La ecología-mundo de Jason Moore desde el punto de vista del valor
Jason W. Moore es profesor de sociología en la Universidad de Binghamton, Estados Unidos. Autor de un gran número de artículos, muchos de ellos muy largos y repetitivos, publicados en diferentes revistas y en parte resumidos en sus obra principal, Capitalism in the Web of Life: Ecology and the Accumulation of Capital (2015a)/1, ha emprendido una relectura de la historia del capitalismo que atribuye un papel protagonista a la relación de este con la naturaleza, situando así la temática y la problemática ecológicas en el centro de su reflexión. Si esta última se refiere de buen grado a Marx, lo que pretende, sin embargo, es ir más allá del marco ‒que él considera demasiado estrecho‒ del marxismo clásico, a fin de poder integrar precisamente dicha temática y problemática. Hasta ahora poco conocida en Francia, su obra comienza a encontrar cierto eco. Razón de más para someterla a una evaluación crítica.
Islotes de explotación en un océano de apropiación
Moore se inscribe en la tradición de Fernand Braudel e Immanuel Wallerstein. No en vano es miembro del Fernand Braudel Center, fundado por Immanuel Wallerstein. No obstante, para él el capitalismo no es únicamente una economía-mundo, tal como la definió Braudel, sino también una ecología-mundo (a world-ecology) (2003a, 2003b, 2015b, 2016 entre otras).
El sistema-mundo contemporáneo deviene en este enfoque una ecología-mundo capitalista: una civilización que asocia la acumulación de capital, el afán de poderío y la producción de la naturaleza en un todo orgánico (2015b: 80)/2.
Esto lleva a Moore a considerar que la acumulación de capital no se basa únicamente en la explotación del trabajo humano, sino también en la apropiación del trabajo (pasado, presente o potencial) de la naturaleza. Moore habla al respecto de work/energy (trabajo/energía) o también de web of life (tela/tejido/red de la vida), confinándolo por momentos en una especie de ontología vitalista. Este trabajo de la naturaleza es, según Moore, un trabajo en gran parte no remunerado en la medida en que su apropiación no requiere ningún gasto, o solo un gasto menor, de trabajo humano. Y todo el esfuerzo del capital tenderá a reducir este gasto al mínimo mediante la producción de lo que denomina Cheap Natures (Naturalezas Baratas), mientras que el trabajo humano explotado por el capital siempre es, a su vez, un trabajo remunerado parcialmente, por mucho que su explotación implique que solo puede serlo parcialmente.
A los trabajadores asalariados los explotan, de todo lo demás, humano o no humano, se apropian. Como dice el viejo chiste marxista: lo único peor que hay que ser explotado es que… se apropien de uno. La historia del capitalismo pasa por islas de producción de mercancías, pero se desarrolla a través de océanos de trabajo/energía por el que no se paga. Estos procesos de apropiación crean las condiciones necesarias de la acumulación sin fin de capital (valor en proceso) (2014a: 252).
La forma del valor (la mercancía) y su sustancia (el trabajo social abstracto) dependen de relaciones de valor que articulan el trabajo asalariado con sus condiciones necesariamente más extensas de reproducción: el trabajo no remunerado. Y es importante señalar que la apropiación capitalista del trabajo no remunerado transciende el dualismo cartesiano al englobar tanto el trabajo humano como el trabajo no humano, externo pero necesario para el circuito del capital y de la producción de valor (2014a: 252).
Esto significa que se puede entender el capitalismo a través de la articulación cambiante de la explotación de la fuerza de trabajo y de la apropiación de Naturalezas Baratas. Esta dialéctica de trabajo remunerado y no remunerado exige una expansión desproporcionada de la última (la apropiación) con respecto a la primera (la explotación) (2014a: 261).
La ley del valor, lejos de ser reducible al trabajo social abstracto, halla sus condiciones necesarias de autoexpansión en la creación y la apropiación subsiguiente de Naturalezas Baratas humanas y no humanas (2014b: 264).
La Naturaleza Barata en su sentido moderno incluye la diversidad de actividades humanas y no humanas necesarias para el desarrollo capitalista, pero no valorizadas (remuneradas) directamente en la economía mnercantil. La forma histórica cardinal de la Naturaleza Barata en la época contemporánea está constituida por las Cuatro Baratas [Four Cheaps], que son la fuerza de trabajo, los alimentos, la energía y las materias primas (2015b: 94).
Esto implica una reconstrucción de las relaciones de valor del capitalismo para englobar la explotación (la plusvalía) en procesos más amplios de apropiación: la movilización extraeconómica del trabajo/energía no remunerado al servicio de la acumulación de capital. En este enfoque, el trabajo no remunerado comprende el trabajo, la energía y la vida reproducidas en gran parte fuera de las relaciones mercantiles, aunque indispensables para la acumulación capitalista. Hablo de trabajo/energía más que simplemente de trabajo porque se trata de un trabajo entendido en un sentido biofísico amplio, que incluye la actividad y la energía potencial de las corrientes de agua y de los suelos, del petróleo y de los yacimientos de carbón, de la producción y la reproducción centradas en los seres humanos (2018: 6).
Ahora podemos relacionar el desarrollo del capitalismo y la ley del valor. Las relaciones de valor engloban un doble movimiento de explotación y de apropiación. En el sistema mercantil predomina la explotación de la fuerza de trabajo, pero este predominio depende de la apropiación de naturalezas no transformadas en mercancías que se salen del marco de la explotación. Esta conexión ha sido difícil de concebir porque las relaciones de valor son necesariamente más extensas, y están menos bien definidas, que la forma valor (la mercancía). La producción mercantil se extiende a través de una red de relaciones de valor cuyo horizonte y cuya escala se extienden bastante más allá de la producción misma (2018: 14).
En este modelo, el capital no solo explota el trabajo y la naturaleza en la esfera de la industria moderna, sino que también se beneficia del trabajo realizado por naturalezas humanas y extrahumanas situadas fuera del reino de la producción capitalista. Esto último es vital porque reduce el coste de los insumos y, por consiguiente, incrementa la tasa de plusvalía y el beneficio indirectamente (Walker y Moore, 2018: 55).
Y sobre estas bases, Moore establece a menudo una comparación entre la apropiación por el capital del trabajo no remunerado de la naturaleza y su apropiación del trabajo no remunerado de las mujeres en el marco de la división sexual del trabajo doméstico, siendo uno y otro las condiciones de la valorización del capital.
En los países centrales [heartlands], la apropiación del trabajo no remunerado de las mujeres ha sido decisivo para reducir el coste de reproducción de la fuerza de trabajo; en los países periféricos [hinterlands], la apropiación de las naturalezas no humanas (bosques, tierras, vetas de minerales) ha tenido a menudo una importancia primordial (2015b: 96).
De todos modos, el capitalismo no podría sobrevivir ni un día sin un tercer momento de trabajo: la apropiación del trabajo humano no remunerado, reproducido en gran medida fuera de la esfera mercantil [cash nexus]. Así, una política revolucionaria que aspira a un desarrollo sostenible debe reconocer –y debe tratar de movilizar a través de ella– una división tripartita del trabajo bajo el capitalismo: la fuerza de trabajo, el trabajo humano no remunerado y el trabajo en su conjunto. Esta es la trialéctica del trabajo en la ecología-mundo capitalista (2018: 34)/3.
De una revisión del concepto de valor…
Según Moore, la integración de la temática y de la problemática ecológicas en el marxismo pasa así por una ampliación del marco de este último, que le lleva finalmente a marginar (o al menos a relegar a un segundo plano) la esfera mercantil, en la que predomina el valor al transformarse en capital, en valor en proceso, en valor que se mantiene y crece a través de la explotación de la fuerza de trabajo asalariada. En su construcción, esta esfera se convierte a su vez en un mero anexo de un proceso más amplio de apropiación por el capital del trabajo/energía de la naturaleza, al igual que del trabajo femenino en la esfera doméstica, sin el cual el valor no podría existir.
Sin embargo, Moore no renuncia a la conceptualidad marxista: valor y valor de uso, capital y trabajo asalariado, trabajo remunerado y trabajo no remunerado, explotación, etc., salpican continuamente sus textos. Y él no pretende ni siquiera modificar el sentido ordinario de estos conceptos marxistas. No obstante, no está claro que resistan el trato al que los somete.
Juzguemos por el principal de ellos, el de valor. La cuestión planteada con respecto al mismo estriba en saber qué lugar ocupa la naturaleza en la formación del valor. La posición de Marx es clarísima: si bien la naturaleza constituye un factor decisivo en la producción de valores de uso, partiendo de la riqueza social, no desempeña papel alguno en la formación del valor.
La tierra puede ejercer la acción de un agente de la producción en la fabricación de un valor de uso, de un producto material, digamos que trigo. Pero no tiene nada que ver con la producción del valor del trigo. En la medida en que el trigo representa un valor, se lo considera únicamente como la materialización de cierta cantidad de trabajo social, poco importa la materia particular en que se expresa este trabajo, poco importa el valor de uso particular de esta materia. (…) La productividad del trabajo agrícola está asociada a determinadas condiciones naturales y según su productividad, la misma cantidad de trabajo se traducirá en más o menos productos, más o menos valores de uso. La cantidad de trabajo que representa una cuartilla depende del número de cuartillas que produce la misma cantidad de trabajo. Es la productividad de la tierra la que decide aquí en qué cantidades de producto se traducirá el valor; pero es un dato independiente de este reparto (Marx, 1976 [1894]: 739).
Veamos ahora cómo se presenta la cuestión en Moore.
1- Hay que empezar señalando que –por mucho que él pretenda articularlos– Moore tiende, por el contrario, a disociar la explotación del trabajo humano y la apropiación del trabajo natural. Porque de hecho ambas están vinculadas inseparablemente dentro del proceso de trabajo del que se apropia el capital, transformándolo en su proceso de valorización. Aunque, sin lugar a dudas, Moore lo reconoce, sin embargo, tiende a concentrarse en los procesos y las mediaciones externas al proceso de trabajo (como el Estado a través de sus aventuras imperialistas, ciencias como la geografía, la cartografía, etc.) que contribuyen a la apropiación del trabajo natural. En suma, hace de esta apropiación una condición general externa al proceso inmediato de reproducción del capital más que un momento de este último.
Sin embargo, los procesos de creación de las relaciones y condiciones necesarias de las Naturalezas Baratas no pueden reducirse al proceso inmediato de producción, ni siquiera a la producción y al intercambio de mercancías en su conjunto. Estos son cruciales e indispensables, pero son insuficientes. El capitalismo depende de un repertorio de estrategias para apropiarse del trabajo/energía no remunerado de seres humanos y del resto de la naturaleza al margen del sistema mercantil. Estas estrategias no pueden reducirse a las llamadas relaciones mercantiles, sino que es una mezcla de ciencia, poder y cultura la que las posibilita (2014a: 251).
En lo que sigue, la apropiación designa estos procesos extraeconómicos que identifican, aseguran y canalizan el trabajo no remunerado, realizado fuera del sistema mercantil, en el circuito del capital. Revoluciones científicas, cartográficas, botánicas, en sentido amplio, son buenos ejemplos de ello. En este sentido, los procesos de apropiación son distintos de los procesos de explotación del trabajo asalariado, cuya generalización tendencial presupone la de las prácticas de apropiación (2015b: 78).
Los capitalistas no están bien pertrechados para cartografiar, codificar, investigar, cuantificar y en general identificar y hacer accesibles [facilitate] nuevas fuentes de Naturalezas Baratas. Si el capital no está muy bien adaptado a estas tareas, el Estado contemporáneo sí lo está. Así, en el corazón del capitalismo contemporáneo no solo está el Estado y el poder geopolítico, sino también el geopoder. El geopoder emerge en la conexión de la ciencia puntera [big science], de los Estados más poderosos [big states] y "tecnologías de poder que hacen que el territorio y la biosfera sean accesibles, legibles, conocibles y utilizables" (…) (2018: 9).
2- Sobre todo, al basarse en el hecho de que la valorización del capital reposa, por un lado, sobre la parte no remunerada del trabajo humano (el sobretrabajo que forma el sobrevalor o plusvalía) y, por otro, sobre el trabajo natural que tampoco está remunerado (sin olvidar el trabajo no remunerado de las amas de casa), Moore tiende a asimilar (confundir) ambos a la categoría de trabajo no remunerado [unpaid labor]. Por eso, el papel fundamentalmente diferente de estos dos factores, trabajo humano y trabajo natural, tiende a difuminarse o incluso a desaparecer en el proceso capitalista de producción.
Porque si los dos se combinan en el proceso de trabajo, que siempre es gasto de trabajo humano y gasto de trabajo natural al mismo tiempo, en el proceso de valorización del capital opera e importa únicamente el trabajo humano, como señalaba Marx en la cita anterior. Así, tiende a borrarse la diferencia fundamental introducida por Marx entre trabajo concreto (el trabajo útil, el trabajo en tanto es productor de valores de uso, que combina siempre fuerza humana de trabajo y naturaleza) y trabajo abstracto, que no hace más que formar valor. Tanto es así que, como tantos otros antes que él, Moore acaba confundiendo en definitiva formación del valor y producción de valores de uso, por mucho que él lo rebata. De este modo da la espalda al análisis marxista del valor, cuya herencia, no obstante, reivindica. Como prueba, valgan los pasajes siguientes:
Sin embargo, todas estas formas de trabajo devaluado y no valorizado [de-valued and un-valued formes of work] se sitúan fuera de la forma valor (la mercancía). No producen directamente valor, pero –este es un pero muy importante– el valor como trabajo abstracto no se puede producir salvo por medio del trabajo/energía no remunerado (2014b: 262).
En otras palabras, el valor viene coproducido por naturalezas humanas y no humanas, consideradas no como dos bloques, sino como haces diferenciados de la ecúmene [oikeos], y la estructura interna [relationality] de las naturalezas no humanas es reformada a través del valor como modo de organización de la vida (2014b: 280).
Cuando nos centramos en la relación entre trabajo remunerado y trabajo no remunerado, las relaciones de valor no pueden reducirse a una relación entre propietarios del capital y poseedores de la fuerza de trabajo. Burgueses y proletarios constituyen una expresión central de la esencia contradictoria del capital. Trabajo remunerado y trabajo no remunerado forman otra contradicción, constitutivamente implicada y frecuentemente decisiva. La base sobre la que reposa el tiempo de trabajo socialmente necesario es el trabajo no remunerado socialmente necesario. El tiempo de trabajo no se forma únicamente a través del conflicto entre capital y trabajo, sino también por el suministro de trabajo no remunerado: un conflicto profundamente generizado, racializado y multiespecífico (…) (2018: 14-15).
La confusión precedente aparece especialmente en la manera en que Moore evalúa la contribución del trabajo natural a la formación y a la acumulación de capital. Por ejemplo, en el pasaje siguiente:
Sin los flujos masivos de trabajo/energía no remunerado procedente del resto de la naturaleza –incluido el suministrado por las mujeres–, los costes de producción se incrementarían y la acumulación sería más lenta (2014a: 251-252).
En efecto, los flujos masivos de trabajo natural no remunerado del que se apropia el capital contribuyen sin duda de modo decisivo y directo a la producción de valores de uso en la que y por la que se materializa el valor, pero no participan directamente en la formación de este último. Es cierto, como señala Marx en el pasaje antes citado, que la naturaleza puede facilitar o, por el contrario, obstaculizar el proceso de apropiación de sus elementos, como más en general el proceso de producción: puede hacer posible un gasto de trabajo social medio más bajo o, por el contrario, comportar la necesidad de aumentar el gasto de trabajo social medio (muerto y/o vivo) para un resultado dado.
Por consiguiente, la naturaleza afecta siempre, positiva o negativamente, en mayor o menor grado, a la productividad del trabajo en la medida en que contribuye a determinar la masa más o menos grande de productos generados mediante una cantidad determinada de trabajo. "Independientemente de la configuración más o menos desarrollada que ha adoptado la producción social, la productividad del trabajo sigue estando vinculada, no obstante, a las condiciones naturales", dice Marx (1991 [1867]: 574). En esta medida, por mucho que esta situación sea general (afecta a cualquier capital que opera normalmente empleando trabajo social medio), contribuye a determinar el valor (y por consiguiente también el precio) unitario de los productos derivados de su transformación.
Por ejemplo, por retomar el ejemplo anterior, la mayor o menor fertilidad natural de un suelo determinará la mayor o menor masa de trigo que se cosechará por hectárea y, para una cantidad determinada de trabajo necesario para cultivar el trigo, el valor (y el precio) unitario de este último (por ejemplo, el valor o el precio de un quintal de trigo producido en estas condiciones), pero no el valor del conjunto de la cosecha, que solo depende del trabajo gastado para producirla, independientemente de la masa cosechada. Marx también es claro sobre este punto:
Debido a unas condiciones naturales totalmente incontrolables, estaciones favorables o no, etc., la misma cantidad de trabajo puede traducirse en este terreno en cantidades muy diferentes de valores de uso y una medida determinada de estos valores de uso tendrá por tanto un precio que variará mucho (Marx, 1976 [1894]: 126).
La productividad del trabajo agrícola está asociada a determinadas condiciones naturales y según su productividad, la misma cantidad de trabajo se traducirá en más o menos productos, más o menos valores de uso. La cantidad de trabajo que representa una cuartilla depende del número de cuartillas que produce la misma cantidad de trabajo. Es la productividad de la tierra la que decide aquí en qué cantidades de producto se traducirá el valor; pero es un dato independiente de este reparto (Marx, 1976 [1894]: 739).
El mismo razonamiento vale también para la totalidad de las industrias extractivas. En suma, es la cantidad de trabajo abstracto necesaria para su apropiación la que contribuyen a determinar estos flujos masivos de trabajo natural no remunerado, tanto por su cantidad (su mayor o menor rareza o disponibilidad) como por su calidad (su capacidad de satisfacer más o menos directamente las necesidades de los procesos de consumo productivo o improductivo para cuya satisfacción son objeto de apropiación), particularmente en forma de coste de producción de las materias de trabajo (materias primas, energía, etc.). Y es únicamente en esta calidad y por este medio que determinan la cantidad de valor que incorporan globalmente, al igual que su reparto entre sus elementos constitutivos. Sin embargo, aun así esos flujos masivos de trabajo de la naturaleza no contribuyen para nada a la formación de este valor como tal, como forma del trabajo social, que no depende más que del gasto de trabajo humano necesario para su apropiación.
El error de Moore consiste en despreciar esta mediación, el trabajo humano de apropiación del trabajo natural, razonando como si esta apropiación no requiriera ningún trabajo o como si el trabajo natural operara al margen e independientemente del trabajo humano. De ahí que no entienda el carácter artificial de la diferencia y oposición que introduce, y repite profusamente, entre explotación del trabajo humano y apropiación del trabajo de la naturaleza. Porque en la medida en que esta última se produce en un modo capitalista, implica necesariamente la explotación del trabajo de apropiación. Dicho de otro modo, la apropiación capitalista de la naturaleza por el capital también es necesariamente explotación del trabajo humano que hace que esta apropiación sea posible. Y es únicamente gracias a ello que esta última puede ser fuente directa de valorización/acumulación de capital.
3- En definitiva, esto lleva a Moore a erigir las que él llama las Cuatro Baratas, o sea, la fuerza de trabajo, los alimentos, las materias primas y la energía, o más exactamente su coste de producción (por tanto, su precio) en el alfa y omega de la historia del capitalismo. Ahora bien, por un lado esta tesis es tautológica e indeterminada, en la medida en que cada uno de estos cuatro factores forma parte, en mayor o menor medida, del valor (del coste de producción) de los otros tres. Por otro lado, y sobre todo, al centrarse únicamente en las materias y las fuerzas de trabajo, esta tesis desprecia totalmente el tercer término que forma parte de la composición, tanto orgánica como técnica, del capital, a saber, los medios de trabajo (maquinaria, infraestructuras productivas, etc., y lo que hace que sea posible su desarrollo, la investigación científica, la investigación y desarrollo, las innovaciones técnicas, etc.), o dicho de otro modo, la componente muerta del trabajo de apropiación de lo que Moore llama el trabajo no remunerado de la naturaleza, que constituye la componente fija del capital.
Da ahí su idea de que la variación de la tasa de beneficio depende esencialmente de los precios de las materias de trabajo y de la fuerza de trabajo, lo que llevaría al capital a reducir tanto como sea posible el precio de estas últimas y, con este fin, a buscar sin cesar nuevas oportunidades de apropiación de las Naturalezas Baratas al menor coste, y evitar de este modo la baja tendencial de la tasa de beneficio derivada del aumento de la composición orgánica del capital, contribuyendo así al tropismo expansivo de todo el modo de producción, mientras que la componente fija no desempeñaría papel alguno en este proceso.
El capital no solo tiene que acumularse continuamente y revolucionar la producción de mercancías; necesita buscar y hallar sin cesar los medios para producir las Naturalezas Baratas que suministran un flujo creciente de alimentos, fuerza de trabajo, energía y materias primas a bajo precio a las puertas de las empresas (…). Estas son las Cuatro Baratas. La ley del valor en el régimen capitalista es una ley de la Naturaleza Barata (2014a: 250).
Con el tiempo empieza a aumentar la composición en valor de los insumos de las Cuatro Baratas y el capital necesita encontrar los medios para reconfigurar la ecúmene [oikeos] y restaurar las Cuatro Baratas. El crecimiento y el descenso del excedente ecológico determinan así el desarrollo cíclico y acumulativo del capitalismo (2014a: 262).
El capitalismo histórico ha sido capaz de resolver sus crisis recurrentes porque las agencias territoriales y capitalistas han ampliado el espacio de apropiación con mayor rapidez que el espacio de explotación. Esto ha permitido al capitalismo superar los límites naturales aparentemente infranqueables mediante apropiaciones coercitivas e intensivas en conocimiento [coercive- and knowledge-intensive appropriations] de la naturaleza en su conjunto, produciendo las Cuatro Baratas: fuerza de trabajo, alimentos, energía y materias primas (2018: 17).
Por capitalización, la productividad del trabajo va de la mano del aumento de la composición de la producción en valor; por apropiación, la productividad del trabajo va de la mano del control de las Naturalezas Baratas, reduciendo la composición en valor de la producción e incrementando la tasa de beneficio. Si ha de crecer la rentabilidad, la apropiación debe avanzar –geográfica y demográficamente– con mayor rapidez que la explotación (2018: 28).
La tasa de plusvalía depende de numerosas variables y condiciones cualitativas y cuantitativas. No obstante, dado que el crecimiento de la productividad se caracteriza ante todo por el aumento de la cantidad de energía y de materias primas (capital circulante) por unidad de tiempo de trabajo socialmente necesario, la tasa media [global] de beneficio depende de un triple proceso: (1) es preciso que aumente la cantidad de materia utilizada [material throughput] en el circuito del capital; (2) es preciso que disminuya el tiempo de trabajo necesario en promedio en la producción de mercancías; (3) es preciso reducir (si ha de producirse un boom) los costes del capital circulante (que afectan también al capital fijo), o contener su aumento (si se desea evitar la crisis). Así, la tasa de plusvalía está estrechamente relacionada con la acumulación por apropiación. Las crisis de acumulación se producen cuando las naturalezas humanas y extrahumanas no pueden satisfacer la demanda capitalista de un flujo creciente de trabajo gratuito –o barato– (2018: 33).
Este último pasaje, en el que Moore asimila tasa de plusvalía y tasa de beneficio y reduce el capital fijo (materializado en los medios de trabajo) a la parte que entra en la composición del capital circulante (en forma de amortización de estos medios), muestra la confusión en la que cae finalmente su revisión de la ley del valor.
… a su subversión
En definitiva, más que una revisión, en Moore hay incluso una verdadera subversión tendencial del concepto de valor. Esta consiste en disolver, por no decir en negar la objetividad del valor como forma (modo de realización y de manifestación) del trabajo social (del carácter social del trabajo), controlada por la propiedad privada de los medios de producción y la división mercantil del trabajo social que se deriva de ella, todo para convertirlo en una mera construcción subjetiva, ideológica, una especie de norma ético-política que sería propia del mundo capitalista, pero que no por ello sería menos arbitraria, del mismo modo que todo juicio de valor es rechazable a este título. Esto queda reflejado en los pasajes siguientes:
En inglés, valor significa dos cosas importantes. En primer lugar, el término se refiere a los objetos y las relaciones que son preciosas (valuable). En segundo lugar, remite a nociones morales, por ejemplo en la oposición entre hecho y valor que ha desempeñado un papel tan importante en el pensamiento moderno. El despliegue por Marx de la ley del valor estaba destinado a todas luces precisamente a identificar las relaciones situadas en el centro del capitalismo, basadas en la reproducción ampliada del trabajo social abstracto. Y después de Marx, los marxistas han defendido, y a veces eludido [elided], la ley del valor como un proceso económico que engloba este primer sentido del valor: los objetos y las relaciones que la civilización capitalista considera dignas de valor [valuable]. Por tanto, ha sido difícil, en efecto, sobre la base de esta experiencia histórica, sugerir que la aplicación de la ley del valor –la reproducción ampliada de las relaciones de valor, permitiendo la expansión cuantitativa del trabajo abstracto– puede englobar ambos significados (2014a: 280).
El mundo objetivo del valor ha sido forjado por las subjetividades de "la imaginación del capital" (…). El carácter calculatorio [calculative] del valor no es una cuestión en que el capital utiliza un conocimiento objetivo, basado en el dualismo y la cuantificación, sino una cuestión en que el capital despliega su poder simbólico para representar el carácter arbitrario de las relaciones de valor como objetivo (…) (2014a: 281).
En el centro del gran arco de la historia del mundo moderno, desde el siglo XVI hasta nuestros días, se hallan el consumo voraz y la búsqueda incesante de Naturalezas Baratas –baratas en relación con la acumulación del capital y el curioso privilegio que otorga al trabajo asalariado como la única cosa que tiene valor. Una pretensión cultural de esta clase solo podía emerger sobre la base de la devaluación del trabajo humano realizado al margen del sistema mercantil –que comprende gran parte del llamado trabajo femenino– y del trabajo de las naturalezas extrahumanas (2014b: 16).
Aunque, al contrario que Marx, para quien la ley del valor es la marca propia de la civilización capitalista, para Moore "todas las civilizaciones tienen sus leyes del valor –entendidas en el sentido de prioridades principales [broadly patterned priorities] que determinan qué tiene valor y qué no" (2017: 610). Aunque:
Si bien la ley del valor se utilice a menudo en la obra de Moore de una manera que sugiere su afinidad con la crítica marxiana, en su teoría de la ecología-mundo se metamorfosea en una categoría suprahistórica tan imprecisa que engloba no solo todas las actividades de las civilizaciones, sino también el trabajo/energía de todo el sistema terrestre durante cientos de millones de años en cuanto afecta a la producción humana (Foster y Clark, 2020: 227).
La cosa, al fin y al cabo, no es sorprendente. Porque como he tenido ocasión de mostrar en otra parte (Bihr, 2019: 21-50), Braudel y Wallerstein, en cuya filiación se sitúa Moore, no dominan realmente, ni el uno ni el otro (y sobre todo no el primero), los conceptos marxistas fundamentales, empezando por el del valor. Así pues, salvo que volviera al propio Marx, Moore se condenó desde el principio a fracasar en su intento de integrar la temática y la problemática ecológicas en un marco auténticamente marxista.
19/03/2023
Traducción: viento sur
Bibliografía
Bihr Alain (2019), Le premier âge du capitalisme. Tome 3: Un premier monde capitaliste, Lausana y París, Page 2 y Syllepse.
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Moore Jason W. (2014a), "The Value of Everything? Work, Capital, and Historical Nature in the Capitalist World-Ecology», Review, Fernand Braudel Center, vol. 37, n°3-4.
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Moore Jason (2015a), Capitalism in the Web of Life: Ecology and the Accumulation of Capital, Nueva York / Londres, Verso.
Moore Jason (2015b), "Putting Nature to Work. Anthropocene, Capitalocene, & The Challenge of World-ecology" en Wee Cecilia, Schönenbach Janneke y Arndt Olaf (eds.), Supramarkt: A micro-toolkit for disobedient consumers, or how to frack the fatal forces of the Capitalocene, Gotemburgo, Irene Books.
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Moore Jason (2017), "The Capitalocene Part I: on the nature and origins of our ecological crisis", The Journal of Peasant Studies, vol. 44, n°3.
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Notas:
1/ Las referencias bibliográficas de los artículos y libros Moore que se citan figuran al final del artículo, al igual que todas las demás referencias bibliográficas.
2/ Todos los pasajes citados figuran en los originales en inglés y han sido traducidos por mí. Por tanto, también soy responsable de eventuales errores u opciones de traducción discutibles.
3/ He optado por citar profusamente a Moore para permitir que los lectores tomen conocimiento directamente de sus tesis, pero también de su estilo enrevesado por momentos y de los enfoques teóricos.