda escapar a las consecuencias de esta crisis.
Un salto en la crisis crónica que se convierte en aguda
Desde fines de los 60’, mediados de los 70’, las crisis financieras y económicas se han venido reproduciendo a un ritmo de tres, cuatro, cinco años. La economía mundial ha vivido en una crisis crónica con recuperaciones cada vez más cortas y crisis cada vez más profundas y duraderas.
Esto no fue superado ni por la caída de la ex URSS y los regimenes estalinistas de Europa del Este ni por el proceso de restauración capitalista en China. La contraofensiva imperialista en todos los terrenos: ideológica, económica y militar contra el conjunto del mundo que desató con la caída del estalinismo, el discurso del fin de la historia, las invasiones y agresiones militares localizadas y desarrolladas con método genocidas, el neoliberalismo económico, no fueron suficientes para detener ese curso de crisis crónicas frente a la reacción de las masas. Los modelos que supuestamente había que copiar provocaron, entre otras, la crisis de la deuda del 82, el efecto tequila del 95, la caída de los tigres asiáticos en el 98, la recesión japonesa por más de 10 años, las crisis inmobiliarias en el lejano oriente, y otras más recientes, como el estallido de la burbuja punto com en el 2003 como se llaman las acciones de las empresas de informática. Luego de fracasar el discurso de la estabilidad y el desarrollo pacifico y sin límite del imperialismo, se empezó a construir el mito de que Estados Unidos y China se habían convertido en las locomotoras de la economía mundial. Afortunadamente, la crisis que estamos atravesando esta dando al traste también con ese discurso.
No es una crisis más
Después de sostener por meses que la economía estadounidense aterrizaría suavemente todos los especialistas hoy coinciden, frente a los hechos consumados, que este tipo de crisis se da una vez por siglo.
El reconocimiento, por parte del Gobierno de Bush, de la inminencia de un proceso recesivo en curso si no se aprueba por parte del Congreso norteamericano el mega salvataje para los bancos y aseguradoras, no tuerce la certeza de que esos 700.000 millones de dólares irán a parar a un barril sin fondo.
No aparece una nueva burbuja, que actúe como palanca especulativa salvadora, para remplazar a la de las hipotecas que estalló el año pasado y que desembocó en esta hecatombe.
Para recuperar el nivel de inversiones y el funcionamiento de las bolsas y los bancos, el imperialismo intentará empujar a los sectores más humildes del todo el globo a hacer un esfuerzo supremo. El previsible fracaso del salvataje de los principales bancos mundiales anuncia la posibilidad del colapso de todo el sistema financiero internacional. La recesión, por una brusca reducción del consumo en Estado Unidos y en el conjunto de los países imperialistas y el mundo todo, hace necesaria, desde la lógica capitalista, una destrucción de capital y de fuerzas productivas de una magnitud enorme para que el sistema encuentre un piso desde el cual rebotar. Si como señaló Trotsky, parafraseando a Marx, todas las crisis son, en si mismas, una catástrofe, esta lo es particularmente.
Ni siquiera la “llamada locomotora China”, podrá arrastrar sola a la economía mundial. Y si lo intenta lo más probable es que se vea abatida por el peso del derrumbe de la economía norteamericana. Fundamentalmente porque la economía mundial es una sola y los niveles de interdependencia son altísimos.
Si en algo tienen razón los economistas burgueses que analizan el fenómeno es que esta crisis es histórica. Porque, por más grande que sea la inversión que realicen los bancos centrales de los países imperialistas, por más que intenten socializar las pérdidas y hacerles pagar la crisis a las masas de sus países y el mundo, se encontrarán con una resistencia feroz que ya no tiene los chalecos políticos del pasado. La profundidad de la crisis, la respuesta del movimiento de masas al nivel de miseria que los capitalistas consideran necesario llevarlas, hará que esta sea más profunda, que se prolongue mucho más en el tiempo y que sus recuperaciones episódicas sean cada vez más cortas y más aparentes que reales. Hemos entrado en un periodo de convulsiones y terremotos sociales, económicos y políticos que superarán la fuerza de los últimos huracanes del caribe. Y esto es así porque lo que ha colapsado es la esencia misma de esta etapa del desarrollo capitalista, la etapa imperialista, la etapa donde domina el capital financiero.
El preludio de esta crisis fue la derrota del neoliberalismo expresada en la bancarrota final de la arquitectura financiera del mundo de post guerra. La muerte de los acuerdos de Breton Woods, la agonía del FMI, del Banco Mundial, del Banco Internacional de Desarrollo, etc., dejó sin capacidad de reacción a los países centrales. Cayeron los viejos pilares y no hay nuevos.
La especulación financiera una fábrica de capital que no existe
Qué significan los 300 mil millones o 500 mil millones o un trillón de dólares que propone Bush para el salvataje de los bancos. Cuál es el valor (en términos vulgares) real que tienen esas cantidades. ¿Es eso lo que representan todas las hipotecas basura que han inundado el mundo? Y si fuera así, ¿por qué el gobierno de Estados Unidos no pone ese dinero para pagar las hipotecas de una buena vez y solucionar la crisis, haciendo un plan de pago posible para los deudores? ¿Por qué, entonces, ese dinero se destina a pagar papeles sin ningún valor en el mercado y mientras tanto millones de personas pueden quedar y de hecho están quedando sin vivienda, habitando “nuevas ciudades carpa” en Estados Unidos, preparando un estallido social sin precedentes en la historia?
Más allá de cual sea el número de hipotecas basura involucradas en el origen de esta crisis, no es posible que los compradores de un millón de viviendas, a un precio de un millón de dólares cada una, no hayan pagado nada por ellas. Por lo tanto, hay algo en el medio, entre las hipotecas y la inversión, que hace que el gobierno de Estados Unidos decida “salvar” bancos que no tienen que ver con el precio de adquisición de las viviendas ni con las hipotecas. Más bien, la política de salvamiento de Bush apuntala, fundamentalmente, una nueva concentración de la economía mundial en cada vez menos manos que las actuales.
El mecanismo de vender y volver a vender esas hipotecas en una espiral ascendente, entre bancos e inversionistas privados, hace que el pago de los intereses produzca para esos bancos e inversores una ganancia adicional que se eleva por encima del precio de las viviendas que originaron las hipotecas. Esa diferencia entre el precio de la vivienda y el precio que en el mercado financiero llegaron a tener los títulos de propiedad de las mismas, o sea el papel que se supone representa la propiedad de esa vivienda, no tiene ningún sustento, no tiene apoyo en un valor real. Pero para quienes controlan los hilos del gran capital representa una ganancia que se espera obtener, esta es la base de la especulación. Cuando se constata que la especulación se convierte en una gran estafa mundial, allí es cuando se produce la corrida, todos los que poseen esos papeles quieren deshacerse de ellos, para que esto no ocurra los bancos aumentan los intereses trasladándoles ese costo a los deudores que ya no pueden pagar y los papeles vuelven a perder valor. Este circuito es el que demuestra que se estuvo especulando con un capital sin base real, que no existía, ficticio, o gaseoso para utilizar términos marxistas.
Pero al ocurrir esto, no sólo caen los papeles que representan esas hipotecas sino que arrastran a todos los títulos o papeles relacionados con los mismos y bancos enteros se derrumban simplemente porque ya no pueden convencer que los productos que ofrecen vayan a generar las ganancias que prometen. Salvar los bancos es invertir en un barril sin fondo que puede en algún momento lograr una relativa estabilidad, este es la intención del plan del gobierno de EE UU: lograr poner a girar nuevamente la rueda de la especulación, ahora alimentada por los fondos públicos que inyecta en el circuito financiero, pero a riesgo de producir una ola histórica de levantamientos y protestas en el pueblo estadounidense y otros pueblos del mundo. Una relativa estabilidad que prepara una nueva crisis.
El sistema está agotado
Cuando cae un banco (símbolo del poder y la fortaleza de un sistema) de más de 150 años de existencia en un país central puede ser que sea consecuencia de un efecto aislado, de una mala administración, de un error en sus inversiones, de una crisis específica. Pero cuando hay un efecto dominó y la caída arrastra una tras otra las entidades financieras más viejas, confiables y grandes del país más importante de la tierra, allí es cuando estamos frente a un final de época. Es la manifestación económica y financiera de una crisis que acumula, como una caldera bajo fuego vivo, tremendas contradicciones sociales y políticas a punto de estallar.
¿Quiere decir esto que el capitalismo se autodestruirá? ¿Que esta crisis es la crisis final, la última y que de ella saldrá, solo, por generación espontánea, un modelo nuevo? No, de ninguna manera. Lo que quiere decir es que el mundo ya no será como era en las últimas dos décadas aunque las relaciones de producción sigan siendo de tipo capitalista, aunque siga dominando el modelo capital - trabajo.
Es que el fenómeno central que estamos presenciando es el agotamiento del modelo capitalista en su fase senil, imperialista. El capitalismo en esta fase ya no puede hacer otra cosa que vivir de crisis en crisis, en una crisis crónica cada vez más profunda y con recuperaciones cada vez más cortas. Necesitando para esas recuperaciones destruir cada vez más fuerzas productivas, nivel de vida de las masas y hasta el propio planeta. Mostrando así la urgencia de la lucha por un cambio de régimen social.
El principio por el cual aparece como necesidad el cambio de una sociedad agotada por una nueva, de unas relaciones de producción por otras, es el freno del desarrollo de las fuerzas productivas. Esto quiere decir que cuando una sociedad ya no es capaz de mejorar el nivel de vida del pueblo trabajador en su conjunto, cuando ya no puede seguir sosteniéndose sino profundizando las condiciones de degradación, miseria y explotación de las mayorías populares y la destrucción del propio planeta, es entonces cuando aparece la necesidad de cambio, de revolución, de transformación de las viejas relaciones de producción por unas nuevas que permitan cumplir con aquellas necesidades.
Estamos atravesando esa época, el final de esa época. Lo que ocurre no es otra cosa que la incapacidad del capitalismo de reformarse, de ser sustentable. Transitamos la época en que se hace necesaria y posible, y ahora de manera inminente, la lucha por la Revolución Socialista.