El ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi ha dicho: "El mundo no conocerá la paz hasta que Estados Unidos deje de interferir en los asuntos internos de otros países bajo la bandera de la llamada democracia y los derechos humanos, causando muchos problemas y siendo fuente de confusión y de guerra… EE.UU. debe darse cuenta de esto tan pronto como sea posible; de lo contrario el mundo no conocerá la paz".
Claro y contundente. Frente a la retórica senil de Biden y la nueva "estrategia" de su "equipo" de gobierno (entre redomados octogenarios y otros menos viejos) la posición china enfatiza que para el gigante asiático no se trata de acomodos comerciales ni industriales de "mutuo" interés.
China sabe muy bien que "a los yankis no se les puede cree ni un tantico" como decía el Che Guevara.
La conversación de Biden con Xi Jinpin donde aquel se mostró condescendiente y apoyó la política china (contradiciendo todo lo que había dicho durante su campaña) responde a la estrategia diseñada por su Jefe de Gabinete, su vicepresidenta Harris "Obama", y sus seniles, pero millonarias, "viejitas" de su entorno más inmediato.
Todas éstas y el propio Jefe de su Gabinete se enriquecieron con el desplazamiento de las grandes industrias estadounidenses a China en busca de mano de obra barata y pretenden seguir haciéndolo ahora luego del receso Trumpista.
Pero tal como dijo el 02 de agosto último el actual Secretario de Estado Antony Bllinken (un sionista militante) "China es el único país con el poder económico, diplomático, militar y tecnológico para desafiar seriamente el sistema internacional estable y abierto con todas las reglas, valores y relaciones que hacen que el mundo funcione como queremos…Nuestra relación con China será competitiva cuando deba serlo, colaborativa cuando pueda serlo y adversa cuando deba serlo. Y lidiaremos con China desde una posición de fuerza".
Biden, que está senil y tiene los días contados como presidente, no hace sino repetir lo que al "poder profundo" representado por una sarta de codiciosos y codiciosas "traficantes" de su política exterior y de su economía, le conviene.
Ese "poder profundo" (sionista y supremacista, militar, financiero, bélico-industrial y "filantrópico") es el que mueve guerras, invasiones, golpes de estado, genocidios, magnicidios con tal de asegurar su hegemonía sobre el mundo.
China lo sabe bien y sabe que detrás de la "retórica" senil de Biden se esconde el propósito del "poder profundo" de separar a China de su alianza estratégica con Rusia e Irán. "Divide para seguir reynando". Del avance de la Nueva Ruta de la Seda, de su presencia gravitante en África y en América latina.
La miopía estadounidense pasó a ceguera total. Mientras enceguecía la historia dio un vuelco total. Sólo la paz puede garantizar el bienestar del mundo y acabar con la desigualdad. Y esto, empieza donde termina el terror sionista estadounidense y la de sus aliados europeos e Israel. China, Rusia, Irán, Cuba, Venezuela, Bolivia lo garantizan. Y vendrán más.