Donald Trump, el Martinelli yanqui

Las elecciones en Estados Unidos (EU) de 2016, cada día se parecen más a las elecciones panameñas de 2009. Hay una candidata que expresa el continuismo del régimen bipartidista, y un candidato millonario que se presenta como la ruptura, criticando los resultados sociales de la política económica y la manera corrupta como se toman las decisiones en Washington. Dice representar "el verdadero cambio" porque, al ser millonario, supuestamente él sí sabe lo que hay que hacer.

La lógica de la campaña coloca al ciudadano en la disyuntiva de decidir entre la continuidad de hacer política, representada por una candidata formalmente impecable, o elegir entre un individuo ególatra e inestable ("Los locos somos más") que dice algunas verdades que siente la gente común. Por eso, algunos vaticinan el triunfo de Trump, pese a que su discurso misógino, racista y xenófobo le ha quitado muchos potenciales votantes, pero eso no le importa, pues él le habla al trabajador blanco, cuyo nivel de vida se vino a pique con 30 años de neoliberalismo. Tanto Trump como Martinelli expresan el descrédito de un régimen político que, aunque se hace llamar democrático, empobrece a la mayor parte de la humanidad en favor del 1% más rico.

Asistimos a la crisis política del sistema capitalista, que en Europa se manifiesta como brexit y como crisis de los partidos tradicionales, que han expresado el orden pactado luego de la II Guerra Mundial, en particular la socialdemocracia. Pongamos cuidado al caso de España, con la crisis para formar gobierno, la crisis del PSOE y el surgimiento de Podemos. También el crecimiento de la extrema derecha en Alemania o Francia. Es la manifestación política de una crisis mundial de la globalización capitalista, cuyos otros síntomas son varias crisis: la económica, la humanitaria expresada en millones de personas que huyen de unos países hacia el norte, la guerrerista que ha destrozado al Medio Oriente, la ecológica y del cambio climático. Incluso la crisis de los gobiernos "progresistas" de Latinoamérica.

El problema es si Trump representa un verdadero cambio o "más de lo mismo", como Martinelli. Se habla de una vuelta al proteccionismo, pero los mayores beneficiarios de la globalización han sido las empresas estadounidenses, incluidas las franquicias de Trump. El neoliberalismo destruyó el nivel de vida de los trabajadores en EU en favor de las grandes compañías monopólicas. Las fábricas ensambladoras en México o China han permitido aumentar sus ganancias, incluso la migración y los millones de indocumentados han favorecido la acumulación capitalista por los bajos salarios.

¿Como empresario, Trump se hará el harakiri? No. Al igual que no lo hizo Martinelli. Si gana, surgirá una variante más radical de la globalización que succionará, incluso mediante la guerra, más riqueza hacia el imperio estadounidense. A lo interno, igual que el neofascismo en Europa, se desviarán las culpas de los capitalistas hacia los negros, los inmigrantes, etc. EU no necesita un Trump, sino un gobierno que no tema tocarle el bolsillo a los multimillonarios de Wall Street, que restablezca los derechos laborales y sociales, y que ponga fin a la depredación y al saqueo del resto del mundo.



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Olmedo Beluche


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