No exageramos cuando decimos que la Revolución Bolivariana pudiera seguir condenada al capitalismo, y por ende, al fracaso, aunque haya nacionalizado todas las grandes industrias del país o creado nuevas de propiedad social. La revolución no es sólo socializar la propiedad; expropiarla a la burguesía y entregarla a sus legítimos dueños, el proletariado. Aunque esto sea fundamental, también priman otros factores. Abundan los escritores cursis, idealistas e inocuos que junto a nuestros pragmáticos gerentes de Levitas y de PowerPoint hacen el juego que la canalla y el imperialismo necesitan. Sus conductas indignas, inmorales, déspota y saboteadoras de las empresas del Estado revelan al peor enemigo que yace dentro de nuestras instituciones.
La canalla juega al desgaste, a la decepción y desmoralización de nuestro pueblo. Se valen de nuestras históricas banderas de lucha contra la corrupción, la ineficiencia para embestir contra la revolución. La estrategia es clara. Pretenden desmoralizar al pueblo para desmovilizarlo y así arremeter con mayor violencia, y por todos los flancos, contra la revolución. Se valen de nuestros errores para alcanzar sus objetivos.
Debemos detenernos seriamente a analizar lo que sucede dentro de buena parte de las industrias y Entes del Estado. Los responsables se hacen de la vista gorga o simplemente no pueden ver los problemas porque se habituaron a los malos olores. Es siempre el mismo Presidente Chávez quien termina por resolver los problemas inherentes a las alcaldías, gobernaciones y ministerios. ¡Vaya tarea lleva a su espalda el Comandante Chávez!
Es fácil resolver los problemas desde las cómodas oficinas. En ocasiones un informe y el plumazo terminan por despedir o rotar al gerente inepto. Pero el nuevo llega a su puesto y repite los mismos errores del anterior. Volvemos a lo mismo; al inicio. ¿Qué sucede con el seguimiento y el acompañamiento del novato? ¿Dónde está el partido que vele por el cumplimiento del plan de la empresa estatal? ¿Por qué cada ministro no articula una dirección política con autoridad y conocimientos técnicos, que se encargue del seguimiento y acompañamiento del gerente de las empresas estatales? ¿Por qué no se aprende a delegar responsabilidades?
El pragmatismo es la ideología de la pequeña burguesía. La simple retórica "radical", pero sin acción, es el proceder de estos ineptos que hacen de intelectuales y filósofos frente al micrófono. No son revolucionarios, son reformistas. Para ellos, revolución es componer un coherente discurso acompañado de un show mediático. Un montaje, que termina por exponer al Comandante al escarnio público. Son expertos del espectáculo y el ridículo. Ellos encarnan el peligro interno para la revolución.
Repetimos. No basta con nacionalizar las empresas del país o crear nuevas de propiedad social. No basta con pretender repartir justamente las riquezas producidas por los trabajadores. Urge extirpar el cáncer capitalista de las mentes de “nuestros” tecnócratas. Urge extirpar la corrupción, la ineficiencia, el burocratismo, el descuido al plan. La explotación del trabajador a razón de mayor plusvalía y rentabilidad de la empresas estatales socialistas desvirtúan nuestras banderas, nuestras ideas y la naturaleza del socialismo que propone la Revolución Bolivariana.
No se puede perfumar el estiércol. Si se pierde la revolución no será por culpa de quienes ejercemos seriamente el derecho a la crítica, sino de quienes callan y o pretenden silenciarnos. Lo que ocurre dentro de buena parte de las empresas del Estado no es culpa de la revolución, ni del socialismo, es culpa del peligroso legado de los 5ta columnas y el descuido de nuestra parte.
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