En el año 2014 habrá dos elecciones en Colombia: el 9 de marzo se elegirá el Congreso integrado por senadores y representantes y el 25 de mayo se efectúa la primera vuelta de la elección presidencial.
El tipo de régimen político del equilibrio de los poderes de Montesquieu hace que, según sea la correlación de fuerzas, el Parlamento pueda facilitar o enfrentarse a las políticas del Ejecutivo.
La necesidad de los 99 votos para aprobar la ley habilitante solicitada por el presidente Nicolás Maduro a la Asamblea Nacional es muestra de esa relación imprecisa y variable entre los poderes.
Volviendo a Colombia, debe recordarse que en los diálogos de La Habana se aprobaría el cese de hostilidades. Será en el posconflicto, como se ha denominado la nueva fase –en caso de acordarse el fin de la guerra–, cuando se construirán las instituciones, las leyes, y las conductas de la paz.
En lo político se buscará debilitar a las élites económicas, políticas y militares enquistadas en el poder desde el fin de la colonia hasta ahora. Si no se supera esto y la exclusión social, sobre todo en el campo, la paz no podrá instaurarse.
Esos cambios serán posibles en un Congreso en el que el uribismo sea minoría. Este sector de ultraderecha desea que siga la guerra, para que no sean tocados los intereses de latifundistas elítescos como el mismo Álvaro Uribe.
Por ello, la elección parlamentaria tiene tanta importancia. Los presidenciales de centro e izquierda, considerando el apoyo que cada uno tiene, de lanzarse algunos al Congreso, derrotarían a los guerreristas.
Deben recurrir a modelos de decisión racional que permitan combinar aspiraciones individuales y el interés general, partiendo de que a la Presidencia no pueden ir todos, al Congreso sí, y podría llegar también la paz para el país.
