Los océanos, esas grandes masas de agua representadas en un mapa, que separan los continentes, tienen una superficie total superior a los 300 millones de kilómetros cuadrados, y un volumen aproximado de 1.300 millones de kilómetros cúbicos. Esas grandes masas de agua, cuyos nombres son Atlántico, Pacífico, Indico, Ártico y Antártico, son en la actualidad objeto de la mirada mundial, toda vez que han quedado bajo la reglamentación del Tratado Global de los Océanos, aprobado en Naciones Unidas en marzo pasado, y ratificado el pasado septiembre a través de la firma del Tratado de Alta Mar por parte de la Unión Europea y 67 países más.
En términos concretos, el espacio oceánico a ser vigilado y reglamentado por la comunidad mundial es el que está más allá de las 200 millas náuticas de las Zonas Económicas Exclusivas y aguas territoriales de los diferentes países, algo así como el 64 % de la superficie total de los océanos. Es decir, ese espacio es de todos, con el mismo derecho para todos. Y tal como lo expresa el investigador Joaquim Garrabou: "… dotar a los distintos países y actores implicados de los instrumentos operacionales necesarios para hacer cumplir los acuerdos, será clave para garantizar el éxito del tratado".
Un concepto-propuesta que está siendo promocionado por parte de algunos gobiernos y ONG ambientalistas, es el de ‘santuarios en los océanos’, equivalente al de zonas protegidas que se utiliza en los espacios continentales. La idea es que, con base en estudios científicos, se definan algunas áreas oceánicas donde se prohíban o se restrinjan las actividades de pesca y explotación de recursos biológicos y mineros, a fin de evitar una mayor contaminación y de esa manera preservar y fomentar la biodiversidad. Comienza el pulseo entonces.