Queridas y queridos brasileñas y brasileños.
Les escribe un venezolano que en su país, junto a mucha gente, lucha contra el gobierno de Nicolás Maduro, y que hace esta carta para pedirles que el próximo domingo 28 de octubre, le den un respiro de esperanza a toda América Latina, y al mundo entero, votando para impedir que el horror representado por Jair Bolsonaro llegue al palacio de Planalto. No les debiera sonar contradictorio pero, por si acaso, me explico.
Lo que Maduro quiere para la Orinoquia es lo mismo que Bolsonaro quiere para la Amazonía. Juntos parecen querer secar a los manantiales del mundo para volverlos oro, coltán, uranio, etc. No necesito más para identificarlos. Ni para explicar por qué no es contradictoria mi posición. Uno se precia de ser de izquierda y el otro de ser de derecha, pero ambos están atentando mortalmente contra el agua, contra la biodiversidad, contra la vida. Se pueden meter en el saco de los que creen que la Pachamama es mercancía.
Pero lo mío es más profundo, sobre todo más personal, porque Bolsonaro se metió con Paulo Freire y Freire es un componente primordial de mi existencia. Fue en 1972 cuando, como tantísimos otros y otras jóvenes a lo largo y ancho de América Latina, empecé a estudiar a Freire y a apoyar algunas incipientes prácticas educativas freirianas. De ahí en adelante Freire, sus principios y propuestas pedagógicas, ha sido una espiritualidad presente en toda una vida de militancia. Agredir a Freire, como ha hecho Bolsonaro, es agredir el imaginario emancipatorio de los pueblos. Es agredir la voluntad de buscar la liberación enfrentando la dominación. Reconociendo a plenitud la existencia de ambas categorías. Existe la dominación. En ella estamos, y por eso buscamos la liberación. Eso, a Bolsonaro, le suena extremadamente a marxismo, a izquierda, a Dom Pedro Casaldáliga, pero no es más que un reconocimiento puro y duro de la realidad, máxime en el país más desigual del planeta. Es como si alguien combatiera al instinto de sobrevivencia de la humanidad.
La primera vuelta de las elecciones tiene lecturas muy complejas. No pienso que los afrodescendientes hayan votado por el super racista discurso de Bolsonaro, ni la comunidad LGBT por su abierta homofobia, ni los ambientalistas por su decidida voluntad extractivista. Ni las mujeres por su ultra machista defensa del patriarcado. En la avalancha que significó más del 45% de los votos por esa mala imitación de Donald Trump, hay un pase de factura a la incoherencia y, en muchos casos, a la abierta traición al pueblo de Brasil y a sus propios principios que el PT llegó a encarnar.
Ese electorado no-bolsonarista, que votó por Bolsonaro para expresar su indignación anti-corrupción, ya se hizo escuchar. Ahora, para explicitar su existencia, su dimensión y su peso específico, tiene en su voto anti-Bolsonaro la posibilidad histórica de impedir que de su muy justificada indignación se aproveche el perverso fantasma de Humberto de Alencar Castelo Branco y lo peor de lo peor que hay por el mundo en estos tiempos, de Donald Trump a Rodrigo Duterte pasando por Iván Duque.
Vuelvo a Paulo Freire y a su llamado a aprender de la vida, a rescatar el conocimiento y el saber que mana de nuestra propia experiencia. No pienso que el pueblo brasileño indignado por la corrupción pueda creer que castigarse a sí mismo, con una democrática promesa de dictadura que honestísimamente ha hecho Bolsonaro, permita un procesamiento crítico y autocrítico de la experiencia de la corrupción. Creo que, por el contrario, solo una presidencia de Fernando Haddad, muy consciente de que la fuerza que lo llevó a Planalto no sólo no es del PT, sino que le tiene cuentas históricas pendientes a éste, podría ser el espacio político para ese proceso de aprendizaje necesario. Para que nunca más haya "Lava jatos". Esa posibilidad la da el hecho de poder votar por Fernando Haddad sin votar por el PT.
Ahora bien, si todos esos argumentos no bastaran yo invocaría a los espíritus. Empezaría pidiéndole a Dom Hélder Cámara que encabece la gran asamblea de voluntades con Jorge Amado como secretario de Actas, Paulo Freire dirigiría el debate, no faltaría más, y en el derecho de palabra están anotados Elis Regina, Garrincha y Vinicius de Moraes. El único punto a tratar es cómo impedir que el domingo 28 de octubre de 2018, el pueblo brasileño, en un momento de ofuscación, atente no sólo contra su vida, su esperanza de libertad y justicia, sino contra la posibilidad misma de que América Latina pueda seguir luchando, soñando otro mundo posible.