La reciente visista a Colombia del dirigente de la derecha fascista venezolana, Henrique Capriles Radonsky, ha puesto nuevamente en evidencia el papel que desde siempre jugado por ese país como centro regional para la conspiración y desestabilización de la Revolución Bolivariana. No es causal que en Colombia existan 7 bases militares de Estados Unidos; que el centro del narcotráfico regional se encuentre radicado en ese país y pretenda busque hacer uso de nuestro espacio territorial para el traslado de las drogas producidas en Colombia hacia Europa y Estados Unidos con apoyo de la DEA; tampoco es casual que el centro de las mafias paramilitares se encuentren emplazadas en ese territorio para defender al narcotráfico y ser utilizadas de vez en cuando contra el pueblo colombiano en armas (contra las Fuerzas Armadas Revolucionaria de Colombia - Ejercito del Pueblo y el Ejercito de Liberación Nacional FARC-EP y ELN) y otros pueblos de la región; tampoco es casual que golpistas y criminales perseguidos por la justicia venezolana busquen siempre refugiarse en ese país. El recibimiento dado a Capriles por el presidente colombiano Juan Manuel Santos devela una clara intromisión de ese país en los asuntos políticos interno de Venezuela, lo que, sin lugar a dudas, marcará una nueva etapa de tensiones en las relaciones entre ambos Estados.
Cabe destacar que unos días ante de la visita a Colombia del dirigente fascista Capriles y su encuentro con el presidente colombiano, el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, había estado también de visita oficial por ese país. Entre los temas discutidos con el mandatario colombiano, el representante estadounidense hizo hincapié en el tema de la “seguridad hemisférica”, política que adelanta el Pentágono y que comprende el mantenimiento del control hegemónico imperial sobre la región por la que los aliados están obligados a establecer alianzas y colaborar con el resto de los factores políticos pro-imperialistas del hemisferio. Muchos analistas opinan que la reunión sostenida entre el Presidente Santos y Capriles, que se desconocía en principio, fue una concesión de Santos a una solicitud del vicepresidente Biden. Las consecuencias premeditadas por los estrategas imperiales que ese encuentro traería era una nueva provocación divisionista y la ruptura de las relaciones entre Venezuela y Colombia.
Pero Colombia está atada a la realidad de la región. Ese país ha desarrollado en los últimos años una relación de interdependencia con los países de la región. Las relaciones de intercambio económico-comercial entre Venezuela, Colombia, Brasil y Ecuador tienden a profundizarse provocando que crezcan las contradicciones en el seno mismo de la clase dominante colombiana entre la oligarquía productora y la comercial importadora dependiente de los capitales estadounidense, lo que obliga a su burguesía productora en el poder con Juan Manuel Santos como representante a tener más cuidado y no intrometerse en las disputas políticas internas de sus vecinos inmediatos. La inteligencia del Presidente Chávez lo llevó a comprender, desde muy temprano con el asenso de Santos al poder, aquellas interesantes contradicciones internas de Colombia. La burguesía productiva colombiana es la que tienen más que perder si se fracturan nuevamente las relaciones entre ambos países.
Santos, como jefe de Estado soberano, puede muy bien establecer relaciones y reunirse con quién crea conveniente. Es libre de hacer y actuar a su conveniencia. Nada se lo prohíbe. Pero su reunión con el representante de la derecha fascista venezolana que desconoce la legitimidad del gobierno del Presidente Maduro y, además, es acusado de las 11 muertes producidas por sus hordas fascistas en los días 15 y 16 de abril, se interpreta como un espaldarazo al plan desestabilizador imperial contra Venezuela y también como un golpe a las buenas relaciones cultivadas con mucho cuidado por el propio Presidente Chávez en los últimos años de su vida. Es una traición a su palabra empeñada frente al líder eterno de “no permitir el descarrilamiento de las relaciones entre ambos países”.
Por encima de todo, el gobierno revolucionario no debe morder el anzuelo tendido por el imperialismo. Por otro lado, el Presidente Chávez creyó y entregó parte de sus últimas fuerzas a la resolución del conflicto interno colombiano que lleva más de 49 años enlutando a ese pueblo hermano y afectando a toda la región.
La respuesta del gobierno revolucionario dirigido por el camarada Presidente Nicolás Maduro fue correcta y justa. El Presidente Santos debe aclara a Venezuela y la región sus verdaderas intenciones por la reunión con el fascista Capriles. Ya ha dado los primeros pasos positivos en ese sentido. Nuestro mediador Roy Chaderton debe regresar a la mesa de negociaciones para seguir abonando a la Paz de nuestros hermanos colombianos soñada por el Comandante Chávez.