SIN ORO PARA KALSAKA (título original en francés: PAS D’OR POUR KALSAKA)
Burkina Faso, Alemania 2019
Este documental, dirigido por el cineasta burkinés Michael Zongo, narra y analiza, en el contexto de su fiebre local del oro", las vicisitudes y derivas de los habitantes de Kalsaka, un pequeño pueblo situado en el noreste de Burkina Faso. El film muestra cómo el espejismo del oro y la promesa de riquezas que podrían derivarse de su explotación ofrecida por el gobierno y un grupo de compañías mineras multinacionales, alimentan en un comienzo las esperanzas de los pobladores para luego desembocar en la desilusión y el descontento.
"Sin oro para Kalsaka" ha obtenido los siguientes reconocimientos: Mención Especial del Festival de Film de Carthage (2019); Mejor documental del Festival Internacional del Film Francófono (2019); Mejor documental del año en Burkina Faso (2019); Mejor documental del Festival de Cine Documental de Brasil (2020).
Burkina Faso (conocido como Alto Volta en tiempos del colonialismo francés) es un país con una extensión que supera los tres millones de km2 y una población cercana a los veinte millones de habitantes. Está situado en el África occidental y su zona septentrional pertenece a la región biogeográfica y bioclimática de transición entre el Sahara y la sabana sudanesa. A lo largo de los siglos las mujeres de Kalsaka han practicado un modesto lavado artesanal de oro aprovechando las grandes cantidades de mineral de alta calidad que se encuentra en las montañas que rodean a ese poblado. No obstante esta actividad llega a su fin a comienzos del siglo XXI. En el año 2000 el corrupto gobierno burkinés emitió una serie de permisos de explotación industrial de sus reservas de oro a corporaciones mineras transnacionales que iniciaron operaciones ese año, dando inicio a un boom extractivista. En 2006 la sociedad inglesa Kalsaka Mining SA construye la primera mina de explotación industrial a cielo abierto en Kalsaka con el fin de extraer 18 toneladas de oro en una década. La compañía minera se apodera de las montañas, expropia a los propietarios de tierra locales, prohíbe la minería artesanal, explota los recursos naturales (con frecuencia el agua la acapara la minera en detrimento de los habitantes de Kalsaka y en algunos lugares está contaminada por el cianuro y otros productos empleados en las actividades extractivas) y deja desamparados y sedientos a los 3.000 habitantes de Kalsaka. Muchos campesinos pierden sus tierras, otrora dedicadas a la agricultura, en medio de promesas y compensaciones (empleos, becas escolares, "desarrollo") que nunca se concretan. La actividad de gran minería genera una profunda brecha de desigualdad: Safiata, una adolescente que trabaja con su madre, tarda cuatro días (en ocasiones este tiempo puede dilatarse hasta más de un mes) en obtener de manera tradicional un gramo de oro en lugares aledaños a la mina, ya que le está prohibido pasar a la zona en la que abunda el mineral; por su parte, la multinacional inglesa extrae más de una tonelada al año. En 2013 la mina cierra sus puertas dejando tras de sí una catástrofe ecológica y un pueblo con un tejido social deshecho por las precarias condiciones de vida que se configuran durante el período de operaciones de la multinacional. La situación conduce al reclamo popular de las tierras y el futuro de la comunidad ante un contrato con la minera que se mantiene como secreto de Estado. La historia narrada en el documental es uno más de muchos infortunados episodios en los que la gente en África, América Latina y otros lugares del mundo es traicionada por una cúpula gubernamental que, con una visión cortoplacista, está ávida de apoderarse de los ingresos ofrecidos por compañías extranjeras. ¿Encuentran ustedes alguna semejanza con el chanchullo del Arco Minero del Orinoco en Venezuela?
Guiado por un personaje llamado Jean-Baptiste, un activista social nativo de Kalsaka, Zongo, quien además de ser el director de la película es también el director de fotografía y el productor documental, se aproxima al universo de la pequeña comunidad para poner en evidencia, con acertada inventiva y perspicacia política, el engaño, el saqueo y sus trágicas consecuencias ambientales. El documental ha sido hecho con estilo y talento visual. La cámara de Michael Zongo captura los colores vívidos de la paleta burkinesa. De cada cuadro se desprende un polvoriento lustre de tonalidades pardas y amarillas que seduce al espectador y se acumula en la piel de los hombres y mujeres de Kalsaka. Contrastando con ello aparecen trazos de verde oscuro, atolones de vida y feracidad que subsisten en medio de la yerma panorámica y subrayan la precariedad de los cultivos y la vida humana en este seco territorio.
El director encuentra de manera sagaz en el film una cierta correspondencia con el género del western e inserta unos personajes extraños a la naturaleza del documental: tres cowboys que corren y pasean con maestría a caballo en la pantalla, luciendo vestimentas lujosas. Mientras los aldeanos cuentan lo ocurrido a sus cosechas y se lamentan por la destrucción de sus montañas sagradas, lo tres jinetes galopan y se pavonean, tiran el lazo y escupen, beben cerveza y observan el cielo estrellado. A estos tres personajes exóticos se agrega un pregonero que de manera emotiva narra la historia del pueblo y la traición de la que ha sido objeto, desempeñando un rol similar al del coro del teatro griego antiguo. El grueso del film se compone de entrevistas a grupos de hombres mayores que están sentados y le hablan directamente a la cámara. En la segunda parte el documental se hace algo repetitivo en la medida en que los entrevistados reiteran sus quejas y sinsabores. A manera de apogeo de su creación fílmica, Zongo se las arregla para que el agua del pueblo sea analizada y se confirma de manera dramática la presencia en ella de metales tóxicos. Sin embargo, ante la amenaza de morir de sed, a los habitantes de Kalsaka no les queda otra opción que ingerir el líquido contaminado.
En definitiva, se trata de un documental impactante, inteligente, honestamente comprometido, que apelando a ingeniosas cabriolas cinematográficas logra su cometido. En nuestra opinión merece 4 estrellas y media sobre 5.