“Que el fraude electoral jamás se olvide.
Ni tampoco los miles de muertos inocentes.”
Este martes se recordó a Heberto Castillo en ocasión del 83 aniversario de su natalicio. Me sumo al homenaje rendido a un mexicano de excepción, un verdadero patriota, que se entregó en plenitud a la procuración del progreso de la nación y del bienestar para la gente. Una inteligencia privilegiada y una voluntad sin cortapisas puestas al servicio del país, tanto en el debate como en la lucha social. Resulta de gran pertinencia recordarlo hoy cuando sus advertencias en relación al tema energético, en particular el petrolero, se convierten en inefable realidad. Castillo postulaba y recogía el sentido profundo del dominio de la nación sobre los recursos del subsuelo como instrumento inigualable de sustentación del progreso independiente y del beneficio colectivo. Cuando el régimen de López Portillo emprendió su ambicioso proyecto de explotación petrolera con vistas a la exportación, Heberto Castillo advertía la imprudencia de colocar la riqueza nacional al servicio de los intereses del mercado petrolero internacional, totalmente dominado por el gran capital estadounidense que, en tal coyuntura, crearía una vulnerabilidad insoportable para el proyecto nacional independiente, tal como sucedió. Lamentamos hoy que la ignorancia, la estulticia y la falta de visión patriótica hayan privado en las decisiones adoptadas por el régimen, con el efecto de desnacionalización que hoy se padece.
Destaca la conmemoración cuando la dirección de PEMEX se ufana en anunciar la entrega de los primeros contratos por los que se otorga a empresas particulares, principalmente extranjeras, la explotación de pozos petroleros llamados maduros, después de que la Suprema Corte rechazara la controversia constitucional planteada por los diputados federales afines al MORENA, con el argumento baladí de carecer de personalidad como parte interesada en tal controversia, de manera que sin entrar a la discusión del fondo del asunto, convalidó traición de la entrega de la riqueza petrolera.
El caso es una muestra patética de la confabulación criminal contra el interés nacional. Los campos maduros son aquellos que, después de haber sido irracionalmente explotados, declinaron en el volumen de extracción y que, en tiempos de bajos precios resultaban relativamente incosteables. La intervenida Secretaría de Hacienda dispuso el cierre de las operaciones de tales pozos y ordenó el desmantelamiento de las instalaciones para su venta como fierro viejo; el cierre de la operación pudiera haber tenido un buen sentido mientras los precios fueran bajos, pero su desmantelamiento canceló la oportunidad de reabrirlos al momento de que con los precios altos recuperaran su rentabilidad. Una mentalidad cándida pudiera calificar la medida como un error de cálculo; la verdad es que forma parte del gran proyecto privatizador y de enajenación de los recursos naturales del país.
Pero lo que duele aún más es que en la confabulación traidora participó la ignominia de la llamada izquierda moderna. Hay que recordar cómo se vanagloriaban por el supuesto éxito de la negociación de la reforma petrolera y cómo descalificaban a López Obrador por exigir la explicitación de la prohibición de los contratos como los que hoy se están otorgando; de intolerante no lo bajaban. Hoy lamentamos los mexicanos que la trampa y la traición hayan echado por la borda las advertencias de Heberto Castillo y las exigencias del Movimiento en Defensa del Petróleo encabezado por AMLO.
Y si de traiciones y de pifias recordamos, habrá que prevenir la que se prepara o se intenta para cerrar el paso de Andrés Manuel a la candidatura presidencial del próximo año. Decidir la candidatura por una encuesta abierta a toda la población es un absoluto desfiguro; es la negación de la existencia de los partidos de izquierda que tienen, no sólo el derecho, sino la obligación de ofrecer a la ciudadanía una propuesta propia. De por sí, la necesidad de acudir a la nefasta fórmula de las encuestas, habla de la falla estructural del PRD, incapaz de conducir un proceso de debate de un proyecto de nación y de decidir sobre la candidatura; hacerlo abierto a todo el público es una bofetada a los militantes.