Graneaditos iban llegando. La mayoría en motos, seguidos de los que bajaban de las “por puesto” y de quienes dejaban los carros lejísimo de tan trancada que se puso la avenida Páez de El Paraíso, cerca de El Pinar.
Los rostros eran todos conocidos: rostros de la rumba callejera, de la conversa de la esquina en el barrio, de la conferencia salsosa y cultural, de los muchos entierros en los que nos encontramos siempre para llorar a los amigos que han hecho camino instrumento arriba, voz quebrada, familia que sostener, pasión música por dentro… “En los entierros de mi pobre gente pobre cuando se llora es que se siente de verdad”. Y había muchos ojos enrojecidos esa mañana de jueves.
Nelly Ramos y Dervis Romero estaban allí, Néstor Molina estaba allí, y allí estaban Pablo Cerezo, Nelson Douglas, Alejandro Jackson, Oscar Ledezma, Cheo Linares, Betty Zapata, Gherson Aranda, el viejo Manterola, Federico Betancourt, los panas del Sexteto Juventud, los coleccionistas como Alí Gamero, La gente de la Charanga Típica, y los de la Orquesta Típica también al lado de decenas de otros músicos, y de mucho pueblo. Allí estaban, haciéndose los fuertes Cheo Navarro, Eliel Rivero y Johan Muñóz mientras se aguardaba por Felipe Blanco, Alberto Crespo, José Mortadelo Soto, Edgar “Dolor” Quijada, Marcial Istúriz, es decir, por la plenaria de “Bailatino”, grupo que como pocos ha levantado una bandera de resistencia a la penetración cultural y musical a la que este pueblo latinoamericano es sometido.
Wolfang (siempre el 23 de enero, siempre) me había dado el parte. Alejandro Pérez le había pedido angustiado que se comunicara. “Hace minutos, pana, hace minutos” y el vértigo siguió a la noticia: había que transmitirla, de eso se trataba.
Ya sabemos que solo el pueblo salva al pueblo y que sólo entre este pueblo nuestro hecho de códigos especiales y coraje sin fin las noticias tienen otra escala, alejada de lo mediático para entrar en lo “comunico-emocional”, como dijo uno. Los medios alternativos como Aporrea.org ya habían disparado, y las emisoras comunitarias se hacían eco en todo el país, generando el más extraordinario medio de comunicación popular: radio bemba. Ya quisieran algunos una red comunicadora como esa, porque lo cierto es que, como dijeron los mismos muchachos de “Bailatino”, las llamadas se hicieron infinitas desde Francia, Colombia, Italia, Panamá, Bonaire, México, España, agregándose a las que recibían de todos los rincones del país. Solo el pueblo honra al pueblo.
Dentro de la funeraria los comentarios giraban en torno a la extraordinaria condición humana de Alexis. Néstor Molina contaba que se habían levantado juntos en La Vega y que juntos fueron a la escuela de música y juntos escogieron la flauta como instrumento y que juntos estudiaban colocando un disco y “dale pa’llá, a lo que salga”.
Fue un estudioso flautista Alexis Escobar y supo combinar su amor a la música tradicional venezolana con su pasión salsera, acuñada en el barrio, hecha a pie y con compromiso.
Nadie atinaba a comprender esa muerte: “Nunca supimos en definitiva de qué murió. Lo operaron 7 veces en seis meses y no encontraban la causa de esa caída de salud. Federico Betancourt, siempre sabio y memorioso, nos dijo: “El fue herido de bala hace unos cuantos años y en ese entonces el médico le recomendó que no hiciera fuerza con los pulmones. ¿Cómo pedirle eso a quien se ganaba la vida con una flauta?
Entre el café y el té, entre la consternación y la solidaridad seguía el tema del día y sus conexos: La inseguridad que padece el músico que trabaja de noche, la carencia de una ley que ampare su trabajo y su vida, la explotación a la que son sometidos por los dueños de los locales nocturnos, el costo de los instrumentos, la poca ayuda para su adquisición y hasta para estudiar… en fin, que Alexis Escobar lograba la asamblea que convocamos y no hacemos.
El deseo
El abrazo con Felipe Blanco fue intenso. “Descansó pana, descansó. Le echó muchas bolas a vivir, pero qué va…”. Cerca estaba Alberto Crespo, pianista de “Bailatino”. “Hoy me toca ser fuerte panita, porque mis compañeros están que se desploman. Yo los conozco” me dijo Alberto, y soltó la confidencia: “Hace par de días, visitándolo, en un momento de la visita nos quedamos solos Eliel y yo con Alexis, y aprovechando la cosa nos dijo: acérquense y oigan lo que les voy a decir.”
La voz del joven pianista se quebró un poquito al recordar lo que dijo el amigo ido. “Yo estoy preparado. Estoy listo para la marcha. Mi gran sueño fue y es “Bailatino” y no quiero que por mi causa el sueño se eche a perder. Sigan adelante, consoliden el grupo. Yo no puedo seguir tocando la flauta. No puedo seguir con ustedes, pero ustedes deben ayudarme a que mi sueño se cumpla”.
Dos días mas tarde estábamos todos en la puerta de la funeraria, despidiendo a esa humanidad fraternal, soñadora, prolija en el consejo oportuno y entregada a la música, alma de los pueblos. A lo lejos Johan y Felipe, como escondidos, evidenciaban un particular movimiento de hombros. El sollozo…
De golpe apareció una flauta. Todos nos quedamos como paralizados. Una flauta y su dueño: Leo Pérez, el único que suplió a Alexis alguna vez. Las notas de queridos temas de la música tradicional venezolana cubrieron aquél recinto para que todos los rostros se cubrieran de llanto. Salomón, el pequeño hijo de Alexis, era cargado porque quería ver a aquél hombre que tocaba una flauta como la de su papá.
Y luego, la salida hacia la siembra. Sobraron carros para las coronas, de tan pocas que eran en contraste con la multitud. A veces el pueblo no tiene para comprar coronas para el pueblo…
No hubo una sola corona oficial. Parece que para las autoridades de la cultura en Venezuela la salsa no es un hecho significativamente social, serio, trascendente, intrínseco e inherente a nuestra ciudadanía caribeña. O tal vez no sabían quién era Alexis Escobar. O no se habían enterado, porque no lo dijo Globovisión, ni VTV…
Cuando asomó el féretro todos comenzamos a aplaudir. Era el último aplauso para Alexis. Aplauso sentido y agradecido por la rumba, la amistad, el consejo, la sonrisa, el aporte, el estudio, y por ese sonido tan particular que con él se marcha.
Todas las motos se encendieron como para aplaudir también, como para decirnos a todos que ese aplauso de pueblo retumbaría por siempre, como llamada está a retumbar mas que nunca nuestra música, tradicional, popular y caribeña. Como llamado está a retumbar “Bailatino”, el sueño del flautista Alexis Escobar
Sólo el pueblo reúne al pueblo. Alexis lo logró.
Hay reunión en la Cima…
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La Cota Lil
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