Las horas amargas de la integración

ALAI AMLATINA, 12/12/2006, Montevideo.- La reciente Cumbre de la
Comunidad Sudamericana de Naciones (CSN) realizada en Cochabamba, dejó
un sabor amargo. La mayor parte de los presidentes de la región optaron
por un tipo de integración basado en grandes obras de infraestructura,
mientras los movimientos sociales enfatizan los derechos de los pueblos.

El presidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva fue el más claro.
Apuesta a una integración sobre la base de la Iniciativa de Integración
de la Infraestructura de la Región de América del Sur (IIRSA), que
consiste en 300 megaproyectos para la conexión física del continente.
Financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la
Corporación Andina de Fomento (CAF) y el Banco Nacional de Desarrollo
Económico y Social (BNDES) de Brasil, cuenta con suficientes recursos
(más de 30 mil millones de dólares) como para impulsar grandes obras
(represas, gasoductos, carreteras, puertos, etc.) con la finalidad de
impulsar el comercio Atlántico-Pacífico, colocando los recursos
naturales sudamericanos a disposición del mercado global.

Los movimientos, indígenas, ambientalistas y algunas ONGs, criticaron la
iniciativa por sus profundos impactos sociales y ambientales. Más aún,
sostienen que ese tipo de integración sobre la base del libre comercio,
que supone la exportación de productos básicos y recursos naturales,
tiende a profundizar la desigualdad y la dependencia en el continente.
Algunos presidentes, como Hugo Chávez (Venezuela) y Evo Morales
(Bolivia), además del presidente electo de Ecuador, Rafael Correa,
mostraron recelos respecto a la IIRSA. El primero señaló, en sintonía
con los movimientos, que se trata de una iniciativa que favorece a las
grandes multinacionales que buscan exportar los recursos del continente
hacia el Norte. Correa, por su parte, dijo que la mayoría de los
proyectos deben ser revisados. En realidad, en Cochabamba se enfrentaron
dos formas de ver la integración regional, pero quedó claro que la
mayoría de los presidentes, y el país que cuenta con mayores recursos
(Brasil), ya hicieron su opción por una integración a la medida de los
mercados.

¿Trabas al desarrollo?

A fines de noviembre Lula dijo en la Amazonia brasileña que los indios,
los quilombolas (descendientes de negros escapados de la esclavitud),
los ambientalistas y el Ministerio Público, debían dejar de ser “trabas
para el desarrollo”. Sus dichos fueron contestados por los movimientos
sociales y por la Comisión Pastoral de la Tierra(1). De todos modos, ese
es el pensamiento de las elites del continente. Escuchan a los
movimientos, pero no estiman que sus análisis y posiciones deben ser
tenidas en cuenta. Algunos de los grandse proyectos de la IIRSA vienen
siendo criticados por movimientos y ONGs, como la construcción de dos
grandes usinas hidroeléctricas en el río Madera (Brasil), entre muchos
otros.

El viceministro de Relaciones Exteriores de Brasil, Samuel Pinheiro
Guimaraes, fue tan claro como su presidente: “El progreso tecnológico
que vemos en el mundo entero impulsa todas las áreas, desde la economía
hasta la guerra. Necesitamos construirnos en un bloque para hacer frente
a esa realidad, y la conexión física del continente es
imprescindible”(2). Con raras excepciones, no existe entre los
estadistas progresistas y de izquierda la convicción de que el
denominado “progreso” y el “desarrollo” no son la opción de los pueblos
y que éstos tienen otras prioridades que suponen rechazar ambos
conceptos. Parecen haber optado por un pragmatismo simple, que los lleva
a plegarse a las iniciativas de quienes tienen los fondos como para
financiar las grandes obras.

Estudios serios como los realizados por el Foro Boliviano de Medio
Ambiente y Desarrollo (Fobomade) acerca de las obras del IIRSA, o
posiciones como las del Movimiento de los Afectados por la Represas de
Brasil, no son siquiera tenidos en cuenta. Menos aún las cosmovisiones
indias que rechazan de plano los conceptos de progreso y desarrollo y,
por lo tanto, las obras que dicen impulsarlos. Son dos formas de ver el
mundo y los problemas de nuestra región. Los de arriba (habrá que seguir
empleado este lenguaje pese a las excepciones) siguen transitando el
mismo camino que vienen recorriendo las elites desde hace cinco siglos,
aunque debe reconocerse que ahora lo hacen con mejores modales, haciendo
como que escuchan y, sobre todo, sin reprimir. Es algo, pero no es
suficiente.

Dificultades que se apilan

La integración regional, aún la que defienden los gobiernos que
promueven la CSN y la IIRSA, atraviesa enormes dificultades. Chávez dijo
en su visita previa a la cumbre en Brasilia y Buenos Aires, que su
objetivo es “relanzar” el Gasoducto del Sur, que deberá unir Venezuela
con Argentina, promoviendo una necesaria integración energética. Si más
de un año después de haber lanzado el proyecto, cree que es necesario
“relanzarlo”, es porque las cosas no marchan según lo previsto. El
Gaasoducto del Sur es una pieza clave de la integración ya que es una
obra que interconecta países sudamericanos y no con el mercado global.
Pero los estudios van muy lentos y no parece existir entusiasmo en
ponerlo en marcha.

Incluso en el área energética los países sudamericanos siguen siendo
dependientes de las multinacionales. Argentina privatizó sus recursos
durante los 90; la brasileña Petrobras no es ya una empresa estatal, ya
que la mayor parte de sus acciones están en manos privadas; la
nacionalización sin expropiación en Bolivia dejó en manos de las
multinacionales la mayor parte de la cadena del gas, aunque el Estado
recibe más dinero que antes; incluso en Venezuela, PDVSA no controla la
totalidad de la rica faja petrolera del Orinoco, en manos
mayoritariamente de las multinacionales. Es cierto que algunos gobiernos
hacen importantes esfuerzos para romper con los poderosos de la energía,
pero las dificultades siguen siendo enormes.

Como lo demostró la reciente Cumbre de Cochabamba, los ritmos y rumbos
de la integración dependen de aquellos países que tienen las condiciones
para erigirse en referentes y líderes de la región. Desde este punto de
vista, y pese a la intensa actividad de los movimientos, no hay muchos
motivos para el optimismo. La justicia electoral de Brasil comenzó a
divulgar las cuentas de campaña de los diferentes candidatos. El mayor
donante de la campaña de Lula fue el sector bancario, con casi cinco
millones de dólares. El segundo donador fueron las constructoras, con
otros cinco millones de dólares, destacando Camargo Correa con 1,6
millones(3). No es casualidad: la banca obtuvo bajo los cuatro años de
Lula las mayores ganancias de su historia; las constructoras brasileñas
son las grandes beneficiarias de los megaproyectos contemplados en la
IIRSA. Ciertamente, la integración a la medida del mercado va ganando
puntos.

Notas:

(1) Comisión Pasroral de la Tierra, “Os ‘entraves’ para o
desenvolvimento, segundo o presidente Lula”, 1 de diciembre de 2006, en
www.resistir.info

(2) Carlos Tautz, “Represas y gasoductos imparables”, IPS, 8 de
diciembre de 2006, en www.ipsnoticias.net

(3) Folha de Sao Paulo, 29 de noviembre de 2006.

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Raúl Zibechi


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