y siendo más honesta que Lucrecia
por dar fin al terceto, la hice puta”
Quevedo
En otras ocasiones en mis escritos, he dicho que por ese afán que le inculcan a uno de conocer el viejo continente i sus maravillas, me ha tocado conocer quizá más a Europa que a la América, donde tribulaciones de la vida, me impidieron conocer hacia el sur, i hacia el norte, por lo menos México. Recuerdo en el bachillerato, cómo nos pintaban a Palestina, Grecia i Creta, o Sidón i Tiro o Egipto; luego de adulto recién graduado i casado, el mismo Vice-Rector de mi universidad, me contaba maravillas de Madrid, de El Escorial, o de Aranjuez, i lo monumental de Roma, o de París, la que había que ver, para después morir. Por ello cinco viajes, uno de dos años largos con beca de estudios, fueron hacia allá, cada vez más extensos, hasta conocer Dinamarca, Suecia, Finlandia o Rusia entrando por el norte, por lo cual, como turista no solamente me culturizaba viendo i estudiando, sino con diversiones que eran muchas. En donde quiera, confieso, el sexo es la primera mercancía en venta. Caminando del brazo por París en los Campos Elíseos, se me acercaba mujeres bellas, con blusas transparentes o tejidas de grandes huecos, para decirme al oído ¡Monsieur, Hotel Vedom! dándome con el codo. I en muchas ocasiones pude comprobar, que la prostitución callejera era grande i en Roma hai una Avenida, de prostitutas VIP que andan de abrigo o largas chaquetas i con un perrito lindo de mascota, que al tenerlas al frente abren la vestimenta i están desnudas o en mínima ropa interior. Por cierto, en la parte donde vi más prostitutas en Roma, es en la principal avenida que lleva al Vaticano, i en las tiendas de asuntos religiosos, se encuentran, como dicen aquí, “como arroz”. He visitado las Calles de la Chicas en las Vitrinas en Ámsterdam, en Hamburgo i hasta en Bruselas las conseguí cuando buscaba entradas para una obra de teatro. También con mi amigo Manuel i mi hijo Andrés, las tiendas de sexo en la misma Ámsterdam i en Estocolmo el Chat Noir, con una tienda espectacular. En Copenhague, en los parques, hai cajas automáticas para vender condones, i en fin, todo es sexo. Recuerdo que mi primer suegro el Dr. Finol, me dijo que en una vez que visitó Estocolmo con su amigo Castillo Plaza, entraron a un show, entre cuyos números salían bailando una serie de jóvenes como hacen las Folies, completamente desnudos, pero exhibiendo unos genitales colgantes como de niños. Dice que comentaron ¡Con razón dicen que muchas suecas se casan con negros i en vacaciones salen a buscar aventuras en España sobre todo!
Estas consideraciones, en la que no he referido las visitas al Lido o al Moulan Rouge, o El Chicote en Madrid, me las motivó un artículo enviado por un colega revolucionario, natural del Táchira, en la cual explica “las violaciones” buscadas con loco amor i repetidas veces en grado 33, por las dos suecas que acusan a J.Assange, para llevarlo a Suecia i luego que la justicia lo entregue al imperio de Atila, digo de Obama, para que lo recluyan en Guatánamo, lo torturen i luego le apliquen una científica i nada dolorosa, pena de muerte. Que se limpian aquello donde la espalda pierde su nombre, con las leyes del Derecho Internacional i los derechos Humanos, eso es lo de menos. Puros papeles con tinta. Empero, me recordó este buen chiste, donde la Iglesia, que solamente en Bélgica tiene casi 500 denuncia de violaciones de menores inocentes por parte de los santos prelados, pero la justicia del Premio Nobel de la Paz, no sabe nada. La anécdota o chiste es la siguiente: “conversaban dos suecas respecto a qué sitio o país escoger para pasar una vacaciones de primera, con aventuras sexuales”. Mira dijo la que inició la información; el año pasado me fui a España, a la ciudad de Sevilla i de allí a un pueblito andaluz que me recomendaron, donde conseguí un ejemplar hermoso, mui parecido a nosotras. Pasé una semana de luna de miel, que no te imaginas, porque el hombre es alto, atlético, bello de rostro, cabellos semi rubios, ojos claros casi azules, i no se quería bajar del monte, ni para comer. Vas allá, i preguntas por Pacorro, i todos lo conocen i te dicen donde encontrarlo. La compañera tomó todos los datos i se fue al pueblito del encanto i se hospedó en el único Hotel u Hostería que había.
Al salir a la calle bien arregladita i perfumada, se topa con un hombre trigueño, flaquito −aunque sin ojos saltones− i le pregunta: ¿Señor, usted conoce a una persona que llaman Pacorro? –Pues, ¡Pacorro González para servirle, soi yo! −No hombre, la descripción que tengo no cuadra con usted...Pues Pacorro solamente en el pueblo hai tres con mi persona, i todos somos del mismo porte. Entonces la sueca le describe: mire, me dicen que es un hombre, alto, buen mozo, atlético, pelo rubio..!
El provinciano no la dejó terminar, cuando le dijo con fuerte voz: ¡Pues hombre, ese no es Pacorro... es el párroco!
robertojjm@hotmail.com