Perú 03 de Octubre de 1968-2021: La lucha continúa



El 3 de octubre de 1968, el general Juan Velasco Alvarado y cuatro coroneles progresistas del ejército peruano, rescataron de manos del gobierno entreguista de ese entonces y de los partidos políticos representantes de los intereses estadounidenses y de la oligarquía nacional, la dignidad que nos legara José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru II.

Siete años después, el capítulo abierto de profundas transformaciones estructurales y de movilización social que introdujeron al Perú en la modernidad, se vio trastocado por la felonía de un general vinculado a la Operación Cóndor de la CIA y a la institucionalidad del orden imperial para la sedición y el terrorismo. Se revirtió todo lo hecho y empezó a “reconstruir” el presente a partir del pasado.

Han transcurrido 53 años del inicio de esa experiencia y las nuevas generaciones apenas saben lo que vivió el Perú entre 1968 y 1975. La derecha cavernaria peruana a través de sus medios de información y de sus mensajeros del odio y de la mediocridad se ha encargado, sistemáticamente, de estigmatizar no sólo a Velasco sino también todos los cambios que vivió el Perú en ese período. Ayunos de entendimiento alguno, pero hábiles para el engaño y la manipulación, siguen insistiendo en que el proceso vivido entre esos años fue “comunista”, “estatista”, “dictatorial”. Los autoriza, la esquizofrenia en que vegetan.

Hoy, tres de octubre, en un nuevo aniversario de ese proceso que puso al Perú en la contemporaneidad de las ideas y de la política por un mundo mejor, transcribo partes del Capítulo I de mi libro Velasco: El pensamiento vivo de la revolución. Los textos que transcribo aluden a la originalidad teórica y política de la Revolución Peruana por boca de su conductor. Al deslinde con el “comunismo” y el capitalismo. Al énfasis puesto en este último como causante de los problemas del subdesarrollo y de nuestra dependencia económica, política e ideológica. Al modelo societal propuesto para asegurar una economía social de beneficio para todos, el poder político asentado en la democracia directa y la construcción de un hombre nuevo.

El libro fue publicado en el centenario del nacimiento de Velasco. Sus originales fueron rescatados, en 1975, de la requisa ordenada por el entonces ministro del interior del gobierno de la llamada “Segunda Fase” tras el “golpe” contra el general Velasco. Ha sobrevivido al tiempo y lo seguirá haciendo como testimonio vivo del aporte que civiles y militares, de ese entonces, hicieron a la teoría política que cobra realidad en los procesos de cambio que hoy viven Bolivia y Venezuela con igual vocación antiimperialista y clara visión integracionista. Es igualmente un referente conceptual y político ineludible en el Perú de la hora actual.

La Revolución Peruana: Su autonomía conceptual
(Subrayados míos)

“El Proceso Revolucionario que conduce la Fuerza Armada del Perú se organiza sobre una concepción ideo política, una estrategia nacional de desarrollo y un modelo final de sociedad por entero distintos a los propuestos por los sistemas capitalista y comunista.

El reconocimiento de nuestra privativa historia nacional, la identificación de nuestras propias tradiciones revolucionarias y la comprensión de nuestra específica realidad económico-social orientan nuestra revolución y permiten definir su sentido esencialmente independiente. Por todo ello, el conjunto de medidas y acciones emprendidas por el pueblo peruano y su Fuerza Armada se orientan a rescatar para el Estado Peruano su perdida capacidad de decisión y a restituir a nuestro pueblo el control sobre la riqueza que su trabajo genera y sobre el poder político tradicionalmente sustraído a los productores sociales por los grupos dominantes.

La orientación independiente de nuestra revolución permite definir su carácter esencialmente anti-imperialista y participatorio. Y ello es así, porque sólo es posible construir un Estado nacional enfrentando resueltamente al poder imperialista. Y porque creemos que el cuestionamiento de los sistemas sociales que el Perú recusa puede lograrse a través de un conjunto de instituciones económicas y sociales participatorias.

El carácter anti-imperialista y participatorio de nuestra revolución nos permite construir progresivamente una democracia social de participación plena basada en lo transferencia del poder político y económico a las organizaciones sociales de trabajadores.

Organizar la economía prioritariamente en base a la propiedad social de los medios de producción y un sistema político fundado en la gradual pero creciente transferencia de poder a las organizaciones autónomas del pueblo es sostener un planteamiento absolutamente incompatible con los sistemas que privilegian tanto lo propiedad privada como la propiedad estatal .

No aspiramos a crear un sistema político, social y económico que represente una suerte de mezcla entre el capitalismo y el comunismo. Nosotros nos situamos en un plano enteramente distinto de significación política respecto de la esencia misma de los planteamientos capitalistas y comunistas. Nuestra revolución se inscribe con toda su probada autonomía conceptual en la tradición más ilustre del pensamiento libertario, socialista y humanista.

Los dos grandes problemas esenciales de nuestro país, subdesarrollo y dependencia, se han generado bajo la égida del capitalismo y sería por ello extremadamente ilógico pretender resolverlos conservando el sistema que les ha dado origen. Por eso nuestra revolución se define como no capitalista en el sentido de que el ordenamiento socio-económico que persigue no será capitalista.

Queremos una sociedad donde el Estado sirva al hombre y el hombre sirva a la sociedad en condiciones que posibiliten el desarrollo efectivo de ciudadanos libres cuya más alta responsabilidad se oriente hacia la nación en su conjunto.

Queremos un ordenamiento basado en una moral social solidaria, capaz de superar la raíz profundamente egoísta del individualismo, pero sin permitir que el hombre concreto desaparezca bajo el peso de puras entelequias colectivas que fríamente manipula la burocracia estatal de un sistema alienante y deshumanizado. Somos revolucionarios humanistas y por ello rechazamos la posición de quienes en nombre de la humanidad desprecian y aplastan a los hombres.

Queremos reivindicar al hombre, pero no en el sentido de exaltar un individualismo social y éticamente estéril, sino en el de reivindicarlo como miembro y esencia de una sociedad humanizada por un conjunto de valores que no pueden, por todo lo anterior, ser los mismos que sirven de sustento al capitalismo”. (Velasco: El pensamiento vivo de la Revolución pp. 23-31)


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Rubén Ramos Alizorojo

Sociólogo y educador peruano, postdoctorado en Filosofía, Política e Historia de las Ideas en América latina por la universidad del Zulia-Venezuela

 ruby_7872@yahoo.es

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