Conocí a Charles De Gaulle hace 50 años en Caracas. Yo anda ba no sé en qué por las estribaciones del Panteón cuando vi una multitud. Curioso, me acerqué. Derepente se detuvo una caravana y de ella emergió nada menos que el General, cuya estatura y porte no podían confundirse. Me quedé estupefacto ante quien uno veía en la televisión y en las enciclopedias. Era noticioso en esos días porque aparte de ser presidente de Francia había una Organización del Ejérc ito Secreto de ultradere-cha que se afanaba por matarlo.
Volví a él en Mayo de 1968, cuando se hizo el villano de la película porque mis héroes fueron los estudiantes, que no expresaban su «rebel día» bombardeando lico- rerías y discotecas, sino siendo inteligentes, la forma má
s radical de rebeldía.
Un día inesperado conocí, también en Caracas, a Claude Faux, secretario perso-nal de Jean-Paul Sartre por esas épocas. Entre intimidades y bogas me contó que una vez Sartre andaba en malos tratos con el gobierno, algo habitual en él. Alguien
propuso a De Gaulle meterlo preso. El general respondió secamente, como acos-
tumbraba:
—No se pone preso a Voltaire.
Con esa respuesta demostró lo que era la derecha de entonces: conservadora y respetuosa de la estatura de un intelectual como Sartre, de la cultura, la historia, la honra y la grandeza.
También demostró grandeza cuando convocó al Palacio Presidencial al gran pe-
riodista Hubert Beuve-Méry y le dijo secamente:
—Hágame un gran periódico.
El gran periodista hizo el gran periódico le Monde, que luego se volvió un perio-dicucho como cualquier nacionalucho, que también fue un gran periódico.
Europa es un continente ocupado, pero ni Francia ni lo que queda de la Gran Bretaña tienen bases militares gringas. En Francia se de be al nacionalismo de Da Gaulle, que aunque era aliado estratégico de los Estados Unidos les marcó una raya
amarilla.
A De Gaulle no se le puede acusar ni de mediocre ni de cobarde.
En una ocasión visitó la provincia canadiense de Quebec y allí lanzó la consigna separatista: «¡Viva Quebec libre!». Tuvo que abortar la gira porque al gobierno c anadiense, súbdito de su Serena Majestad Isabel II no le gustaba ni le gusta el Quebec libre. Ni Escocia.
Después de De Gaulle el único que tuvo estatura fue François Mitterrand y aho-ra... Bueno...
@rhm1947