AMLO y nuestra América

La resplandeciente victoria de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y la coalición Juntos haremos historia en las elecciones presidenciales del domingo 1 de julio ha constituido un claro plebiscito contra el neoliberalismo. Ello la coloca en el ciclo de gobiernos antineoliberales iniciado en nuestra región en 1999. Uno de cuyos antecedentes es el levantamiento indígena de Chiapas en 1994. La victoria lopezobradorista estimulará de nuevo a América Latina y el Caribe hacia el rumbo progresista. México, segunda economía de la región, con grandes recursos naturales, más de 132 millones de habitantes y un denso acumulado histórico y cultural ejerce un peso político enorme en nuestra América. Sobre todo, si su gobierno es independiente en política exterior.

Este sería el caso con AMLO, que ha dicho que no se va a subordinar a la política de ninguna nación extranjera. Si a ello añadimos la afirmación de que se apegará, en política exterior, a los principios de no intervención y de solución pacífica de las controversias, podemos deducir que su gobierno dejará de participar en el Grupo de Lima y las ilegales sanciones contra Venezuela, cuyo objetivo es el derrocamiento de su gobierno constitucional. Sumado a lo anterior, al invocar el apotegma juarista de todo por la razón, nada por la fuerza, el presidente electo de México sintoniza con el espíritu y las esencias de la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz acordada por la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en la II Cumbre de La Habana. No es aventurado adelantar que a partir de diciembre la política exterior mexicana asumirá su compromiso con este importante documento, de raíz juarista, que establece el derecho de cada pueblo a darse la forma de gobierno que decida. Igualmente, sus miembros, en acato al derecho internacional y la Carta de la ONU, se obligan a abogar por la solución pacífica y negociada de las controversias y a oponerse a toda forma de intervención extranjera en la región.

Es obvio que AMLO va a fortalecer el papel del Estado y la inversión pública en la economía y en el desarrollo, lo que unido a los ambiciosos programas sociales, educativos, culturales y anticorrupción que ha anunciado y a los citados principios de política exterior, lo distancian de prácticas consustanciales al neoliberalismo. Lo mismo puede decirse de las becas para jóvenes que no estudian ni trabajan y las ayudas económicas para personas de la tercera edad y con capacidades diferentes.

El cumplimiento, ya anunciado, de los Acuerdos de San Andrés, que reconocen los derechos y cultura de los pueblos indígenas, implicaría que la oligarquía y las transnacionales no podrían continuar arrebatando y despojando a esos pueblos de sus tierras ancestrales. El pedir el consentimiento de los pueblos para desarrollar megaproyectos constituirá una acción antineoliberal de gran trascendencia.

La victoria de AMLO es una gran conquista del pueblo mexicano. Organizado y motivado por su auténtico liderazgo personal y del partido Morena, un importante sector nacional impulsó lo que varios analistas han calificado de insurrección pacífica electoral contra el neoliberalismo. No solo contra sus terribles consecuencias en el deterioro del bienestar económico y social de la población, en la sujeción inapelable de la existencia a los designios del mercado, sino contra la espiral incontrolada de violencia que tantos sufrimientos ocasiona.

Millones de personas hartas de esta situación y sedientas de un radical cambio de rumbo, sumaron sus votos a los de la fuerza organizada en Morena. El resultado ha sido una afluencia de 63 por ciento a las urnas, la llegada de AMLO con gran legitimidad a la presidencia al obtener el 53 por ciento de los votos, mayoría para Morena y sus aliados en ambas cámaras del Congreso, conquista de 5 de 9 gubernaturas en liza, incluyendo la capital y el estratégico Veracruz, así como de congresos estatales e importantes alcaldías. Pero aun la gubernatura de Puebla podría engrosar su cosecha.

La mayoría legislativa permite a AMLO aprobar y modificar leyes aunque no la Constitución. Una ventaja. Pero no hay duda de que la derecha hará todo lo posible por debilitarlo y desprestigiarlo desde antes de la toma de posesión, para la que faltan 5 largos meses. En la historia de nuestra región, el vecino del norte nunca ha aceptado gobiernos independientes y progresistas. Un pueblo unido y organizado es el primer requisito para defender el de AMLO.



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Ángel Guerra Cabrera

Periodista, profesor en Casa Lamm, latinoamericanista, romántico y rebelde con causa. Por una América Latina unida sin yugo yanqui. Vive en México, D.F.

 aguerra21@prodigy.net.mx      @aguerraguerra

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