Hace ya tres lustros que ocurrió un hecho trágico en el Hotel Palestina, en la ciudad de Bagdag, donde se encontraban alojados una serie de periodistas que cubrían las incidencias de la invasión norteamericana a esa tierra ilustre de la Mesopotamia antigua, confluencia de la civilización de los ríos Eufrates y Tigris, la de los famosos ¨Jardines Colgantes de Babilonia¨. Apenas un acontecimiento de la guerra que libran los estados poderosos de occidente, bajo la supuesta acusación aún no demostrada de que el gobierno de Sadam Hussein poseía armas de destrucción masiva, como la que ocurrió luego en Libia, y la que continúa en Siria, campo de batalla, como parte de la conquista de territorios plenos de historia, y llenos de ese hidrocarburos que sigue queriéndolo o no, al mover la maquinaria de exterminio, entre ellas la que proviene del mayor Estado militar-industrial y mediático como son los EEUU.
Allí en dicho sitio, se encontraba también un periodista español, de nombre José Couso, muerto por manos y mente de soldados norteamericanos que ocultados en una tanqueta, a unos 1500 a 1800 metros de distancia de ese Hotel, según narra su hermano David, ellos hijos a su vez de un Teniente Coronel español, cuya esposa de manera valiente con el resto de su familia han mantenido una querella que continúa solicitando se le aplique a quienes ordenaron y ejecutaron tan horrendo crimen, como un Crimen de lesa humanidad. Por más que han aportado pruebas y testimonios de soldados que operaron en la acción, mostrando como cada una de las hipótesis sostenidas no tenían validez y viniendo la orden de sus superiores para que no existiera la presencia de periodistas en el lugar, no obstante se encontraban protegidos por la Convención de Ginebra, no importó nada, despacharon desde un cañón de 120 mm contra los pisos del Hotel donde se estaban los periodistas, sin otra arma que las sus aparatos de filmación y sus equipos normales de trabajo. Nada se pudo hacer para disuadir a los asesinos militares norteamericanos, la batalla la perdieron quienes cumplían su misión de informar, en una guerra sin sentido, donde gran cantidad de víctimas civiles continúan siendo el blanco de los disparos, de ayer, como los que ordenó el señor trump, en minúscula no obstante su poder imperial, y que justifican tantos gobiernos al día de hoy, para continuar destrozando y acabando con países que no le son fieles a sus designios imperiales, donde ahora no rige el imperio de la ley, sino la Ley del Imperio.
Asesinos, de vieja calaña, similares a quienes fueron finalmente juzgados como criminales de guerra en Nuremberg, pero hoy silenciados por leyes aprobadas, hasta por el gobierno español como lo mencionaba el hermano de José, David Couso, o como clamaba la madre al tener como ejemplo de dignidad, la lucha que continúan dando las Madres de la Plaza de Mayo, hoy en día, ante un gobierno que las persigue en Argentina, junto a la sumisión al gobierno y al modelo gringo, en intenciones y acciones.
Gesta heroica, la de la madre de José Couso, de su hermano David, y de tantos otros que luchan no solamente en Irak, en Libia, en Siria, y en tantos lugares del mundo para que desaparezcan las guerras, en un mundo cada vez más en peligro de que estallen conflagraciones mundiales de seguir el empeño de considerarse, el gobierno USA, como los guardianes del mundo, esos y otros gobiernos de una u otra calaña, algunos de los cuales deberían estar sentados en el banquillo de los acusados, como aquellos de los crímenes cometidos por el nazismo alemán, hoy quitándose la máscara queriendo pasar por paladines de una democracia en crisis, donde más recursos cada vez van destinados a la guerra, dejando de lado la satisfacción de las necesidades sociales humanas básicas, pero esto no les importa, como no les importó a quienes se encontraban en la tanqueta disparando hacia el Hotel Palestina, o quienes emitieron la orden de aplicar las bombas atómicas de Nagasaky e Hiroshima, o quienes cínicamente desde Washington ordenan disparar más de 50 misiles culminando muchos de ellos en hospitales y generando más muertes en la guerra que continua en Irak.
Asesinos, con impunidad para matar a nombre de la democracia occidental, vaya paradoja de la existencia en el cuarto lustro, del tercer siglo, de los inicios del tercer milenio.