El pueblo de México decidió en elecciones masivas, libres y transparentes que Andrés Manuel López Obrador, un dirigente nacionalista, progresista y de izquierda, sea su Presidente por los próximos seis años. Su dignidad, honestidad, constancia y verticalidad frente a poderosas mafias políticas y económicas le dio la victoria con un sorprendente 53% de respaldo popular, superaba así dos derrotas previas originadas en descarados fraudes del viejo establecimiento político. Es el primer Presidente en setenta años que no forma parte de esa elite. Por ello, y por lo que significa esa nación, ha generado la expectativa en relación al destino de su gestión.
México es un gran país, con larga tradición de luchas populares, con una economía que está entre las 15 más grandes del planeta y la segunda de Latinoamérica y el Caribe, 1.2 billones es su PIB. Desde hace más de tres décadas ensaya un proceso económico sustentado en el ensamblaje de piezas importadas de libre arancel (maquila), que si bien instaló una base industrial importante no significó el salto al desarrollo dada la alta transferencia de valor a la economía norteamericana. Estructura económica sustentada en el mercado direccionado a las exportaciones, con un comercio exterior arbitrado por los tratados de libre comercio con más de 40 países, el más relevante el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, TLCAN, renegociado con Canadá y EEUU este mismo año, con una exacerbada dependencia con respecto a este: 85% de sus exportaciones y 50% de sus importaciones. De hecho, desde su firma en 1992 hasta el presente su comercio con los EE.UU se triplicó, al mismo tiempo se produce el ocaso de su condición de potencia petrolera, al reducir sus exportaciones de hidrocarburos del total de 67% en 1980, a 5.8 % en 2017, espacio ganado por las exportaciones de automóviles, piezas y repuestos, camiones, computadoras, teléfonos, instrumentos médicos. En 2017 las exportaciones mexicanas alcanzaron una cifra record, nada despreciable, de 409 mil millones de dólares. Para que se tenga idea comparativa obsérvese qué las exportaciones de computadoras desde México ese año, representaron 22 mil millones de dólares, literalmente el monto de las exportaciones petroleras de Venezuela.
Los problemas que asumirá AMLO tienen un alto grado de complejidad. México es muy desigual, el 43% de su población está en situación de pobreza, su PIB per cápita de 9.600 US$ no se corresponde con el tamaño de su economía; la exclusión educativa es estructural, la matrícula escolar, en términos absolutos, se ha reducido dramáticamente de 116 mil en 1980 a 103 mil en 2017; en ese año ocurrieron 32 mil homicidios explicados, en su mayoría, en la inseguridad generada por las mafias del narcotráfico; cerca de 13 millones de mexicanos han salido de su país como migrantes, el 90% hacia los EEUU; la corrupción es un cáncer generalizado que copo las principales instituciones del Estado.
Tres compromisos resaltan en el nuevo Presidente, confrontarse con la corrupción y la impunidad, afirmando que México será un "país modelo que demostrará al mundo que acabar con la corrupción es posible", reactivar la economía y la pacificación del país. Ambiciosas metas cuya base de sustentación es que la economía mantenga su estabilidad macroeconómica y pueda crecer sostenidamente.
Tengo confianza que así será; de una parte, por el excelente equipo de profesionales del área económica financiera que responsablemente ha nombrado, entre otros, Carlos Urzúa Macías, profesor universitario, doctor en economía, matemático y con obra escrita, su Ministro de Finanzas; Graciela Márquez, doctora en economía, especialista en políticas industrial y comercial, Ministra de Economía e Industria; Roció García, ingeniera química, experta en el área petrolera y petroquímica, Ministra de Energía; Víctor Villalobos, ingeniero agrónomo y doctor en ciencias genéticas vegetal, Ministro de agricultura y alimentación.
De la otra, porque al anunciar una política fiscal responsable, no dispendiosa, sin financiamiento del Banco Central, intenta garantizar que la economía mexicana no destruya su sistema de precios y se sumerja en procesos inflacionarios donde los más débiles se hacen más débiles. Observo que su apuesta principal económica está en la reindustrialización del país: "Desde el primero de enero próximo entrara en vigor la zona libre a lo largo de los 3 mil 180 kilómetros de frontera con EEUU. Esta franja de 25 km de ancho se convertirá en la zona libre más grande del mundo. Allí se cobrará lo mismo de impuestos y costara igual los energéticos que en California, Arizona, Nuevo México y Texas, de la Unión Americana. En otras palabras, se reducirá el IVA de 16 a 8%. El ISLR bajara al 20%. La gasolina, el gas y la electricidad costaran menos que en el resto del país y se aumentara al doble el salario mínimo". El impacto de esta medida, de las nuevas refinerías que construirán y la otra zona económica libre en el sur del país, son augurio de prosperidad
Al no errar en el manejo profesional y científico de la economía y, no dejarse atrapar por la corrupción, podrá demostrar la izquierda mexicana que si es posibles gobiernos progresistas, anti neoliberales, exitosos. Tengo la convicción que México, en el periodo de AMLO, creando un clima amigable y de seguridad jurídica, recibirá un importante flujo de inversión privada, este es el principal combustible para que crezca la economía y se genere la riqueza material que cierre las brechas de la desigualdad y reduzca la pobreza. Esta tarea de dimensión humana requiere un gobierno popular, que no denegué la responsabilidad del estado en su tarea de distribuir justamente el ingreso nacional desde políticas publicas efectivas y alejadas de la corrupción. El Presidente Mexicano, desde su anhelo de justicia, igualdad y progreso, lo ha repetido hasta el cansancio; "POR EL BIEN DE TODOS, PRIMERO LOS POBRES". Éxito MEXICO, Éxito Presidente AMLO.