Trump presidente: ¿Qué se puede esperar?

Una conclusión sobre la que parece haber consenso internacional es que la potencia global que es EEUU atraviesa un período ganado por la incertidumbre. Incertezas que se trasladan al resto del mundo que ya venía sacudido por las evidencias de que la globalización neoliberal estaba empantanada y que en muchas regiones crecían las tendencias proteccionistas, muchas de ellas emparentadas ideológicamente con las que enuncia Donald Trump.

El resultado electoral en las presidenciales de EEUU parece más sustentado en la debacle del partido demócrata que en los méritos del candidato triunfante. Millones de afroamericanos, de hispanos y de trabajadores, voto tradicionalmente cautivo de los demócratas, han virado hacia el partido republicano, con un agravante: Trump triunfó incluso sobre su propio partido. Se ha abierto así un período de fuerte incertidumbre que trasciende las fronteras y se expande también al ámbito internacional.

Si alguien se guía por los dichos en la campaña electoral del presidente electo, este no pareciera tener –tanto en el plano local como en el internacional- un programa detallado, más bien se trataría de una serie de enunciados a veces contradictorios entre sí. Más allá de haber sido caracterizado como incompetente e inculto, entre otros epítetos de sus opositores, su personalidad es la de un hombre de negocios de esta época, que mira todo a través de la óptica mercantilista. Conservador y muchas veces errático, pero que muestra una continuidad en su xenofobia, su racismo y su sexismo. En lo que va desde que se conocieron los resultados hasta ahora se ha preocupado por fortalecer un polo derechista extremo y seleccionar un conjunto de reaccionarios para cubrir puestos institucionales, especialmente en las áreas de seguridad.

Para agregar mayor incertidumbre el resultado de las urnas le ha otorgado la mayoría en ambas cámaras –de representantes y de senadores- aunque los republicanos no lo acompañaron mayoritariamente. Por lo tanto cual será el apoyo de su base parlamentaria es por ahora una gran incógnita.

Política interna

En el plano interno sus políticas parecen estar orientadas a recomponer en parte el tejido industrial, devastado por la relocalización de empresas y las nuevas tecnologías y a reparar la infraestructura pública, presupuestariamente abandonada desde hace años. El centro de su estrategia radicaría en incrementar en dos años la tasa de inversión de capital, para logar recuperar índices de productividad y mejorar la competitividad internacional. Para esto priorizará al sector empresario, reduciendo el impuesto a las ganancias de las corporaciones en 20 puntos, llevándolo al 15 por ciento, y cobrando una tasa por única vez del 10 por ciento para las que repatríen las ganancias retenidas en el exterior, calculadas en 2.5 billones de dólares. Desregulará los distintos mercados -incluido el financiero-, flexibilizará las normas de protección ambiental -favoreciendo especialmente al sector petrolero y carbonífero.

La sumatoria de un fuerte gasto público y la pérdida de recursos por la reducción de impuestos redundaran en mayor déficit fiscal y en presiones inflacionarias con lo que aumentara la tasa de los bonos, se encarecerá el financiamiento y se hará más costoso atraer inversiones para países como Argentina y Brasil.

Política y geopolítica

En el plano internacional su objetivo es el regreso al sueño americano de posguerra, América Primero fue su eje de campaña. Buscará entonces reposicionar a los EEUU en el centro del poder mundial, para lo que podría desplegar iniciativas en múltiples direcciones.

Como primera prioridad ha hablado de renegociar el Tratado de Libre Comercio con Canadá y México (NAFTA), lo que traería serios problemas para este último país ya que el único sector de su economía que funciona relativamente bien es el exportador. Se congelarían las tratativas por los acuerdos Transpacífico (TPP), ya firmado por 11 países de Asia y América del Sur, al que solo le falta ser refrendado por los parlamentos de la mitad de los países firmantes, y Transatlántico (TTIP) con la Unión Europea. Esto puede traer serias controversias con los países involucrados y también con las multinacionales, impulsoras y principales beneficiarias de estos acuerdos liberalizadores del comercio y las inversiones.

Si cumple su promesa de subir los impuestos a las importaciones provenientes de China podría desembocar en una guerra comercial entre las principales economías del mundo acentuando así un proteccionismo generalizado y puede exacerbarse la disputa por el control del Mar de la China del Sur, por donde transita el 50 por ciento del comercio mundial.

Si cumple con dar marcha atrás con el descongelamiento de las relaciones con Cuba manteniendo el bloqueo y rompe el acuerdo con Irán; si lleva adelante sus propuestas de que los países integrantes de la OTAN y Corea del Sur paguen por la protección militar que reciben de EEUU, podría bloquear las reformas en la isla y desatar una carrera armamentista en Japón y Corea del Sur, para protegerse de China y en los países de raíz sunita (Arabia Saudita y otros) para enfrentar a Irán, que podría retomar su programa nuclear con fines bélicos. El mundo árabe tiene sentimientos contradictorios, los países más abiertamente pro-capitalistas ven con buenos ojos a un magnate millonario, pero están recelosos por su relación privilegiada con el presidente de Rusia, Vladimir Putin, y la situación en Siria. Como se comprende se incrementarían los riesgos militares en un mundo ya cruzado por numerosas guerras locales y podrían debilitarse las relaciones con tradicionales aliados. Si algo faltara se ha manifestado contra la solución dos estados en Palestina.

"Trump construye muros mientras China levanta puentes" se dice en los mercados mundiales. Conviene tener presente que el presidente de la potencia asiática Xi Jinping acaba de hacer una gira por Perú, Ecuador y Chile y asistió a los funerales de Fidel Castro en Cuba, todo a pocos días de las elecciones estadounidenses. Como se ve la potencia asiática está dispuesta a disputar espacios en el patio trasero de EEUU.

Recalculando

El capital financiero –recordemos que apoyó masivamente la candidatura demócrata de Hillary Clinton- ha dado un vuelco impresionante a la compra de activo bursátiles -del orden de los 27.000 millones de dólares- con lo que los principales indicadores de Wall Street alcanzaron niveles records mientras que el dólar ha vuelto a fortalecerse. La OCDE, contrariando sus estimaciones anteriores sobre la debilidad de la economía estadounidense, ahora estima que el alza del crecimiento de EEUU en los próximos dos años puede sacar al mundo del estancamiento que arrastra desde la crisis del 2008. Mientras que el Deustche Bank estima que EEUU va a crecer el 2.3 y 3.5 por ciento en 2017 y 2018 respectivamente y que el desempleo podría perforar a la baja la tasa del 4 por ciento.

Todo es por ahora muy incierto en un mundo convulsionado y falto de horizontes. No falta tanto para la asunción el 20 de enero, mientras tanto conviene recordar esa dura constatación que recorre desde hace bastante tiempo la vida política estadounidense: sus presidentes no logran hacer lo que se proponen sino apenas lo que pueden.

El autor es integrante del colectivo EDI -Economistas de Izquierda.



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Eduardo Lucita

Integrante del colectivo EDI (Economistas de Izquierda).


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