Contrario a lo que se podía suponer, todos los indicios apuntan a que el próximo golpe de Estados Unidos y la OTAN, no será en Siria o Irán. Los dardos ahora están enfilados contra Pakistán, otrora gran aliado de Estados Unidos en el Asia Central. En esa decisión podemos adivinar causas de origen coyuntural y otras que tienen que ver con las contradicciones entre las potencias en el escenario global.
El presidente Obama acuñó la idea de llamar el escenario de guerra de esa región como Af-Pak. Con ello ha pretendido legitimar la superación del conflicto en territorio afgano al situarlo simultáneamente en el de Pakistán. El resentimiento causado por Estados Unidos en ese país por las violaciones constantes a su soberanía y los miles de civiles asesinados por los aviones sin pilotos llamados zánganos, vino a tener su colofón con el asesinato de Osama Bin Laden en ese país sin que las autoridades del mismo supieran de su realización.
En la preparación de ese teatro de operaciones, Estados Unidos intenta hacer olvidar a Al Qaeda, al asesinar a su líder y, en otro contexto aliarse con ellos en Libia, para derrocar a Gaddafi y lograr el nombramiento de Abdelhakim Belhaj -miembro de esa organización y hasta hace poco uno de los terroristas más buscados del mundo- como jefe militar de Trípoli.
La máquina de propaganda gringa ha transformado a los Haqqani en los nuevos “terroristas más buscados”. Esta red, aunque afgana, opera en territorio pakistaní y al igual que Al Qaeda fue creada por la CIA para combatir la ocupación soviética en los años 80 del siglo pasado. El gobierno estadounidense se ha apresurado a informar que opera bajo el manto y la protección de la agencia pakistaní de inteligencia, lo cual –de por sí- es una aseveración sumamente explosiva.
En ese contexto, el gobierno pakistaní ha sido puesto entre la espada y la pared y hoy está obligado a decidir entre una alianza con Estados Unidos y la pérdida de piso político interno ante el creciente desprestigio que este país tiene entre los pakistaníes. Se agrega que Estados Unidos ha fortalecido sus relaciones con India, enemigo tradicional de Pakistán, al que incluso le ha ofrecido su apoyo para que acceda a un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Colocado en ese trance, el gobierno pakistaní ha vuelto la cara hacia China, que lo considera un aliado en el ajedrez estratégico de la región. China ha ofrecido su contribución al país, interesados por su “seguridad nacional y la estabilidad regional” como afirmó el ministro de Seguridad Pública Meng Jianzhu en visita a Rawalpindi. Para China la frontera con Pakistán es tema de preocupación permanente, dados los vínculos entre los talibanes afganos con presencia en Pakistán y los separatistas musulmanes uyhedines que operan en la región de Xinjiang, al oeste de China.
Hay que estar atentos porque hasta ahora sólo hemos visto las primeras jugadas en este complicado tablero mundial que al parecer tendrá en Pakistán su próximo capítulo violento.
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