Tenía entonces 40 años, una edad a la que no se puede olvidar cómo nació este bodrio político… Confié durante un par de décadas en una movilización ciudadana decidida a enmendar aquel error aparente impuesto por las circunstancias y por los herederos del franquismo. El propio presidente entonces de gobierno, un tal Suárez, reconoció en una entrevista que no se podía hacer un referéndum monarquía/república, porque era evidente la segunda opción. Desde entonces, ni por asomo se ha sabido por parte de nadie, de un intento o de una propuesta de un nuevo proceso constituyente que enmendase aquella parodia que llaman ampulosamente, con mayúscula, Transicióm. Una parodia cuya réplica estuvo en un posterior referéndum que dio lugar al procés y condena de muchos catalanes por la justicia española, mucho menos dramática, menos aburrida y menos mentirosa que el revuelo que levantó una Constitución, monarquía incluida, aprobada en 1978 por una ciudadanía que fue a las urnas con el miedo metido en el cuerpo a un golpe de estado si no la aprobaba… ya!
Yo escribo mucho. Pero una cosa es el enfoque sociológico o antropológico de la vida pública y de los mecanismos del poder allá donde se aloja (que es en los términos en que suelo escribir), y otra implicarse en análisis de una política española asquerosamente viciada por ese punto de partida falso. Es decir, por una Transición escandalosamente tramposa donde empieza la corrupción del nuevo Régimen y sigue la corrupción de la mayoría de los políticos a partir de entonces. Y sobre semejantes cimientos -está claro- es imposible levantar un Estado mínimamente sólido, serio y responsable con propósitos nobles y de altas miras, como pueda ser cualquier otro europeo. Y es que España al parecer, está condenada por los dioses y por la Historia a ser una nación destartalada, bronca y casi tercermundista, por muchos esfuerzos que se hagan desde distintas instancias españolas y europeas, para europeizarla.
De modo que a nadie debe extrañar que, desde hace muchos años, la posición personal de millones de españolas y españoles respecto a la política española, tal como se entiende y practica en España, sea de indiferencia o bien filosófica, ésa que recuerda al filósofo Epicuro que decía a sus alumnos de la Academia: ¡Lejos de la política! Eso al menos, es lo que hago yo…