Indudablemente hay espejos mas claros y de mejor calidad para mirar la imagen que nos corresponde. Pero no los vemos, no accedemos a ellos por a, b ó c razones, y entonces pasa que cada día nos parecemos mas a Olga Tañón ó a Chino y Nacho, teniendo tanta raíz sabrosa y habiendo tanto que mirar en el mundo.
“Si no sabes para donde vas, regresa, para que por lo menos sepas de donde vienes” dice un sabio patakí (proverbio) Yoruba. Musicalmente hablando pareciera ser (aún en revolución) que no sabemos para donde vamos (ó sí: para la continuidad embrutecedora de la alienación) y no le paramos a las raíces de donde venimos. El daño puede ser irreversible en la conciencia de la generación que se levanta.
Muchos países han vivido la experiencia y han buscado sus propios espejos, con marcos mas modestos, y de mejor reflejo. La búsqueda no es fácil y puede terminar en el terreno de lo acomodaticio. Martí decía: “Todos los triunfos cuestan sangre, de las venas, ó del alma”. A colación viene Martí porque Cuba en un momento de su revolución perdió el espejo. Y por las protestatarias voces de su pueblo el espejo volvió remozado con el resplandor de las nuevas ganas. Fijémonos en el caso de Elíades Ochoa, quien pone las cosas en su sitio con lo que fue la real génesis de la experiencia discográfica conocida como Buena Vista Social Club, (nombre de un tema original de Orestes López para el sitio donde solía tocar).
En estos momentos Elíades está haciendo realidad el sueño original que en el primer intento terminó como “Buena Vista”. El nacido en Songo-La Maya, Santiago de Cuba (alto Songo, se quema La Maya... ¿lo recuerdan?) en junio de 1946 ya está reunido con el maliense (de Malí) Bassekou Kouyaté.
La historia del antecedente es que hace doce años Kouyaté iba para Santiago de Cuba a reunirse con músicos santiagueros para hacer un disco Santiago- Malí. Todo estaba listo, pero un problema de pasaporte y visa no permitió la llegada de los malienses. Por eso Nick Gold y Ry Cooder cambiaron sus planes, con buena fortuna, por cierto.
Ahora sí están reunidos los integrantes del Cuarteto (ahora grupo) “Patria” con Toumani Diabaté, Kasse Mady, Bassekou y otros mas. Y están reunidos en Madrid, entendiéndose sólo a través de la música porque los malienses no hablan castellano y los santiagueros no hablan francés.
Pero dicen los colegas que han tenido acceso a las sesiones de grabación que lo que está saliendo de ahí hará historia. La pregunta: ¿Los conoce? ¿Por qué músicos de esa talla no llegan a Venezuela a compartir con los nuestros, y no sólo con nuestras estrellas sino con los cultores y creadores que tanto necesitan del roce para cotejar creaciones?, ¿Es que acaso la música y el concepto de concierto y espectáculo no están en revolución?
Elíades Ochoa
Va muchísimo más allá del Buena Vista.
Elíades es campesino. No estudió formalmente música, pero una vez le preguntaron: “De no haber sido músico ¿que hubiera querido?” y el hombre del sombrero negro respondió: “De no haber sido músico hubiera querido no haber nacido”. Confiesa influencia directa de Benny Moré y de “Los Compadres”. Siendo chamo tropezó con el Benny en Santiago de Cuba y de inmediato le cantó. Benny lo aplaudió, sacó dinero de su bolsillo y le dio. Tal vez fue su primer sueldo. El padre de Elíades, Aristónico, era músico, y su madre, Jacobina, ejecutaba el Tres, algo poco común en esa época. Campesino de a mucha honra, Elíades llegó a mantener un programa radial en la CMKC de Santiago, llamado “Trinchera agraria”. Y en la etapa en la que Cuba perdió su espejo musical, le decían a Elíades que tocara rock porque con el son y la guaracha no se comía. Mira tú. Elíades decía que prefería en cualquier caso dirigirse al publico de Santiago, El Caney (vete a El caney por un rato y prueba las frutas…) y Mayarí (que lindas mujeres tiene Mayarí…). Por eso su sombrero es su símbolo.
Estuvo en el Quinteto Oriental y en el Septeto Típico, y en 1978 le llegó la hora de integrarse al Cuarteto “Patria” creado en 1939 haciendo honor con el nombre al periódico fundado por José Martí, lo que ya habla de convicciones patrióticas. Al ingresar propuso agregar a la dotación original (clave, maracas, contrabajo y guitarra) la percusión, y con los años agregó piano y trompeta.
Elíades ejecuta una guitarra armónica que hace evocar a Sindo Garay y puso a grabar música campesina cubana a los mismísimos estadounidenses Bob Dylan y Charles Musslewhite.
Haría un álbum antológico con el saxofonista y pianista Manu Dibango, de Camerún (el álbum Cubáfrica), y pondría a los holandeses de “Blof” a cantar el extraordinario tema que compusiera en homenaje a Ernest Hemingway (“Hemingway delira”). Ahora cumple su sueño de grabar guarachas y sones con el maliense.
Bassekou Kouyaté.
Es un joven y talentoso ejecutante del ngoni, laúd tradicional de Malí y del África occidental. El ngoni puede tener desde tres hasta siete cuerdas según la zona de origen, y puede hacer las veces de guitarra, laúd y banjo. En su grupo hay hasta 4 ejecutantes de ngoni, todo un acontecimiento que disfrutan a plenitud millones de personas y muy pocos venezolanos.
Hemos de reconocer con gratitud que hay ya una aproximación musical con África por la inquietud de Reinaldo Bolívar, quien como vicecanciller para asuntos africanos se ha esmerado en traer a Venezuela a agrupaciones de la extensa geografía del continente madre. Los intentos, sin embargo, pueden correr riesgo de perderse si no cuentan con el apoyo colectivo de gobierno y pueblo. Gobierno que está en el deber de desalienar, y pueblo que debe exigir conocimiento para la formación de un criterio también revolucionario en el devenir musical.
Quiera Dios que a las experiencias profundas de músicos como los venezolanos de ODILA, de Beto Valderrama con los maestros del joropo oriental, de Adelis Freitez y Guillermo Jiménez Leal, de Anselmo López, la tradición recogida por Caucaucuar, la sapiencia de Miguel Urbina, de Nelly Ramos, y en fin de muchísimos cultores pensantes y preocupados por lo nuestro puedan acceder los habitantes del planeta, así como rogamos también a Dios que la profundidad de un Víctor Heredia, de un Roy Brown, de Elíades y de Kouyaté, de Susana Bacca, Ismael Serrano y muchos mas puedan ser apreciadas por nuestro pueblo, que bien lo merece. Eso sí: ésta gente no hará reggaeton para congraciarse con nadie. El ron se toma sin hielo.
lilrodriguez@cantv.net