China le para los pies a Bolsonaro

Horas después de la consagración de Jair Bolsonaro como presidente electo de Brasil, un editorial de Global Times advierte que una actitud intransigente hacia Pekín o una alianza con Taiwán, cosechará más problemas que ventajas para el nuevo Gobierno.

Durante la campaña electoral, Bolsonaro se empeñó en atacar a China y la acusó de querer "comprar Brasil". Fue más lejos al retratar a China, de acuerdo con DefesaNet, como un "predador que quiere dominar sectores cruciales de la economía" de Brasil. Agregó que los chinos no deberían ser autorizados a comprar tierras en Brasil o a controlar industrias fundamentales.

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Según el informe de Reuters, una de esas empresas que preocupan al presidente electo es China Molybdenum, que adquirió una mina de niobio (usado en el acero por empresas aeroespaciales y automovilísticas) por 1.700 millones de dólares en 2016. Para Bolsonaro, ese tipo de emprendimientos debería quedar en manos brasileñas, ya que el país controla el 85% del mercado mundial.

Los militares que acompañan a Bolsonaro tienen una posición nacionalista, como la que mantuvo el propio capitán de reserva, que desde siempre se opuso a las privatizaciones de empresas estatales. Ahora se opone a la privatización de Eletrobras, anunciada ya bajo el actual gobierno de Michel Temer, ya que sus compradores podrían ser chinos.

En paralelo, Bolsonaro visitó Taiwán en febrero pasado, siendo el primer candidato presidencial del país en dar ese paso desde que Brasil reconoció a China en 1974. La Embajada china en Brasil emitió un comunicado calificando el viaje como "una afrenta a la soberanía y la integridad territorial de China".

Las actitudes del ahora presidente electo llamaron la atención de Pekín, al punto que hubo por lo menos dos reuniones entre diplomáticos chinos y algunos de los principales asesores de Bolsonaro. Una de ellas fue con el futuro ministro de Economía, Paulo Guedes, en septiembre, para debatir la importancia del relacionamiento bilateral. China es un gran comprador de soja y mineral de hierro y es el principal mercado de las exportaciones brasileñas, muy por encima de EEUU.

El nuevo presidente, que fue saludado con una subida de las bolsas por las reformas planeadas y la prometida reducción del déficit fiscal, tiene escaso margen de negociación, ya que el agronegocio tiene una poderosa bancada en la Cámara de Diputados, que puede llegar al 40%. Aunque la mayor parte de los agricultores lo apoya, quieren mantener buenas relaciones con China, ya que es no sólo el mayor cliente sino que ha crecido su importancia ya que la guerra comercial desatada por Donald Trump está llevando a Pekín a aumentar sus compras en Brasil. "La economía es mucho más importante que la propaganda para conseguir votos", dijo un ejecutivo a Reuters.

Días atrás, Bolsonaro enfatizó que sus aliados internacionales preferidos son Israel, Italia y EEUU. En 2017 atacó a las minorías en una visita al Club Hebraica en Río de Janeiro. Según el diario El País (edición brasilera), la visita formaba parte de "un plan exitoso para aproximarse a empresarios y políticos judíos para el apoyo a su candidatura". Pero esta actitud dividió a la comunidad judía, ya que otras instituciones como la Confederación Israelita de Brasil mostraron un apoyo incondicional a las minorías atacadas por Bolsonaro.

El candidato que se bautizó en el río Jordán en mayo de 2016, afirmó que seguirá los pasos de Trump para trasladar la Embajada de Brasil de Tel Aviv a Jerusalén. Poco después de ese episodio, en el segundo semestre de 2017, quienes apoyaban a Bolsonaro rompieron con las instituciones judías tradicionales creando la Asociación Sionista Brasil-Israel, destacando sus diferencias con las izquierdas.

Otros líderes mostraron su cercanía con Bolsonaro, como Matteo Salvini, ministro del Interior italiano, y el propio Trump, quien luego de una llamada de apoyo dijo que acordaron que "Brasil y Estados Unidos trabajarán cerca en temas de comercio, militares y todo lo demás".

Este clima de euforia fue rápidamente enfriado por el editorial del Global Times del 29 de octubre, titulado '¿Revertirá el nuevo Gobierno brasileño la política de China?'. Se trata de una pieza importante, calculada milimétricamente, suave y amenazante a la vez, como suele ser la diplomacia oriental.

Comienza diciendo que Bolsonaro es un "Trump tropical", recuerda las acusaciones que hizo a China durante la campaña pero, a renglón seguido, destaca que comenzó a cambiar su tono hacia el final, diciendo que "vamos a hacer negocios con todos los países y China es un socio excepcional". Agrega que es "impensable" que Bolsonaro reemplace el comercio Brasil-China por el comercio EEUU-Brasil.

En primer lugar, recuerda que Brasil tiene su mayor superávit comercial con China, de unos 20.000 millones de dólares. "La guerra comercial entre China y los Estados Unidos ha impulsado aún más las exportaciones de soja de Brasil a China", dice Global Times.

En segundo lugar recuerda que el eje de la política de Bolsonaro nunca fue la cuestión internacional sino los asuntos domésticos, para agregar de inmediato que "China nunca interfiere en los asuntos internos de Brasil", cuestión enteramente cierta.

A partir de ahí, Pekín blande la espada. "Su viaje a Taiwán durante la campaña presidencial provocó la ira de Pekín. Si se sigue haciendo caso omiso del principio básico sobre Taiwán después de asumir el cargo, tendrá un costo aparentemente muy alto para Brasil".

En el párrafo clave destaca: "Muchos observadores tienden a creer que Bolsonaro, que nunca ha visitado China continental, no sabe lo suficiente sobre el poder oriental. Pekín debe prestar atención a que atacó a China durante la campaña y creía que una postura hostil hacia el mayor socio comercial de Brasil lo ayudaría a ser elegido".

En buen romance, el Gobierno de China está diciendo que no le teme a las amenazas, pero sobre todo asegura que tiene armas mucho más potentes para responder a una eventual ofensiva de Brasil en cualquiera de los terrenos. En efecto, si China dejara de comprar soja y mineral de hierro, la economía brasileña, que ya enfrenta una situación grave, podría verse en un callejón sin salida.


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Raúl Zibechi


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