El título de este artículo va entre comillas porque pertenece a uno aparecido en la web Otra Mirada el 14 de abril último en el Perú. La autora de ese artículo, Claudia Cisneros Méndez, saca conclusiones y "lecciones" de la reciente experiencia electoral en ese país en la que el docente Pedro Castillo fue votado por más del 19% de los electores de 15 departamentos de un total de 25. La mayoría andinos y de la selva peruana más empobrecidos. En la Entrega I comenté los apartados 1, 2, 3 de los más de diez en que me permití "seccionar" el artículo de Cisneros. En la segunda entrega lo hice del apartado 4. En esta entrega comento el apartado 5.
CINCO
Refiriéndose al casi 20% de los peruanos que votaron por el señor Pedro Castillo, Cisneros dice en su artículo:
"Pedro Castillo es su representante orgánico y ya era hora que se les escuche y no se les niegue o siga invisibilizando. Pero esa es una parte del Perú. El Perú también somos los que no pensamos como Pedro Castillo y eso no es lo vergonzoso lo vergonzoso es que neguemos a quienes están detrás de él, o que desmerezcamos nuestros esfuerzos".
A. Con casi el 20% de los votantes, en promedio y a nivel nacional, el señor Pedro Castillo es, efectivamente, "el representante orgánico" de 15 de las 25 regiones que tiene el Perú.
Ciertamente se trata de "una parte del Perú". Una parte significativa si uno observa la composición de esos 15 departamentos o regiones. "Una parte del Perú" que exige "cambios". "Una parte del Perú" que habló por sus semejantes que por miedo, desidia, o alienación reaccionaron a la desinformación y a la manipulación mediática.
Posiblemente un gran número de ese 20% intuyan el "cambio" como acabar con la corrupción, generar fuentes de trabajo, mejorar sus ingresos, contar con facilidades para mejorar la educación de sus hijos, poder vacunarse y "acabar" con la Pandemia. Intuyan, en general, todo aquello que tiene su lugar en eso que los entendidos llaman "imaginario colectivo". Pocos saben que nada de lo que hay aquí es posible alcanzar y asegurar si no se afectan y cambian las causas que generan la desigualdad social, la desocupación, la inseguridad, el hambre, el analfabetismo, la ignorancia política y tecnológica.
B. Me cuesta entender a quienes se refiere Cisneros cuando dice "el Perú también somos los que no pensamos como Pedro Castillo y eso no es lo vergonzoso lo vergonzoso es que neguemos a quienes están detrás de él, o que desmerezcamos nuestros esfuerzos".
Si se refiere a los votantes debo decir que salvo en tres o cuatro excepciones en América latina y El Caribe, en el resto, no todos los que votan piensan. El voto compromete emoción antes que razonamiento; reacción antes que reflexión; manipulación antes que convicción.
Si se refiere a lo que "piensan" los dirigentes de los partidos conservadores y neoconservadores que se presentaron a la elección y a lo que "piensan" los del neo-progresismo peruano que representa la señora Verónika Mendoza, no cabe duda que existe una enorme distancia. (En una próxima entrega diré lo que piensan tanto progresistas y conservadores como sus respectivos "neos").
Por ahora, diré que la distancia está en que el "pensamiento" de Perú Libre no está en función de los dirigentes o del partido que representan. Está en función del "pueblo" que se pronunció a través de ese 20% en la primera vuelta electoral. Está en función de lo que Perú urge para detener su "degeneración" económica, social, política, ideológica que no pesa sobre unos cuantos individuos. Pesa sobre la nación entera.
C. Nadie puede poner en duda que, en lo que va del presente siglo, la degradación en esos órdenes de la vida pública y privada ha puesto al Perú en el umbral de su descomposición final.
La obsecuencia y el servilismo ante una institucionalidad externa en la toma de decisiones y el manejo de nuestros recursos naturales, de nuestra integración regional, de nuestra política exterior, de las políticas sobre salud, educación, trabajo, tecnología, conectividad, ocio, han corroído las bases de nuestra identidad andina y latinoamericana. Son lacras que se han injertado en lo profundo de las conciencias de gobernantes y gobernados.
Es impostergable que quienes sientan que el Perú tocó fondo dejen de atribuir a los efectos secundarios de sus problemas una importancia inexplicable, perdiendo de vista que hay que buscar más allá de nuestras fronteras las razones de vivir o de extinguirnos que dominan el mundo. Simultáneamente, hay que dejar de fijar la mirada en las exterioridades de quienes han asumido el doble reto de enfrentar la realidad que vive el Perú penetrando en las interioridades de la institucionalidad que nos domina y en el interior de las identidades del pueblo.
No sé si aún es tiempo de que la sociedad peruana resurja vital, rejuvenecida, vigorosa, soberana. Pero, no asumir el compromiso para que así sea es desmerecer cualquier esfuerzo; eso, es "lo vergonzoso".