Adam Smith y los Chalecos amarillos

En realidad, a Adam Smith (1723-1790) se lo sigue conociendo muy mal. La riqueza de las naciones, [1] obra publicada en 1776, muestra hasta qué punto su análisis de la sociedad se refiere a la lucha de clases y permite poner en perspectiva lo que estamos viviendo en este momento de los «chalecos amarillos».

Por supuesto, citar a Karl Marx nos permitiría apreciar cómo el análisis de este revolucionario nos da las claves esenciales para comprender lo que se está desarrollando ante nosotros. Pero esto no asombraría a nadie. Por el contrario, referirse a Adam Smith puede ser provocativo. Sin embargo, entenderemos mejor lo que está pasando y eso reforzará nuestros argumentos en contra de aquellos que consideran la injusticia como el orden natural de las cosas. Rever el análisis que hizo Adam Smith sobre las clases sociales permite también comprender los elementos de continuidad en el sistema de explotación y de dominación capitalista. Por supuesto, la sociedad cambia pero siguen existiendo, de forma evidente, constantes que merecen señalarse.

Adam Smith, ese icono de los partidarios de Macron y de una aplastante mayoría de aquellas y aquellos que sostienen que el sistema capitalista es el horizonte infranqueable de la sociedad, expuso crudamente la actuación de la clase capitalista y el sostén del que se beneficiaba, y se beneficia, de leyes y parlamentos. Y eso merece que se le arroje a la cara de pretendidos expertos y de periodistas del sistema que, en realidad, ponen su energía al servicio de la injusticia, y que de Adam Smith conocen vagamente nada más que «la mano invisible. [2]


Adam Smith describió la lucha de clases

Adam Smith describió la mecánica de la lucha de clases. Adam Smith realizó un análisis muy fino de las clases sociales de su época y, en particular, de la clase capitalista y de la clase obrera. Y así describió la mecánica de la lucha de clases.

En el pasaje siguiente, explicó lo que era un consenso en la «buena» sociedad de su época, y que sigue siendo válido actualmente:

«Se suele decir que la unión de los patronos es muy rara y que la de los trabajadores es muy frecuente. Pero los que, de acuerdo con estos dichos, piensen que los patronos raramente se unen, son tan ignorantes de lo que pasa en el mundo como de este asunto. Los patronos están siempre y en todas partes en una especie de acuerdo tácito, pero constante y uniforme, para no elevar los salarios por encima de su nivel actual. La violación de dicho acuerdo es, en todas partes, impopular, y somete a quien así procede al reproche de sus vecinos e iguales. De hecho, oímos poco de estas uniones porque es lo normal, incluso se puede decir que es el estado natural de cosas de las que nunca se oye hablar.» [3]

Pongamos lo dicho por Smith en el estilo de este primer cuarto del siglo XXI: la patronal se pone de acuerdo para evitar un aumento del salario mínimo legal, o los ingresos de la mayoría de los asalariados. Los empresarios que querrían permitir un aumento de salarios serían percibidos como traidores a su clase. Los medios dominantes no hablan de esta acción de la patronal para impedir el aumento salarial, ya que forma parte del orden normal.

Adam Smith afirmaba que los patronos se aliaban para hacer bajar los salarios. Sigamos la exposición de Adam Smith: «Los patronos constituyen, a veces, incluso uniones específicas para reducir los salarios por debajo de aquel nivel. Estos acuerdos se llevan a cabo siempre con el más absoluto silencio y secreto hasta que se ejecutan, y nunca se hacen públicos cuando los trabajadores se someten, como a veces ocurre, sin resistencia.»

¡Habéis leído bien!, Adam Smith habla de alianzas entre los patronos para hacer bajar los salarios. Y es lo que pasa actualmente, en la prolongación de la gran ofensiva del Capital contra el Trabajo, comenzada hace más de 30 años por Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Efectivamente, los medios dominantes y los gobernantes no dicen nada de esta acción conjunta de los capitalistas para bajar los salarios.

Retrato de Adam Smith (1723 - 1790) (C.C. Wikimedia)

Continuemos con la lectura de Adam Smith cuyas palabras se podrían aplicar al movimiento de los «chalecos amarillos»: «No obstante, estas uniones se encuentran a menudo frente a uniones defensivas de los trabajadores, quienes en ocasiones, sin existir siquiera una provocación de este tipo, se unen para elevar los salarios. Las razones que esgrimen estriban a veces en el alto precio de los bienes de subsistencia y, a veces, en los grandes beneficios que los patronos sacan de su trabajo. Ahora bien, sean sus uniones defensivas u ofensivas, se suele hablar mucho de ellas.»

Algunos dirán que esta descripción no tiene nada que ver con los «chalecos amarillos» puesto que éstos actúan contra un aumento de impuestos. Si dicen eso es que no entendieron lo que se desprende de los propósitos expuestos por una gran mayoría de gente de este movimiento. Rechazan los aumentos de impuestos previstos por Macron ya que sus salarios o sus pensiones (es decir un salario diferido) son insuficientes y quieren un aumento del salario mínimo legal y, en general, salarios y subsidios para aquellas y aquellos que no tienen nada, o casi nada. Macron trato, por otro lado, de neutralizar el movimiento al anunciar el 10 de diciembre un aumento de 100 euros, a partir de 2019, en el salario de un trabajador que cobra el salario mínimo interprofesional actual (SMIC), pero sin aumentar el salario mínimo legal y sin que ese aumento tenga ningún coste para los patronos. Por otro lado, este movimiento se opone también a la injusticia fiscal y por lo tanto a los privilegios fiscales otorgados a los ricos. Quieren una disminución en los impuestos que paga la mayoría social, y tienen razón. Por ejemplo, es necesario bajar el IVA de los productos de primera necesidad, de la electricidad y del gas, del agua. En todo caso, sería para un consumo por debajo de un determinado nivel, teniendo en cuenta la composición familiar y otros criterios pertinentes. Con respecto a esto, Macron intenta convencer al movimiento cuando confirma la anulación del aumento del impuesto sobre los combustibles, pero afirma que no restablecerá el impuesto sobre las fortunas. Ninguna persona sensata puede engañarse.

Continuemos con la lectura de Adam Smith que se refiere a la actuación de los proletarios de su época: «Para precipitar una solución recurren siempre a grandes alborotos y a veces a la violencia y a los atropellos más sorprendentes. Están desesperados y proceden con el frenesí propio del hombre en ese estado, cuya alternativa es morirse de hambre o forzar a sus patronos a que, por miedo, cumplan sus exigencias

Adam Smith pareciera que nos habla de los «chalecos amarillos» que actúan así porque «Están desesperados y proceden con el frenesí propio del hombre en ese estado.»

Prosigamos: «En estas ocasiones los patronos reclamen tanto como ellos y exigen la ayuda de los magistrados civiles y el cumplimiento riguroso de las leyes establecidas con tanta severidad contra la asociación de sirvientes, trabajadores y jornaleros.»

Diríamos que es una descripción de lo que pasa en Francia desde el comienzo del movimiento y, sobre todo, desde el segundo acto que se produjo el 1 de diciembre de 2018. Los portavoces de la patronal y, principalmente, el jefe del Estado así como el primer ministro continuaron el guión: «En estas ocasiones los patronos reclamen tanto como ellos y exigen la ayuda de los magistrados civiles y el cumplimiento riguroso de las leyes establecidas con tanta severidad contra la asociación de sirvientes, trabajadores y jornaleros.»

Esta enumeración es interesante: «sirvientes, trabajadores y jornaleros», y nos hace pensar en las diferentes categorías de gente que se moviliza en el marco de los «chalecos amarillos». Sería interesante actualizar esa lista ya que está claro que diferentes categorías actúan conjuntamente, en especial de aquellas y aquellos que tienen un empleo asalariado, los sin empleo, los jubilados, los trabajadores independientes, los y las que hacen pequeños trabajos en el sector informal… Eso crea una alianza extremadamente importante.

El gobierno respondió al movimiento con una represión creciente. La ministra de Justicia, el ministro del Interior, el presidente de la república, el primer ministro «portavoz» de los ricos y de los patronos, los jefes del cuerpo de policía, y de otros cuerpos de represión así como la alta magistratura respondieron al movimiento con una represión creciente y afirmaron que se iban a aplicar las leyes más severas respecto a los manifestantes. Y pasaron a actuar en consecuencia.

He afirmado al comienzo de este artículo que Adam Smith hablaba claramente de las luchas de clases, me queda por demostrar que lo hacía con precisión ya que analizaba la sociedad como dividida en clases sociales de las cuales dos eran antagónicas.

«Los salarios corrientes del trabajo dependen del contrato establecido entre dos partes cuyos intereses no son, en modo alguno, idénticos. Los trabajadores desean obtener lo máximo posible, los patronos dar lo mínimo. Los primeros se unen para elevarlos, los segundos para rebajarlos.»

«No es difícil, sin embargo, prever cuál de las partes vencerá en la disputa y forzará a la otra a aceptar sus condiciones. Los patronos, al ser menos en número, pueden unirse fácilmente; y además la ley lo autoriza, o al menos no lo prohíbe, mientras que prohíbe las uniones de los trabajadores

Adam Smith: No tenemos ninguna acta del parlamento contra los patronos que tienden a reducir el precio del trabajo. En el pasaje que acabamos de leer, Adam Smith puso en evidencia el hecho de que la clase de los asalariados y la clase de los capitalistas tienen intereses contradictorios y que, en general, la patronal tienen ventajas en su lucha contra los obreros: pueden mantenerse firmes durante más tiempo y tienen la ley de su parte.

En el pasaje siguiente, nuestro autor agregaba que los patronos tienen el parlamento de su lado. Además, precisaba que gracias al capital que habían amasado, podían mantenerse más tiempo que los obreros en un conflicto.

«No tenemos leyes parlamentarias contra la asociación para rebajar los salarios; pero tenemos muchas contra las uniones tendentes a aumentarlos.»


El análisis de la sociedad capitalista hecho por Adam Smith es muy cercano l realizado por Marx y Engels 70 años más tarde.

En las citas siguientes, descubrimos que Adam Smith en los años 1770 no estaba tan alejado de lo que escribirán Karl Marx y Friedrich Engels 70 años más tarde en su famoso Manifiesto comunista.

Según Smith, el obrero crea por lo tanto valor… sin que esto cueste nada al capitalista: «Aunque el patrono adelante los salarios a los trabajadores, en realidad éstos no le cuestan nada, ya que el valor de tales salarios se repone junto con el beneficio en el mayor valor del objeto trabajado.» [4]

El obrero no le produce ningún gasto al capitalista. Y agregaba: «Por lo general, el trabajador de la manufactura añade, al valor de los materiales sobre los que trabaja, el de su propio mantenimiento y el beneficio de su patrono.» [5]

Habéis leído bien: Adam Smith afirmaba que el trabajo realizado por el obrero crea el beneficio del patrono. Aquí estamos muy lejos, a años luz, del cuento de hadas capitalista que cuenta Macron, en particular, y los defensores del sistema capitalista, en general: los capitalistas crean tanto valor como los obreros, si no más.

Ahora bien, Adam Smith y Karl Marx consideraron que los patronos no producen ningún valor. Es el obrero el que lo produce.

Por consiguiente, el obrero crea valor… sin que cueste nada al capitalista: «Aunque el patrono adelante los salarios a los trabajadores, en realidad éstos no le cuestan nada, ya que el valor de tales salarios se repone junto con el beneficio en el mayor valor del objeto trabajado.» [6]

Es una fórmula un poco rebuscada pero, de todas maneras, es clara.


Lo que motiva al capitalista, según Adam Smith

«El único motivo que mueve al poseedor de cualquier capital a emplearlo en la agricultura, en la manufactura, o en alguna rama del comercio mayorista o detallista, es la consideración a su propio beneficio particular.»

Aquí nuestro autor explicaba que el capitalista solamente busca su propio provecho. Al capitalista no le importa nada si su capital servirá o no a la actividad productiva de su país, lo único importante es que su riqueza genere más riqueza.

Adam explicaba que los capitalistas solo buscan sus propios beneficios. Pero aún va más lejos: «Las diferentes cantidades de trabajo productivo que puede poner en movimiento y los diferentes valores que puede añadir al producto anual de la tierra y trabajo de la sociedad, según se emplee de una u otra forma, nunca entran en sus pensamientos.»

En otras palabras, escribía negro sobre blanco que nunca entra en el pensamiento capitalista el cálculo de qué porcentaje de sus inversiones pondrá en marcha un trabajo productivo en el país.

Adam Smith considera que hay tres clases sociales fundamentales: 1º. La clase de los terratenientes que vive de la renta; 2º. La que vive de los salarios y 3º. La clase capitalista que vive de los beneficios. Adam Smith identifica a su manera la conciencia y los intereses de estas tres clases sociales.

«Todo el producto anual de la tierra y el trabajo de cualquier país o, lo que viene a ser lo mismo, el precio conjunto de dicho producto anual, se divide de un modo natural, como ya se ha dicho, en tres partes: la renta de la tierra, los salarios del trabajo y los beneficios del capital, constituyendo, por tanto, la renta de tres clases de la sociedad: la que vive de la renta, la que vive de los salarios y la que vive de los beneficios. Estas son las tres grandes clases originarias y principales de toda sociedad civilizada, de cuyas rentas se deriva, en última instancia, la de cualquier otra clase. [...]» [7]

Hablando de la clase de los rentistas, o sea de los propietarios de tierras, Adam Smith afirmaba: « Es la única de las tres clases, que percibe su renta sin que le cueste trabajo ni desvelos, sino que la percibe de una manera en cierto modo espontánea, independientemente de cualquier plan o proyecto propio para adquirirla. Esa indolencia, consecuencia natural de una situación tan cómoda y segura, no sólo convierte [a los miembros de esta clase] a menudo en ignorantes, si no en incapaces para la meditación necesaria para prever y comprender los efectos de cualquier reglamentación pública.»

Según Adam Smith, el interés de la clase asalariada está directamente ligado al interés general de la sociedad. Luego hablaba de la clase que vive de sus salarios. Afirmaba que el interés de esta clase está directamente ligado al interés general de la sociedad. Sin embargo, la clase obrera está de tal forma embrutecida por el trabajo y privada de educación que no es capaz de comprender el interés general ni su propio interés. Los de arriba solo escuchan cuando el clamor popular sirve a los intereses de una parte de los capitalistas.

«El interés de la segunda clase, la que vive de los salarios, está tan vinculado con el interés general de la sociedad como el de la primera. [...] Sin embargo, aun cuando el interés del trabajador está íntimamente vinculado al de la sociedad, es incapaz de comprender ese interés o de relacionarlo con el propio. Su condición no le deja tiempo suficiente para recibir la información necesaria, y su educación y sus hábitos son tales que le incapacitan para opinar, aun en el caso de estar totalmente informado. Por ello, en las cuestiones públicas su opinión no se escucha ni considera, excepto en las ocasiones en que los patronos fomentan, apoyan o promueven sus reclamaciones, no por defender los intereses del trabajador, sino los suyos propios.»

Adam Smith: el interés particular de los capitalistas es siempre diferente e incluso contrario al interés público. Finalmente, describió la clase de los capitalistas y afirmó, sin miramientos, que el interés particular de los capitalistas es siempre (…) diferente e incluso contrario al interés público!!

La tercera clase la constituyen los patronos, o sea, los que viven de beneficios. El capital empleado con intención de obtener beneficios pone en movimiento la mayor parte del trabajo útil en cualquier sociedad. Los planes y proyectos de aquellos que emplean el capital regulan y dirigen las operaciones más importantes del trabajo, siendo el beneficio el fin perseguido con todos aquellos planes y proyectos. [...] Dentro de esta clase, los comerciantes y fabricantes son las dos categorías de personas que habitualmente emplean los mayores capitales, y que con su riqueza atraen la mayor parte de la consideración de los poderes públicos hacia sí. Como durante toda su vida están ocupados en hacer planes y proyectos, frecuentemente tienen mayor agudeza y talento que la mayor parte de los terratenientes. [...] Los intereses de los comerciantes que trafican en ciertos ramos del comercio o de las manufacturas siempre son distintos de los generales, y muchas veces totalmente opuestos"

Posteriormente, Smith concentró su descripción sobre los capitalistas que se especializaban en el comercio y que buscan a aliarse para evitar la competencia y así poder subir los precios a los consumidores:

«El interés del comerciante consiste siempre en ampliar el mercado y reducir la competencia. La ampliación del mercado suele coincidir con el interés público, pero la reducción de la competencia siempre está en contra de dicho interés, y sólo sirve para que los comerciantes, al elevar los beneficios por encima de su nivel natural, impongan, en beneficio propio, una contribución absurda sobre el resto de los ciudadanos.»

Smith advertía sobre los proyectos de ley que provienen de los capitalistas especializados en el comercio ya que éstos tienen interés en defraudar y oprimir a la comunidad:

«Cualquier propuesta de una nueva ley o reglamentación del comercio que provenga de esta clase deberá analizarse siempre con gran precaución, y nunca deberá adoptarse sino después de un largo y cuidadoso examen, efectuado no sólo con la atención más escrupulosa sino con total desconfianza, pues viene de una clase de gente cuyos intereses no suelen coincidir exactamente con los de la comunidad y que tienden a defraudarla y a oprimirla, como ha demostrado la experiencia en muchas ocasiones.» [8]

También encontramos en Smith otros juicios que producen urticaria a los gobernantes e ideólogos que reivindican su herencia: «Nuestros comerciantes se quejan con frecuencia de los altos salarios del trabajo británico como la causa de que sus manufacturas no se vendan tan baratas en los mercados foráneos, pero no dicen nada de los altos beneficios del capital. Se quejan de las generosas ganancias de otra gente, pero no dicen nada de las propias. No obstante, los altos beneficios del capital británico pueden contribuir a elevar el precio de las manufacturas británicas, tanto, y en algunos casos quizá más, que los altos salarios del trabajo.» [9]

Esta declaración es una verdadera herejía para los patronos que adjudican a los costes salariales —siempre demasiados altos para su gusto— responsables de la inflación y de la falta de competitividad.

Estos elementos, tan esenciales en el pensamiento de Adam Smith (o incluso más) que la famosa mano invisible (que sólo menciona tres veces en su obra), y visto su carácter eminentemente peligroso para el orden capitalista, son sistemáticamente pasados por alto por el pensamiento económico dominante. [10]

Uno de los puntos de confluencia entre Smith y Marx es el análisis común de la sociedad en términos de clases sociales. Y una de las diferencias fundamentales es que a pesar de que Smith era bien consciente de la explotación a la cual el patrono sometía al obrero, apoyaba a los patronos mientras Marx estaba por la emancipación de los obreros.

El movimiento que acababa de renacer, y que levantaba nuevas esperanzas, daba una solemne advertencia para no recaer en los viejos errores. El preámbulo de los estatutos de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT) [11] redactado por Karl Marx, quien expresaba la sustancia de su posición.

«Considerando:

Que la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos;
que la lucha por la emancipación no ha de tender a constituir nuevos privilegios y monopolios, sino a establecer para todos los mismos derechos y los mismos deberes; y a la abolición de todos los regímenes de clase;

Que el sometimiento del trabajador a los que monopolizan los medios de trabajo —o sea, la fuente de la vida— es la causa fundamental de la servidumbre en todas sus formas: miseria social, degradación intelectual y dependencia política;

Que por lo mismo la emancipación económica de los trabajadores es el gran objetivo al que debe subordinarse todo movimiento político;

Que todos los esfuerzos hechos hasta ahora han fracasado por falta de solidaridad entre los obreros de las diferentes profesiones en cada país, y por la ausencia de una unión fraternal entre los trabajadores de diversas regiones;

Que la emancipación de los trabajadores no es un problema local o nacional, sino que, al contrario, es un problema social, que afecta a todos los países donde exista una sociedad moderna; estando necesariamente subordinada su solución al concurso teórico y práctico de los países más avanzados;

Que el movimiento que resurge entre los obreros de los países más industriosos de Europa, al engendrar nuevas esperanzas, advierte solemnemente que no se incurra de nuevo en antiguos errores, y llama a la coordinación de todos los movimientos hasta ahora aislados;

Por estas razones,
se funda la Asociación Internacional de Trabajadores.
Y declara:
Que todas las sociedades y todos los individuos que se adhieran a ella reconocerán como la base de su conducta hacia todos los hombres, sin distinción de color, creencia o nacionalidad, la Verdad, la Justicia y la Moral.

Y por lo tanto, ningún derecho sin deberes, ningún deber sin derechos.»

Conclusión: este llamamiento sigue siendo de estricta actualidad

Traducido por Griselda Pinero

 

 

 

 

Notas

 

[1] Adam Smith, La Riqueza de las Naciones, (1776), Editorial Oikos-Tau, Barcelona, 1988,

 

 

[2] He aquí la famosa cita sobre la acción de la mano invisible en la que se refiere a la acción capitalista: «Ninguno [de los capitalistas] por lo general se propone originariamente promover el interés público, y acaso ni aun lo conoce cómo lo fomenta cuando no abriga tal propósito. Cuando prefiere la industria doméstica a la extranjera, solo medita su propia seguridad, y cuando dirige la primera de forma que su producto sea del mayor valor posible, sólo piensa en su ganancia propia; pero en este y en muchos otros casos es conducido como por una mano invisible a promover un fin que nunca tuvo parte en su intención. (…) las miras de su propio interés promueven el de común con más eficacia, a veces, que cuando de intento piensa fomentarlo directamente» [Libro IV, capítulo 2, sección 1, La riqueza de la naciones, Ediciones Orbis, S. A., Barcelona, 1983] En realidad la metáfora de la mano invisible ocupa un lugar marginal en la visión del mundo de Adam Smith tal como lo desarrolla en La riqueza de las naciones. Todavía es necesario tomarse el trabajo de leer esta obra para darse cuenta

 

 

[3] Adam Smith, op. cit., libro I capítulo VIII.

 

 

[4] Adam Smith, op.cit. Libro II, cap. III, p. 387

 

 

[5] Adam Smith, idem. Esta cita traducida en términos marxistas significa que el obrero reproduce durante su trabajo el valor de una parte del capital constante (es decir los medios de producción —la cantidad de materias primas, de energía, la fracción del valor del equipo técnico utilizado…— que entran en la producción de una determinada mercadería) al que se agregan el capital variable correspondiente a su salario y el beneficio del patrono, llamado por Karl Marx, la plusvalía.

 

 

[6] Adam Smith, idem. Nota 4

 

 

[7] Adam Smith, op.cit. Libro I cap. XI. Conclusiones

 

 

[8] Adam Smith, op. cit. Libro I Capítulo XI. Conclusiones.

 

 

[9] Adam Smith, op. cit. Libro IV cap. VII

 

 

[10] Es el caso, por ejemplo, de Alan Greenspan, quien en su biografía La era de las turbulencias, aparecida en 2007, dedica siete páginas elogiosas a Adam Smith, pero expurga de su pensamiento cualquier referencia al trabajo asalariado como creador del beneficio, a la teoría del valor trabajo y a la lucha de clases. (Alan Greenspan, La era de las turbulencias: aventuras de un nuevo mundo, Ediciones B, SA, Barcelona, 2008.).

 

 

[11] La Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), conocida como la Primera Internacional, fue fundada en 1864. En ella participaron Karl Marx y Friedrich Engels. Allí se encontraban colectivistas antiautoritarios (la corriente internacional de Mijail Bakunin), colectivistas marxistas, mutualistas (partidarios de Pierre-Joseph Proudhon) y otros. Colaboraron conjuntamente militantes políticos, sindicalistas y cooperativistas. La AIT se dividió después de la derrota de la Comuna de París.

 

 

 

 

 

 

 

Autor

 

 

Eric Toussaint

es maître de conférence en la Universidad de Lieja, es el portavoz de CADTM Internacional y es miembro del Consejo Científico de ATTAC Francia.
Es autor de diversos libros, entre ellos: Bancocracia Icaria Editorial, Barcelona 2015,, Procés d’un homme exemplaire, Ediciones Al Dante, Marsella, 2013; Una mirada al retrovisor: el neoliberalismo desde sus orígenes hasta la actualidad, Icaria, 2010; La Deuda o la Vida (escrito junto con Damien Millet) Icaria, Barcelona, 2011; La crisis global, El Viejo Topo, Barcelona, 2010; La bolsa o la vida: las finanzas contra los pueblos, Gakoa, 2002. Es coautor junto con Damien Millet del libro AAA, Audit, Annulation, Autre politique, Le Seuil, París, 2012.
Coordinó los trabajos de la Comisión de la Verdad Sobre la Deuda, creada por la presidente del Parlamento griego. Esta comisión funcionó, con el auspicio del Parlamento, entre abril y octubre de 2015. El nuevo presidente del Parlamento griego anunció su disolución el 12 de noviembre de 2015. A pesar de ello, la comisión prosiguió sus trabajos y se constituyó legalmente como una asociación sin afán de lucro.

 

 

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