La lectura del último libro de Paúl Krugman, premio Nobel de economía (2008), cuyo titulo a primera vista me pareció poco académico: “¡ACABAD YA CON ESTA CRISIS!”, es sin embargo, en su contenido, un riguroso análisis de las opciones que los economistas keynesianos se plantean para detener la ya ruinosa crisis global capitalista. El punto de partida del texto de Krugman esta referido al impacto que según él genera la pronunciada desaceleración de la actividad económica mundial, vivida desde 2008, en el terreno humano.
El primer capitulo de su obra se concentra en demostrar como las familias norteamericanas no solo sufren financieramente por el desempleo que les agobia. No se trata de cifras que muestren la dimensión del crack que ciertamente ya son abrumadoras: Este año 24 millones de trabajadores (ras) de EEUU, que es el 15% de su población activa, están en abierto desempleo o subempleo, muy distante del 4,3% en 2007; es que también según el autor, la sequía de empleo ha arruinado vidas, golpeado a la dignidad y respeto propio, generando ansiedad y depresión psicológica entre los ya desempleados y los que se sienten amenazados por el paro. Sobre lo que califica como una pesadilla el Nobel concluye: “Desde los años treinta del siglo pasado no había tantos estadounidenses que parecían atrapados en un estado de desempleo permanente. El desempleo de larga duración resulta de lo más desmoralizador para cualquier trabajador, de donde sea.”
Un estudio de la Universidad de Michigan mostró que los trabajadores que se preocupan en demasía por perder sus puestos de trabajo informaron tener un peor estado de salud y más síntomas de depresión que los que estaban desempleados. La gran conclusión según la autora del estudio Sarah Burgard, profesora asistente de investigación de esa universidad, es que el miedo a perder el trabajo es peor que el desempleo mismo. Tal incertidumbre en periodos de crisis capitalista prolongada es una ansiedad adicional del mundo del trabajo.
Lo previamente escrito es lo que me permitió explicarme un encuentro y dialogo, en la ciudad de Madrid, con un periodista solvente intelectualmente, actualmente laborando en una agencia internacional reconocida, EFE, y cuya primera argumentación fue dejar caer una frase
que permite una acercamiento a los efectos de la crisis no solo con el instrumental económico convencional: “ Acá en España lo que hay es miedo al desempleo”.
En rigor en la Zona Euro hay 18,5 millones de desempleados, ello es el 11% de su población económicamente activa y el paro juvenil alcanza dramatismo en 21,6 %. En toda Europa el desempleo lacera la vida de 24 millones de trabajadores. El periodista de la agencia EFE tocaba lo que posteriormente llamamos consensualmente “la desesperanza paralizante” ya que sus compañeros estaban resignados a ser echados a la calle por seis meses y los que quedaban empleados aceptaban esta semana una reducción del 25% de sus salarios. Observé con interés los rostros de aquella redacción y capture una larga desolación y tristeza. El periodista que me interrogaba tiene razón, el miedo al desempleo domina en una sociedad postrada por la crisis de la deuda estatal y bancaria y el aguijón de la política de la austeridad que el FMI y la Comisión Europea le impone como sacrificio al pueblo europeo, en general, y al español, en particular.
El desempleo le es consustancial al capitalismo por razones estructurales de largo plazo en una cada vez mayor composición orgánica de capital y, por sus crisis cíclicas recurrentes de corto y mediano plazo. Esta sociedad no ha podido en su experiencia histórica universal superar este drama humano. El miedo al desempleo acompañará siempre a los que viven en capitalismo.
Este llega a su máxima expresión en periodos de depresión como el que sin dudas vive el capitalismo global. Concordemos con Krugman: “El desastre que estamos pasando es, en buena parte, una historia de mercados y dinero, pero lo que lo convierte en un desastre es su dimensión humana, no el dinero perdido”.
El poscapitalismo o la utopia socialista, por la que luchamos, supone la posibilidad de construir formas de organización de la vida humana y de la producción en el que no exista temor al desempleo ya que no dominan las relaciones del dinero y la ganancia de unos pocos propietarios. Es pensar que se puede vivir en dignidad siempre, plenos en sabiduría y con total libertad. Ello es, sin miedo a la vida.
rodrigo1cabeza@yahoo.com