El ensordecedor silencio hondureño

Hace dos años escribí respecto de los pormenores políticos que sacudieron a la hermana República de Honduras. En ese momento el panorama, a pesar de verse muy oscuro, presentaba algunos elementos que podían leerse como esperanzadores, por ejemplo, la mediación de Costa Rica o la situación un poco alentadora de la OEA. Vimos luego –el mundo entero– que ni Costa Rica (su presidente “imparcial”) ni la OEA tenían reales deseos de “enderezar” la ilegítima salida de Zelaya del Poder.

No obstante, en estos dos años pudimos observar dos elementos que lograron mantener un cierto orden constitucional en la distancia: a) los países progresistas, a la vez que daban la espalda a los gorilas ilegítimos de Honduras, recibieron con honores a Zelaya; b) la OEA –sus “dueños” imperialistas– no encontró una trampa para aceptar al llamado “presidente” que montaron en el poder los oligarcas hondureños.

Ahora bien, los hispanos no somos pendejos; sabemos que los países antiprogresistas han aceptado a regañadientes las negociaciones llevadas a cabo por Venezuela y Colombia a fin de que Zelaya vuelva a su país con algunas condiciones: la obligada consulta al pueblo respecto de una constituyente y que no habrá amenaza de prisión para el presidente derrocado. Digo que no somos pendejos porque es notorio que para Lobo no existía otra salida [para ser aceptado en la OEA].

Ya veremos los nuevos acontecimientos y el supuesto respeto a las condiciones por parte de los oligarcas de Honduras. Mientras tanto, persisten dos situaciones; una ya exteriorizada y otra oculta. La primera fue la ovación que el pueblo hondureño produjo cuando escuchó –en el reencuentro de Zelaya con sus paisanos, y televisado al mundo entero– el nombre de Venezuela como artífice de dicha negociación. La segunda –la oculta– pudo palparse cuando, una vez nombrado el presidente de Colombia, en la tribuna se hizo un ensordecedor silencio. Este último gesto silencioso nos dice qué piensa y siente el hermano pueblo hondureño. También nos sirve de alerta pues esa sensación fue experimentada por quienes atacan a Zelaya y a Chávez; es decir, las cartas están echadas. Entonces, podemos decir que –a causa de las acciones “ridículas” y antipatria que hemos visto en estos dos años– lo más prudente es que nuestra posición sea de desconfianza, pues los malos no cambian; ni gorilas ni oligarcas respetan vidas y mucho menos acuerdos; ya la experiencia mundial nos lo ha demostrado bastante.

Entonces, ¿qué hacer?: seguir levantando protestas contra el país norteño que se ha creído policía del mundo; escribir, debatir y rechazar –con argumentos sólidos– las ideas imperialistas; hermanar nuestras industrias hispanas [las socialistas, por supuesto], multiplicar las ideas donde el bien social individual prive sobre lo colectivo; internalizar que los oligarcas, dentro y fuera de los contextos latinos, pretenden impedir lo que viene asomándose desde hace algún tiempo: la integración latina y caribeña; el sueño por el que murió Bolívar.


carlos13221953@hotmail.com



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Carlos Alberto Zambrano Rodríguez

Antropólogo y docente universitario.

 antropcarlos@gmail.com

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