Cincuenta y tres años encubados en el vientre de la violencia política en Colombia, por primera vez parece que vamos dar a luz, la hija, que tanto hemos anhelado, la Paz, si esa Paz que renueva los corazones y la esperanza de los más desposeídos en este País. No sin antes recordar que en 1820, Bolívar firmo un armisticio de Paz con el pacificador español Pablo Murillo, consolidando la libertad de las repúblicas del Nuevo Reino de Granada, exclamando la siguiente frase “es más fácil hacer la guerra, que hacer la Paz”
Colombia, producto de un parto histórico de violencias, desde el proceso de la invasión de europeos, el periodo de la colonia, las guerras civiles después de la muerte de Bolívar, la guerra de los mil días a mediados del siglo veinte, la guerra desatada por los conservadores contra campesinos liberales, más conocido como el periodo de la “ Guerra bipartidista” ( BOGOTAZO), el surgimiento de las Guerrillas de origen campesino ( las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia FARC; fundadas por el campesino quindiano Manuel Marulanda Vélez, la creación y fundación del Ejército de Liberación Nacional (E.L.N), Guerrilla fundada por los hermanos Vásquez- Castaño, oriundos del antiguo corregimiento de Buenavista Quindío). Por primera vez las dos insurgencias más antiguas del mundo, asentadas en esta parte del continente, vislumbran la firma de un acuerdo para la culminación de uno de los conflictos más viejos de la tierra.
Las esperanzas que en Colombia se cristalice la Paz, no depende de las dos guerrillas, ni mucho menos de un Estado, que en últimas fue el artífice en que -hombres y mujeres se alzaran en armas hace más de cincuenta años, producto de la avaricia de la clase terrateniente de ambos partidos, repartiéndose no solo el poder, sino también la tierra, despojando a los pequeños campesinos de sus parcelas a punta de intimidación y muerte. Esa paz depende exclusivamente de la fuerza ciclónica del pueblo colombiano, que en ultimas será el que convalide lo acordado entre el Estado y por qué no decir de una vez las dos Guerrillas.
¿Pero cuál es la Paz que queremos los colombianos?, ¿la Paz de los santos sepulcros?, ¿la Paz romana?, ¿la paz del silenciamiento de los fusiles?, ¿la Paz de sometimiento y entrega de armas? ¿O la Paz con equidad y justicia social?. Yo en lo personal, y creo que muchos colombianos más, nos inclinaríamos por la Paz con Equidad y Justicia Social, entendida esta como sujeto de garantías de derechos básicos fundamentales (salud, vivienda digna, trabajo digno, educación gratuita y de calidad, pero sobre todo el derecho a morirnos de viejos, es el derecho a la vida).
También que se garantice los derechos de los campesinos, los derechos de la madre tierra, los derechos de la justicia de nuestros Indígenas, los derechos del agua, los derechos de disfrutar de un ambiente sano libre de Transnacionales, que se respeten los derechos de la mujer como única afectada directa de la guerra, que los niños tengan derecho a crecer sanos, queremos alimentos libres de transgénicos, que se respete el derecho a la diversidad sexual, que se profundice la democracia basada en el artículo tres de la constitución política colombiana “ la soberanía reside exclusivamente en el pueblo”.
O, la paz que soñó el mismo Manuel Marulanda Vélez, “Queremos Paz, sin hambre, sin leyes represivas, sin mordaza a la prensa, con tierra, salud, vivienda, bienestar, empleo, crecimiento económico con desarrollo social, derecho a la vida y soberanía, para lo cual se requiere inversiones del Estado…”
Es, increíble que en estado social de derecho como el de Colombia, durante todos estos años la élite burguesa criolla, nos hayan sometido a una guerra fratricida que no la merecíamos, si por lo menos el Estado hubiera aceptado las demandas que hizo el mismo Manuel Marulanda Vélez, que en este escrito aquí enunciamos, la historia había sido otra. Pero nunca es tarde hoy en nuestra sufrida nación soplan vientos primaverales de reconciliación y Paz, a pesar de los estertores de la guerra que lo único que quieren es erigir un poder mezquino, excluyente, don solo sea privilegiada la élite terrateniente.
Contradiciendo la frase del mismo presidente Juan Manuel Santos “Macondo es la utopía de la Paz que buscamos” , la Paz en Colombia no puede seguir siendo otros cincuenta años de utopía, esta tiene que ser ya una realidad, donde hombres y mujeres de Colombia empecemos a edificar la Patria que soñaron nuestros próceres:
"El hombre de honor no tiene más patria que aquella en que se protegen los derechos de los ciudadanos, y se respeta el carácter sagrado de la humanidad: la nuestra es la madre de todos los hombres libres y justos, sin distinción de origen y condición"…
Si, ese es el honor, de materializar una Paz verdadera, donde la libertad es disfrutar lo que un Estado social de derecho debe dar, que es el bienestar para nuestras futuras generaciones, sin intolerancia, sin mezquindad. En fin esa criatura estar por nacer, que es la Paz, la debemos de proteger y que crezca con todas las garantías de no repetir la historia de barbarie y terror, heredad de una democracia castrada por la ignominia de un Estado, que por más de cincuenta años nos privó de un derecho tan esencial y fundamental, que es la Paz con Justicia social.
Dirigente Social/