En mis años de adolescente leí un libro titulado "Huracán sobre el azúcar", escrito por Jean-Paul Sartre, con motivo de su visita a Cuba acompañado por Simone de Beauvoir. Más allá del contenido del libro, abundante en información curiosa, lo que viene a mi mente es la secuela de huracanes que Cuba ha generado a lo largo de más de un siglo o aprendido a domeñar en la naturaleza de la tierra o de los seres humanos (o inhumanos).
Dije bien al citar un siglo porque Cuba ha venido sufriendo y venciendo finalmente al Huracán Imperial. Bastaría remontarnos a 1897, al comienzo puntual de la dictadura mediática, cuando la cadena Hearst desató la campaña anti española para crear las condiciones político-sociales que culminaron en la voladura del "Maine", desencadenaron la guerra hispanoamericana e interfirieron en la lucha de Cuba por su independencia.
Desde entonces, el uso de la fuerza contra Cuba se convirtió en una perversa rutina imperial; primero apoyando a dictadores civiles o militares para expoliarla y luego desatando en los últimos más de cincuenta años toda su fuerza contra los libertadores de Cuba en el siglo XX (Bahía de Cochinos, incendio de plantaciones y cultivos, voladura de La Coubre, voladura de un avión de pasajeros, intento de magnicidios, sabotaje de un barco polaco en Miami, asedio internacional, asesinato de diplomáticos cubanos en Nueva York y, sobre todo, y comprendiéndolo todo, el Bloqueo genocida).
No por la magnanimidad de un Premio Nobel de la Paz que no se ha inhibido de destruir países y achicharrar inocentes a fuerza de bombas, sino más bien por una inteligente jugada política que desestimó "expertos" y atendió a pragmáticos, se produce la sucesión de decisiones oportunas pero que no superan el huracán del bloqueo, todavía soplando, ahora con pretensiones de "brisita".
Este no es el fin de la guerra fría en nuestro continente, son tiempos de muchas guerras calientes en diversas geografías regionales, aunque en el caso específico de Cuba se trata del reconocimiento de la derrota imperial mientras que en los países progresistas del continente se ensayan nuevas formas de desestabilización, sin embargo con igual propósito de destruir democracias soberanas y procesos de justicia social.
Hay, como una evolución de la operación "Condor" de ayer a la operación "Águila Calva" de hoy. A pesar de los rugidos mediáticos, parece que estos no son los tiempos de los Marines sino de la sempiterna CIA, la NED, los súbditos endógenos y las quintas columnas.
Curioso el tema de los huracanes. Pienso en el huracán de la justicia social (Independencia de Cuba, Reforma Agraria, Reforma Urbana, Alfabetización, salud y educación gratuitas, cultura para todos, solidaridad internacional pasiva y activa, etc…) que se ha instalado en Cuba durante más de medio siglo como contrafuerza al inmisericorde huracán del Imperio. Curiosamente también de la nueva institucionalidad cubana derivaron políticas para controlar otros huracanes: Los naturales; Cuba tiene hoy el mejor sistema de protección civil de Las Américas.
Así vino Obama a Cuba, sin festejos ni fanfarrias, a testimoniar con su presencia ante un pueblo valiente, sobrio, noble, alegre y respetuoso, al que el Imperio no pudo hacerle bajar la cabeza. Por eso hoy el Imperio tiene que a acostumbrarse a reconocer a una Cuba que mira de frente, sin pestañear. Es una tregua a los métodos tradicionales que quizás no vuelvan una vez superados, además de un esfuerzo de laboratorio para crear formulas edulcorantes sobre la tierra del azúcar para seducir, contaminar y, eventualmente, intoxicar las mentes sin las rudezas obvias del pasado que no termina de irse.
En esta nueva etapa seguramente Cuba aprovechará los mejores ejemplos de la cultura y del ingenio estadounidense para beneficio de su pueblo y, al mismo tiempo, seguramente estará vacunada contra la horrible televisión del Norte, con su carga de violencia y banalidad, predicadores enloquecidos, degenerados "reality shows", consumismo desbordado, entre otros.
La verdad histórica es que la montaña cubana no fue a Obama sino que Obama tuvo que ir a la montaña cubana. Con su visita a Cuba, el Emperador reconoció la victoria cubana; por eso, en un esfuerzo estéril para compensar completó su tour desde la patria de los indomables Castro con un visita al manso Macri, heredero espiritual de la dictadura fascista argentina.
De todas estas reflexiones, se desprende una lección muy simple: CUBA NI SE SOMETE NI SE SEDUCE…
…y sin el permiso de una celebérrima cantante me animo a exclamar ¡¡¡AZÚCAR!!!
* Socialista cristiano