Ninguna cumbre informal como la convocada en Bruselas por la Comisión Europea sobre migración y asilo había despertado tanto interés y polémica. Los Estados miembros afrontaron a cara de perro el encuentro de jefes de Estado y de Gobierno del 28 y 29 de junio, y parece que es urgente buscar y encontrar soluciones de consenso para desactivar una crisis que amenaza con hacer volar por los aires uno de los pilares básicos de la Unión: la libre circulación de personas.
A la oposición de Austria y los países del este a las cuotas para la distribución equitativa de personas migrantes, se añade el conflicto norte-sur, magnificado por las circunstancias en Italia y Alemania. La primera lleva años pidiendo solidaridad a Europa y ahora, con un gobierno populista, amenaza con romper la baraja.
En Alemania son los socialcristianos bávaros los que, ante el ascenso del populismo en las encuestas, quieren cerrar las fronteras, lo que amenaza la supervivencia del gobierno de Merkel, problema que parece haber encontrado hoy mismo solución. El problema que parece ocuparlo todo es una falta clara de solidaridad.