El título de este artículo va entre comillas porque pertenece a uno aparecido en la web Otra Mirada el 14 de abril último en el Perú. La autora de ese artículo, Claudia Cisneros Méndez, saca conclusiones y "lecciones" de la reciente experiencia electoral en ese país en la que el docente Pedro Castillo fue votado por más del 16% de la población de los departamentos andinos más empobrecidos. En la entrega I comenté los apartados 1, 2, 3 de los más de diez en que me permití "seccionar" el artículo de Cisneros. En esta segunda entrega comento el apartado 4.
CUATRO
Frente al inesperado resultado de las elecciones en su primera vuelta para elegir al futuro presidente del Perú y a sus representantes ante el Congreso, Cisneros dice: "Hay que mirar a las reales desconexiones sociales, no sólo de las clases más pudientes con las menos pudientes, sino también de las clases medias progresistas con esos sectores menos pudientes; aun cuando las clases medias progresistas y activistas sí tengan una preocupación legítima por los históricamente menos atendidos".
Más allá del uso indistinto que Cisneros hace de la palabra "clases" y "sectores", sólo me referiré a la ausencia de sustento teórico y metodológico de los enunciados "clases medias pudientes, menos pudientes y progresistas" y a eso de "preocupación legítima por los históricamente menos atendidos".
A) Desde que quedó establecida la división social del trabajo como resultado del desarrollo de las fuerzas productivas y de la existencia de "excedentes económicos", las sociedades quedaron divididas entre los que producen la riqueza y aquellos que se apropian de la misma. Esto no es pasado. Es historia.
En su conceptualización profundizaron los economistas clásicos como Adam Smith, David Ricardo, Karl Marx, Stuart Mill. A ellos les siguieron los economistas neoclásicos postulando la automatización de la economía y la reducción de la fuerza de trabajo (Leon Walras y Alfred Marshall). Luego los teóricos de la macroeconomía (Keynesianos y otros); los del liberalismo económico (Mises y Hayek); y los del neoliberalismo y del mercado (Milton Friedman y Arnold Harberger fundador de la Escuela de Chicago). Cada uno aportó a la delimitación de capital y trabajo, de burgueses y proletarios, de propietarios y obreros usando el instrumental teórico que disponían y desde una determinada posición de clase cuyos intereses defendían. Así quedó claro que los intereses del capital y del trabajo son irreconciliables.
B) La estratificación utilizada por Cisneros no es útil para el entendimiento de la división social del trabajo ni en el Perú ni en ninguna otra parte.
Hablar de "clases pudientes", "menos pudientes" y "progresistas" pudiera ser una adaptación "progresista" de la categorización clase alta, media y baja que suele hacerse en las escuelas de nivel primario, secundario e incluso de nivel superior, para "no complicarse la vida". En uno y otro caso se violenta el concepto de clase social. Esta se asume como el lugar que ocupan distintos individuos en el sistema de producción de una economía y en el reparto de la riqueza que se genera entre capital, trabajo y tecnología, a través del Estado.
C. Cisneros pretende sorprender a sus seguidores con una estratificación de la sociedad acuñada por la Comisión Económica para América latina (CEPAL) cuya cientificidad es nula. Como todo lo que desde los años 50 del siglo pasado viene proponiendo la CEPAL. Recordemos, de pasada, su "teoría" del subdesarrollo que surgió para hacernos creer que no existían países dominantes y dominados, o colonialistas y colonizados sino que las sociedades de Europa y Estados Unidos se habían desarrollado gracias a la revolución industrial y al desarrollo tecnológico mientras nosotros nos habíamos quedado atrasados en la agricultura. Aseverar esto equivalía a decir que el modelo de "crecimiento" agro-exportador se lo habían impuesto los propios países de América latina por sí solos. Era responsabilidad de sus gobernantes y de sus pueblos. Nada tenía que ver el capitalismo y menos los imperialismos europeos primero y estadounidense hasta hoy. Proponían como solución redefinir los "términos de intercambio".
Establecida por la ONU en 1948 la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) surge en el contexto de la Guerra Fría con el propósito de neutralizar el análisis de clase, de influencia soviética, en las economías latinoamericanas. Y así se mantuvo durante toda la Guerra Fría. En 1990 tras el derrumbe de la URSS la CEPAL asume las exigencias del Consenso de Washington para la "modernización" de nuestras economías y su inserción en el mercado mundial asegurando "gobernabilidad" y la "democratización" de las relaciones sociales en todos los órdenes de la vida económica, social, política, ideológica. Empezando por "desterrar anacronismos" como el sexo, la clase social, la alteridad y su reemplazo por género, clase media, mismidad, respectivamente.
Para los "entendidos" de la CEPAL y sus seguidores "progresistas" las transformaciones habidas "en tiempos de modernidad" en las sociedades de América latina y del Caribe han producido una democratización de los ingresos que está en función del mayor o menor nivel de educación y de conectividad. Educación y manejo artefactual garantizan mejores ingresos, mayor movilidad social y diferencias en el "consumo simbólico". (La identidad del consumidor define el objeto consumido).
De aquí deducen que el consumo determina las diferencias sociales. Para borrarlas, lo que hay que hacer es democratizar el consumo. Y esto es precisamente lo que hoy propone el Foro de Davos con sus "filántropos" y sus élites del poder mundial. "El Gran Reinicio Capitalista" con su IV Revolución de la Inteligencia Artificial y la Tecnología asegurará: Longevidad, Consumo y Placer para todos.
D. Cualquiera sea el adjetivo que las acompañe (pudientes, menos pudientes, progresistas) las clases medias no se identifican por su situación en el aparato productivo generador de riqueza (donde están los obreros con su fuerza de trabajo y los dueños del capital), sino por su proclividad a identificarse "simbólicamente" con los intereses de la clase dominante. Precisamente, con los dueños del capital, con los capitalistas. Los de más arriba no miran a los de abajo a no ser para instrumentalizarlos y sacar provecho de sus limitaciones.
La "preocupación legítima" que dice Cisneros "tienen las clases medias progresistas y activistas por los históricamente menos atendidos", es porque la pobreza de éstos les produce inquietud e incluso temor. Y es que para enfrentar la pobreza histórica en el Perú no bastan razón y ley.