Junio 18 de 2012.-Durante tres décadas, Norman Finkelstein ha sido el enfant terrible de la comunidad judía estadounidense –denunciado como ideólogo histérico, marginal y “judío que se odia a sí mismo”. Abnegado y vano, altamente emocional –a veces histérico– en su tono, pero inexorablemente lógico en sus argumentos, en la actualidad es un académico con doctorado de Princeton cuyos ataques contra “la Industria del Holocausto” y su aprobación pública de Hizbulá lo han convertido en tan tóxico que no puede obtener ni siquiera el menor puesto de educador adjunto en algún instituto comunitario en EE.UU.
Sin embargo, nos guste o no, la influencia de Finkelstein en el debate público ha llegado a ser innegable, y sus ideas –otrora radicales– han encontrado apoyo en toda la comunidad judía, con su desenmascaramiento de la idea de Israel como “un país sin un pueblo” y su diagnóstico de una tendencia de la obsesión estadounidense del Holocausto judío y sus afirmaciones sobre la inmoralidad de la ocupación israelí de Cisjordania.
En vísperas de la publicación de dos nuevos libros: Knowing Too Much: Why the American Jewish Romance With Israel Is Coming to an End y What Gandhi Says About Nonviolence, Resistance, and Courage, hice un par de peregrinaciones con pocas posibilidades a su apartamento de un dormitorio, lleno de libros, en Ocean Parkway. Ubicado directamente en medio del código postal judío con la población más densa de EE.UU., el lugar donde Finkelstein pasa sus días es, como señala rápidamente, muy diferente de las elegantes moradas suburbanas ocupadas por críticos como Alan Dershowitz, quien, dice, afirma que ama a los judíos, pero “vive entre los goyim [no judíos]”.
Finkelstein es un mártir de un tipo particular: un hombre que se prende fuego en una cena y se pregunta por qué nadie le ofrece un vaso de agua. Durante nuestras conversaciones hablamos de la vida de Gandhi, los padres de Finkelstein –sobrevivientes del Holocausto–, su mentor Noam Chomsky y la idiotez de los teóricos de la conspiración que sugieren que un pequeño grupo de judíos neoconservadores manipulan la política exterior estadounidense a favor de Israel. También discutimos su obsesión por Jeffrey Goldberg (que yo esperaba) y su amor por la música de Pete Seeger (también esperada) y Whitney Houston (no esperada en absoluto). En circunstancias en las que Houston pasó de ser la reina del pop negro a carne de cañón de reality-show, la relación de Finkelstein con el público ha sido consistente en su marginalidad. A pesar de ello, la comparación es instructiva, a pesar del hecho de que el propio impulso de Finkelstein hacia la cualidad de paria puede haber llegado finalmente a su punto más bajo.
Lo que queda es un difícil y contradictorio ser humano cuya historia personal y sus modos de argumentación característicos lo han confinado a un pequeño apartamento en medio de una comunidad con la que afirma que no tiene ninguna relación. Pero descartarlo, profesional o personalmente, como “manzana podrida” provoca la pregunta de quién, exactamente, lo formó de esa manera. Después de releer las trascripciones de nuestras conversaciones, me di cuenta de su negación de cualquier relación con la comunidad judía, que rechazó y estigmatizó a sus padres sobrevivientes, puede llevar a que tanto a Finkelstein como a sus críticos se les deje de lado con demasiada facilidad.
Lo que sigue es una versión editada de partes de nuestras conversaciones.
***
¿Cómo conoció a Noam Chomsky?
Es una historia interesante, que dice algo sobre el profesor Chomsky como persona. No me gusta colocarlo sobre un pedestal porque, ya sabe, lo he conocido durante más de un cuarto de siglo y yo era muy cercano a su esposa, más que al profesor Chomsky. Porque el profesor Chomsky está en el mundo cerebral y [su esposa, la lingüista] Carol [Schatz], que es brillante, también tenía los pies en la tierra. Podíamos hablar de tonterías. Iba de compras con ella, hablábamos de los precios del supermercado y ella sacaba sus cupones en la caja.
Chomsky tiene sus defectos, pero las virtudes son asombrosas. No se trata solo de que haya hecho esos descubrimientos lingüísticos; son los miles de estudiantes graduados que formó. Creó físicamente un campo. Y, ya sabe, yo viajo mucho y le digo que cada vez que voy a cualquier parte, por lo menos dos personas me dicen: “Leí un libro de Chomsky y cambió mi vida”. Pero tiene sus defectos, como todo el mundo.
¿Cuáles son los mayores defectos de Chomsky?
Nunca lo diré. Porque la mayor virtud de Chomsky, ¿sabe cuál es? Aparte de su asombroso intelecto y absoluta fidelidad, el profesor Chomsky nunca traicionó a un amigo. Los defenderá incluso aunque sepa que están totalmente equivocados.
¿Pero no entran en conflicto con la verdad esas virtudes de amistad y fidelidad?
¡Lo sé! ¡Lo veo! Pero le importan mucho los hechos. Quisiera contarle una historia. Yo trabajé para un periódico radical: The Guardian. Un periódico modesto, usted nunca ha oído hablar de él. Recuerdo que estábamos sentados en una habitación, en una reunión de la redacción, y entonces había dos facciones maoístas –es ridículo ahora– la Liga de Octubre y el Partido Comunista Revolucionario. The Guardian era favorable a la Liga de Octubre, y discutíamos si deberíamos aumentar en nuestros artículos la cantidad de personas que asistían a los mítines de la Liga de Octubre y disminuir la cantidad que asistía a los de los Comunistas Revolucionarios. Y me digo: “Un momento, tenemos un problema. ¿No deberíamos decir la verdad?” Y esa era la diferencia con Chomsky. No bastaba con decir que algo era propaganda burguesa o propaganda sionista, no, había que probarlo.
De modo que, ¿cómo lo conocí? Yo había sido maoísta, y entonces cuando la Banda de los Cuatro fue derrocada me quedé totalmente perturbado. Estuve en cama durante tres semanas, fue una experiencia muy dolorosa. No solo porque me había equivocado, sino porque me sentí realmente embarazado porque había estado dando conferencias y pontificando con tanta seguridad en mí mismo.
Luego, en 1982, hace casi 30 años, me involucré en el conflicto Israel-Palestina, y luego Israel y el Líbano, el 6 de junio de 1982. Pertenecía a un pequeño grupo, siempre discutía sobre el sionismo, y yo no quería seguir hablando de ismos. Por lo tanto, me negué a adoptar una posición respecto al sionismo. Y entonces decidí: “Bueno, Norm, ponte intelectualmente serio”. Me senté y comencé a leer sobre el tema. Finalmente se convirtió en mi tesis doctoral en Princeton.
En el último minuto, cuando casi había terminado la fase de investigación y estaba a punto de comenzar la fase de redacción de la tesis, entré a la Librería Harper and Row y encontré el libro titulado From Time Immemorial de Joan Peters, que decía que iba a cambiar la historia del conflicto. Todos en la izquierda, como el profesor [Edward] Said, dijeron: “Ah, propaganda sionista. ¿Para qué perder el tiempo con eso?”
Bueno, ya lo había oído antes. Si alguien criticaba a China, decían: “Propaganda burguesa”. Y yo dije: “No me van a engañar de nuevo. Si es verdad, es verdad, y yo me voy”. Porque estaba tan devastado por lo que había ocurrido en China. La peor parte fue la humillación personal. No iba a hacer el ridículo de nuevo, ¿sabe?
Por lo tanto, cuando apareció el libro, me lancé sobre él. Era el capitán Ahab y Moby Dick. Fui a la Biblioteca Pública de Nueva York que entonces tenía una sección especial con todos los informes sobre la Liga de las Naciones y la Comisión de Mandato Permanente respecto a Palestina, y lo estudié todo. El núcleo del libro era el capítulo 13, el estudio demográfico, y al final estaban las planillas que correspondían al texto. Volvía a casa del trabajo cada noche, me recostaba y estudiaba las cifras. Lo hacía todo con papel y bloc, y lo hacía y volvía a hacerlo. Y entonces, una noche, era la 1:30 de la madrugada, repentinamente descubrí el fraude, las cifras falsas. Se me puso carne de gallina. ¡Había descubierto un fraude!
Honradez intelectual
Me levanté e iba y venía en ese pequeñísimo estudio de Washington Heights, ¡Lo logré! ¡Lo logré! No podía creerlo. Yo era solo un estudiante de posgrado. Trabajaba en una guardería infantil en Chelsea para subsistir a duras penas mientras escribía mi tesis. Por lo tanto fui primero a ver al que ahora es uno de los informáticos más destacados del mundo y entonces era jefe de la sección de teoría en Bell Labs, para asegurarme de que los cálculos eran correctos, y los confirmó.
Por lo tanto escribí mis resultados y los envié a 25 de los principales eruditos del mundo que conocen el tema. Veinticuatro nunca respondieron.
Un sábado por la mañana, recibí una llamada telefónica. Tomé el teléfono, y la persona dice: “Hola, mi nombre es profesor Chomsky. Leí lo que escribió y me parece correcto”.
A veces me enojo con él, así es. Pero cambió mi vida. No pienso que siquiera sepa actualmente a qué universidad fui. Nunca me preguntó. Ahora, en parte es Gulliver en Liliput. Desde su altura no puede ver la diferencia. Pero en parte había que decir que había un auténtico impulso democrático. No me importan sus credenciales, no me importa su pedigree, no me importa su título, no me interesan sus publicaciones, ¡deje simplemente que lo lea! Se podría haber pensado que tenía mejores cosas que hacer con su mente que sentarse y estudiar la reforma agraria en algún rincón del noreste de Brasil. ¿Y a veces se pensaría que es un desperdicio?
Si él puede descender a ese tipo de poco atractivo trabajo de detalle, ¿puede hacerlo usted?
Los detalles son en realidad lo más interesante, porque es donde se ven todas las mentiras.
Los intelectuales de la izquierda son igual de deshonestos que los intelectuales de la derecha.
He vivido una buena vida, una vida bienaventurada. Pero en realidad, he salido de DePaul, ya hace cinco años, ¿verdad? Hay muchos académicos que simpatizan políticamente conmigo. Palestina ya no es una causa impopular en el mundo académico. Bueno, formulemos la pregunta: ¿ha trabajado algún profesor para conseguirme un puesto en una universidad? Quiero los hechos. La respuesta es: No.
¿Ha trabajado algún profesor para conseguirme un puesto de profesor invitado por un año? La respuesta es: No.
¿Ha trabajado algún profesor para conseguirme una clase, aunque sea una vez? La respuesta es: No.
Eso me sorprende
Déjeme terminar. Usted estuvo en la escuela de posgrado, recordará lo que llaman un almuerzo-debate. ¿Me ha invitado un profesor a un almuerzo-debate? La respuesta es: No. Ni siquiera hablamos del coste.
Ya sabe, hay bastantes profesores en Columbia que son pro palestinos. ¿Me ha invitado alguno para algo? No.
¿La revista The Nation? En treinta años, me ha permitido una carta impresa. Lo encuentro extraño.
¿Qué piensa de Paul Berman, que es de alguna manera su polo opuesto ideológico y literario, pero que también es un intelectual público en el sentido de la vieja escuela, sin una posición académica permanente? ¿Siente algún tipo de afinidad con su persona?
Mire, he leído sus cosas, de modo que no hablo por ignorancia. Hay toda una tradición en la izquierda que básicamente se remonta a Trotsky, que fue un brillante personaje político y también un brillante escritor político. Y existe toda esa tradición, hablo ahora de la izquierda estadounidense, de gentes que son buenos escritores y que también quieren escribir de política. Pero no saben nada de política.
OK, esa tradición tuvo a gente que no era terrible, como Irving Howe, que sabía de literatura, y sabía algo de política porque creció en los años treinta, durante la Depresión. En años más recientes, es gente que no sabe nada, como George Packer. Fue a Yale, obtuvo un grado en inglés y por lo tanto piensa que está cualificado para escribir sobre política. OK, no está mal escrito, pero no sabe nada de Iraq.
Sé que suena extraño, pero mucho en política tiene que ver con tener instinto político. Algunos lo tienen, otros no. Chomsky lo tiene. Trotsky ciertamente lo tenía. Pero ciertamente hay que estar profundamente inmerso en el tema en cuestión. No están interesados en el tema, están interesados en frases inteligentes. Su modelo fue alguien como Christopher Hitchens, cuyo arte fue: Tomas tres pequeños hechos arcanos y construyes todo un artículo o ensayo al respecto. Comenzaba un ensayo sobre Pakistán diciendo: “¡Oh, Pakistán significa literalmente PAÍS DE LOS PUROS!” Y uno pensaba, ¡Oh, realmente sabe algo de Pakistán!
De modo que llegamos a Paul Berman, quien escribe Terror and Liberalism. Encontraba en la calle dos volúmenes piratas de [Sayyid] Qutb, y repentinamente se convertía en un experto en textos islámicos. Trotsky escribió Literatura y Revolución cuando iba en el tren de un frente a otro en la guerra civil rusa. Berman iba por Atlantic Avenue, vio dos ediciones piratas y ahora es experto en Qutb, cuyas obras completas llegan a 40 volúmenes, si no recuerdo mal. Es tan estúpido. Tan poco serio.
Obviamente ha pasado mucha energía forense del pensamiento de Jeffrey Goldberg a su nuevo libro ¿Opina que actúa como agente consciente en las campañas de propaganda israelí, o piensa que cree lo que escribe?
Goldberg es igual a Packer. Tiene cierto talento de escritor, pero no sabe nada de política, no tiene la menor idea. Solo porque vivió en Israel un par de años… bueno, hay mucha gente que vive en EE.UU. y no tiene la menor idea de lo que pasa aquí. Fue carcelero. Eso no lo convierte en experto en el conflicto israelí-palestino. No existen los conocimientos.
Por lo tanto, tal vez va a Israel y le cuentan esas cosas, son excelentes en relaciones públicas, son excelentes en manipulación. Estoy seguro de que son excelentes en hacer que se sienta importante, simplemente le decimos esto, es su pequeña primicia. Y se excita mucho y lo anota. ¿Israel está atacando Irán? Pienso que es ridículo, pero hay que tener un poco de sentido político para saber que es ridículo. No, no pienso que vaya a ocurrir, porque Israel fue al Líbano en 2006 y no mataron a un solo líder de Hizbulá, por lo tanto no creo que vayan a atacar Irán.
“Todos somos Hizbulá”
Goldberg no tiene un solo hueso político en su cuerpo. Más allá de lo personal y experimental solo son clichés. Conoce el cliché de la intoxicación judía con la fuerza y conoce el cliché de la necesidad de que los palestinos adopten a Gandhi, y luego, a fin de cuentas, adoro EE.UU., EE.UU. es hermoso, La-la-la-la. Es solo un manojo de un cliché tras el otro porque no sabe nada.
Es un excelente escritor. ¿Lo envidia?
No soy un buen escritor y no me importa. Por desgracia, después de que acabé la universidad no tuve mucho tiempo para la literatura. Ojalá lo hubiera tenido. La mayor parte del tiempo leí documentos, y eso no contribuye a la escritura. Pero soy un escritor muy lógico y eso no se podrá cambiar. Una vez que he dado en el blanco no hay modo de cambiarlo.
Creo que mucho de lo que escribe ha sido bien investigado y es provocativo. Pero entonces, cuando estuve en Beirut, prendí la televisión y lo veo en al-Manar, el canal de televisión de Hizbulá. ¿Por qué hace algo semejante? Si esos son sus amigos, ¿cómo puede esperar que gente en la comunidad judía estadounidense lo escuche y pueda apoyar sus puntos de vista?
Mis puntos de vista sobre el conflicto Israel-Palestina no son particularmente lo que usted llamaría izquierdistas o radicales. Digo que debemos imponer la ley y terminar el conflicto sobre la base del derecho internacional; eso significa un acuerdo de dos Estados, una solución sobre la base de las fronteras de 1967 y una solución justa del problema de los refugiados.
Pero en ciertos problemas de principio no voy a cambiar, no importa si le gusta o no a la gente. Los libaneses tienen derecho a defender su soberanía y tienen derecho a utilizar la fuerza armada para expulsar a los ocupantes extranjeros. No vais a cambiar mi opinión al respecto porque sucede que no os gusta Hizbulá.
Ahora bien, no me gusta lo que Hizbulá dice ahora sobre Siria, y lo he dicho en público. Pero el historial de Hizbulá en el respeto del derecho internacional es realmente bastante bueno. Pienso que sus antecedentes son mucho mejores que los de cualquier otro país de los que conozco, pero por cierto, es posible que sea porque son la parte más débil.
Usted arruinó su titularidad en De Paul en 2006 al levantarse en una reunión y al anunciar: “Todos somos Hizbulá”.
Me desperté esa mañana cuando las bombas israelíes destruían el Líbano. Crecí escuchando que el crimen del mundo fue guardar silencio mientras mis padres estaban encerrados en el Gueto de Varsovia. Por lo tanto sentí que era importante que me levantara y me pronunciara.
Pensé que su tesis sobre el Holocausto como una construcción ideológica inventada por los judíos estadounidenses que no sufrieron realmente a manos de los nazis –y que hicieron poco para impedir que ocurriera la matanza de los judíos europeos– era bastante potente. Pero de nuevo, la forma de presentar sus ideas las hizo repulsivas para la comunidad en la que quería influir.
Cada vez que alguien me dice: “Leí el libro”, mi primer comentario es: “¿Se rió? Porque se proponía acumular el ridículo. Era un ridículo nacido de la cólera.
Viví cada día con el sufrimiento de mis padres hasta el final de sus vidas, porque los cuidé los últimos siete años. Y ver lo que significó ese sufrimiento me llenó de náuseas. Mis padres, como supongo que sabe, estuvieron en el Gueto de Varsovia antes de que los deportaran a los campos de concentración. Cuando tenía 13 o 14 años empecé a leer libros sobre el holocausto nazi como The Wall de John Hershey y Mila 18. Recuerdo que leía esos libros, miraba a mis padres, y no podía realizar la conexión. Los cadáveres amontonados en las calles; los búnkeres. ¡Mis padres eran tan comunes y corrientes! Mi madre no usaba maquillaje, nada. Ninguna tintura en los cabellos. Vestimenta usada de nuestra prima. Mi padre era obrero y usaba la camisa de franela de trabajador.
Por lo que pasaron, el abismo es irreconciliable. Mi madre estaba en una comunidad judía polaca asimilada. Iba a conciertos todas las noches. Sabía muy bien latín, también música clásica, y luego repentinamente, de un día al otro fueron reducidos a basura. Mis padres eran muy cercanos a sus familias, y toda la familia simplemente desapareció.
De vez en cuando me atrevía a hacerles una pregunta, y la respuesta era: “no me hables de eso”. Nunca hice a mi padre una pregunta sobre Auschwitz. Sé que suena difícil de creer. Ni una pregunta. No podía hacerla.
¿Pero no será tal vez un resultado positivo de la “industria del Holocausto” que usted denuncia, el que haya creado un clima en el cual la gente puede hablar más abiertamente?
No pienso que haya sensibilizado a la gente respecto a nada. Prefiero de lejos la manera anterior a que apareciera la industria del Holocausto. Es simplemente imposible imaginar cómo fue crecer para un hijo de sobrevivientes del Holocausto. La pregunta que indignaba más a mi madre era “¿Cómo sobrevivió?” La mayor parte del tiempo era una pregunta muy inocente, pero ella sentía la insinuación: Si sobrevivió, tiene que haber sido una kapo, ¿o cómo logró sobrevivir? Hizo algo repugnante, o fue como una oveja al matadero.
Ser hijo de sobrevivientes del Holocausto fue una fuente de embarazo. Ante todo a mis padres los llamaban neófitos, porque su inglés tenía un fuerte acento. Y si eras hijo de un sobreviviente del Holocausto [se suponía que] tus padres fueron como ovejas a los hornos.
OK. De modo que sus padres fueron horriblemente victimizados dos veces, y luego usted se convirtió en víctima del doble trauma que sufrieron. ¿Por qué es bueno mantenerse atrapado en esa vergüenza? Todo un pueblo sufrió.
Fue el duelo privado de nuestra familia, eso es todo. No reivindiqué el sufrimiento de mis padres. No tiene la menor idea de lo que sufrieron. Francamente me enfurezco cuando oigo a los judíos hablar del Holocausto. ¿Qué sabéis? Realmente, ¿qué sabéis? ¿Qué vivisteis? ¿Qué derecho tenéis a hacerlo?
Es simplemente solipsismo, egocentrismo. ¿Sabe?, si toma Eichmann en Jerusalén de Hannah Arendt, lo escribió en 1962 o 1963, y lee la bibliografía, ¿sabe cuántos libros había en inglés sobre el Holocausto nazi? Dos. Existían el libro de [Raul] Hilberg y otro. A nadie le importaba un bledo lo que sucedió hasta que se convirtió en una industria.
Profetas intelectuales
Podría existir un psicoanálisis de pacotilla suyo que diría: “Mire, es una persona que creció en un hogar con unos progenitores que sufrieron terriblemente. Su experiencia fue ignorada y rechazada por una comunidad que luego adujo sus sufrimientos personales. Por lo tanto, el hijo de esas dos personas sentirá mucha indignación contra la comunidad que los trató de esa manera”.
No quiero ser un profeta o un santo. Soy muy consciente de mis limitaciones. Conozco mis defectos. No me gusta mentir. Por lo tanto, cuando Dershowitz revisó miles y miles de páginas de informes sobre los derechos humanos solo para mostrar que las violaciones israelíes de los derechos humanos no ocurrieron, no es verdad, no es verdad, no es verdad. Simplemente no es verdad. Para mí eso no tiene nada que ver con animosidad hacia los judíos. Tiene que ver con una genuina –puede sonar pomposo– una genuina revulsión ante las mentiras.
Al tratarse de la Industria del Holocausto, tenía un interés personal, no cabe duda. No hay la menor pretensión de objetividad en ese caso. Yo era el más educado de mi familia, no el más inteligente, pero el más educado en EE.UU., por lo tanto era el representante que libraba las batallas. Conocía personalmente a los principales personajes. Por eso me resultó tan fácil hacerlos polvo en el libro.
Por otra parte, como dijo Hilberg, fue una buena tarea. Porque me senté en la biblioteca de la Universidad de Nueva York y obtuve la microficha de todas las audiencias del Congreso sobre los bancos suizos. Y como dijo Hilberg, él había manoseado –es la expresión que usó– los mismos archivos que Finkelstein. De hecho, como dijo, las conclusiones de Finkelstein son conservadoras.
Recuerdo que me chocó cuando me di cuenta por primera vez de que la verdad era un valor relativamente insignificante en la vida intelectual pública, en la vida académica, en la vida literaria. La ideología era más importante. El confort personal era más importante. Las carreras eran más importantes.
Uno de mis libritos favoritos es La Traición de los Intelectuales de Julian Benda, que se basa en esta noción binaria de que en el mundo hay dos escalas de valores en competencia en el mundo: la fama y la fortuna por un lado, la verdad y la justicia por el otro. La tesis principal de Benda es que mientras estás más firmemente comprometido con la verdad y la justicia, menos fama y fortuna vas a ver. Por lo tanto no quiero llegar a ser demasiado popular, porque entonces estaré traicionando la verdad y la justicia.
Por otro lado, una parte de mi persona dice: “Ahora bien, el profesor Chomsky es reverenciado por muchísima gente”. Pienso que existen probablemente 10.000 o 100.000 personas que dirían: “Leer a Chomsky cambió mi vida”. Por lo tanto me siento siempre desgarrado entre la trayectoria del profesor Chomsky, que ha conquistado la adoración de tanta gente, porque cree que dice la verdad, que es un profeta, y por otra parte, recordando siempre lo que dijo Benda, que el clérigo que es popular con el lego es un traidor a su oficio.
Pero hay algo intensamente molesto respecto a los profetas. Denuncian al rey, denuncian al pueblo, predicen que alguna terrible consecuencia tendrá lugar por una mala conducta, una injusticia, y luego resulta que tienen razón. Por lo tanto, hay una autosatisfacción al ver que las predicciones calamitosas se realizan, al ser el flagelo de la gente.
A menudo es muy difícil separar el ego de este tipo de cosa. Digamos que se escribe un libro y se hace una predicción de que habrá una guerra, yo lo he hecho. Parte de uno quiere que la guerra tenga lugar porque quiere ser vindicado, de otra manera estaría haciendo predicciones absurdas. Es una especie de egoísmo intelectual. Por otra parte es una demencia total, y por lo tanto uno siempre coloca un prefacio diciendo: “Bueno, espero que me equivoque”. Pero por supuesto una parte dice: “Espero que tenga razón”, para que todos digan: “Vaya, es un profeta”.
Michael Walzer, no en Exodus and Revolution, sino en The Company of Critics, comenta detenidamente el tema de los profetas, y parte de la premisa de que un profeta tiene que estar conectado con su pueblo. No se puede ser un profeta desconectado, por lo tanto hay que amar al pueblo al mismo tiempo que se le critica. Este otro tipo de profecía –no estoy seguro de si “acoso verbal” es la expresión correcta, dice, no es realmente utilizable. Si se quiere acosar verbalmente a la gente, criticarla, tiene que ser sobre la base de una verdadera conexión con ella.
Pero si una condición previa para ser un profeta es que se tiene que amar a su pueblo, no se aplica a mi caso. No es algo con lo que me pueda relacionar.
Si uno se identifica como parte de los grupos que está criticando, significa que uno arriesga algo en el juego. De otro modo, es fácil decir que cualquier grupo de personas es moral o intelectualmente corrupto, porque todos los grupos, en general, contienen por lo menos las semillas de la corrupción.
Pienso que se puede tener interés personal en principios de justicia e indignarse cuando son violados. Sé que suena muy, como diría Walzer, abstracto y desconectado, pero es la manera en que funciono.
Y el otro aspecto es que uno tiene que ser realista respecto a sus capacidades. No tengo el alcance del profesor Chomsky, no tengo su capacidad mental, pero lo que hago quiero hacerlo bien. Soy una persona de detalle y de dominar con maestría el detalle. Ahora no siento exactamente la misma inclinación cuando se trata de Israel-Palestina, porque hay tanta gente por ahí que lo hace.
Pero cuando hablé con Chomsky sobre su inversión personal en los temas sobre los que escribe, tuvo un titubeo interesante al final de nuestra conversación. Fue como: “Sí, por cierto, la formación, la infancia, los recuerdos de mis padres, todo juega un papel en mi caso”.
Pero en su caso hay una gran diferencia. Chomsky creció en un hogar fanáticamente sionista. Había que hablar hebreo en la casa. Todo era hebreo. ¿Sabe cómo conoció a Carol? Su padre era el profesor de hebreo de Carol. Carol dijo, ¿por qué me casé con Noam? Porque era el que hablaba el mejor hebreo en Filadelfia. Había otro rival, pero él era el mejor. Por lo tanto, su hogar estaba saturado de hebreo. Mi casa estaba saturada de Holocausto.
La opinión pública y el conflicto israelí-palestino
Usted mencionó la actual conversación sobre Israel y Palestina en la izquierda. Hay algo que me molesta intensamente en cuanto al movimiento BDS [Boicot, desinversión sanciones], que es la falta de honestidad sobre lo que trata de lograr ese movimiento. Si se quiere responsabilizar a Israel ante el derecho internacional, no se puede utilizar tácticamente esas mismas cosas para producir un resultado que no está de acuerdo con el derecho internacional, o sea destruir la integridad legal y física de un Estado existente. Es intelectualmente deshonesto, es una mentira, y como táctica política es estúpida, porque trata a las personas como inocentonas.
Los puntos que subrayaría son: 1, entre la gente común del movimiento, los grupos en los campus, Estudiantes por la Justicia en Palestina, no creo que exista ningún cinismo. Quiero ser justo. El punto básico para esa gente es: Bueno, hemos tenido un movimiento por los derechos civiles, creamos una sociedad para todos, ¿no debería ser el objetivo en todas partes? ¿No es válido para Israel y Palestina el caso de Rodney King? “¿No podemos llevarnos bien todos?”
El problema es que hay conjuntos de principios en conflicto. Existe el principio de la igualdad, ante un solo Estado secular unitario. Luego existe el segundo principio, y es el derecho a la autodeterminación de los pueblos. Y el derecho a la autodeterminación de los pueblos es: “No, no queremos vivir juntos, queremos vivir por separado”.
Por lo tanto, ¿cómo se reconcilia el compromiso con el principio de la igualdad ante la ley con el principio de autodeterminación de pueblos diferentes en Estados diferentes? La literatura atará tu mente en nudos. Porque todo el tema de la autodeterminación es, ¿quién es el pueblo? ¿Es la gente de Brooklyn? ¿Son los judíos de Brooklyn? ¿Son los latinos de Brooklyn? Por lo tanto es muy complicado, pero es obvio que un fundamento del derecho internacional es el derecho a la autodeterminación de los pueblos.
Mi propio punto de vista, es que no se puede reivindicar como fundamento el principio del derecho y lo que BDS llama un enfoque basado en derechos y negar el principio fundamental que según el derecho internacional, Israel es un Estado. Es un hecho. No caben “sis”, ni “ys”, ni “peros”.
Cuando se considera la opinión de la Corte Internacional de Justicia, la última frase del dictamen, basta con leer la última frase, dice dos Estados. Quiero decir, es algo que no se puede dejar de lado. No se puede decir que se apoya una posición basada en derechos y luego que se ignora lo que dice la ley. ¡Es la ley! Y eso es lo que considero completamente inaceptable.
Existe lo que se llama deshonestidad intelectual –yo lo llamaré insinceridad intelectual, porque prefiero el eufemismo– y luego existe el lado práctico. No se va a persuadir a la comunidad judía y decir que Israel no tiene derecho a existir como Estado. Está ahí, es un Estado.
La verdad es que a las personas comunes y corrientes de ambos lados del enfrentamiento israelí-palestino se les ha utilizado como peones durante un siglo o más en un juego político, por sus propios dirigentes y los de países más grandes y poderosos.
Pero no pienso que tenga que tener un fin desagradable. Pienso que todos puedan acabar pensando que de alguna manera valió la pena y que se valorizó su dignidad.
La política no tiene que ver con razón abstracta. Tomemos el caso de EE.UU. y los mexicanos. EE.UU. robó dos tercios de México. Treinta millones de estadounidenses son de ascendencia mexicana, o sea cerca de una décima parte o más de la población. Los mexicanos que vienen a este país envían remesas a sus familias en México, que básicamente permiten que la economía mexicana sobreviva. Por lo tanto, hablando racionalmente, no deberíamos estar hablando de reforma inmigratoria, ¡deberíamos hablar de un Estado!” ¿Por qué, por lo tanto, no abolimos la frontera mexicana-estadounidense?
No se trata de política, quisiera que lo fuera, pero no lo es. Y en eso hallo que leer a Gandhi es verdaderamente útil. Para Gandhi política era: ¿qué es la opinión pública? ¿Qué es posible, dónde está ahora la opinión pública? Sobre todo lo demás, dijo, “No pierdo mi tiempo con ello”. Cuando la gente decía, “Señor Gandhi, usted está dirigiendo esta campaña sobre el alcoholismo en India porque dice que el alcoholismo es un pecado. ¿Pero por qué no tiene también campañas contra las apuestas en las carreras y el cine?” porque pensaban que el cine era pecaminoso.
La respuesta de Gandhi era muy simple. Dijo: “Porque la mayoría de los indios están de acuerdo en que el alcoholismo es un problema. No están de acuerdo en que las otras cosas sean un problema, por lo tanto no tiene sentido”.
No se renuncia a sus sueños, pero los sueños no son política. Las convicciones personales no son política. Las convicciones personales, si se convierten en tema de una convicción de grupo, se convierten en un culto. Ya sabe, Gandhi vivió dos vidas. Fue líder del movimiento de independencia indio, pero durante toda su vida también perteneció a un asram. No permitía lapiceros, no permitía ropa interior, no permitía 10.000 cosas. Fue el gurú-dirigente, y era muy estricto. Te hacía llevar la cuenta de cada segundo de cada día. Y la leía. Eso era un asram. Pero no es política, ya sabe.
La política tiene que ver con dónde se encuentra el público. Y eso para mí tiene sentido. De todo lo demás no quiero seguir hablando.
¿Por qué le gusta Whitney Houston?
Había algo tan realmente frágil en ella incluso al final de sus días. Vi la entrevista con Oprah, realmente me afectó. Obviamente quería a Bobby Brown. A pesar de toda su degeneración siguió siendo una feligresa muy pura, inocente.
Su hija llegó a casa y dijo: “Mamá, él [Bobby Brown] te escupió”, y ella dijo: “Está bien, está bien”. Y dijo que su hija había dicho: “No, no está bien”. Y yo pensé, ¿cómo podría escupir alguien a Whitney Houston?
Tal vez tenía que encontrar al hombre que le escupiera.
Porque tenía mucho poder, quería que alguien se hiciera cargo. Lo quería.
Me gustaría que se hubiera dedicado al góspel. El problema con las canciones que cantaba es que eran muy lastimeras.
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Fuente: http://www.tabletmag.com/jewish-arts-and-culture/books/102054/qa-norman-finkelstein?print=1
rCR