Me dirijo a todos los españoles. Mejor dicho, me dirijo a todos los españoles menos a tantos de ellos y de ellas cuyos padres o abuelos propiciaron en 1978 este orden político e institucional caótico que hay en España. Ya es hora de que reaccionen los espíritus despejados y los lúcidos…
El poder judicial y el poder mediático que durante 46 años han dominado en España son destilación del franquismo. De un franquismo "actualizado"; un franquismo "actualizado", por el empeño que el mismísimo caudillo, de haber seguido como dictador otros 10 ó 20 años más, hubiese mostrado en organizar un estado español "moderno". Es decir, una monarquía, la que tenemos, y con una unidad territorial igual a la que forzó toda la dictadura...
Fijaos bien en que las Comunidades Autónomas en teoría lo son, pero un órgano institucional del que nunca se habla, las Diputaciones. Dependientes del gobierno central, tienen la misión de controlar las finanzas en cada Autonomía. Bastó una orden desde la Moncloa de no destinar un solo euro para el cumplimiento de la ley de Memoria Histórica, para que esa ley fuese virtualmente derogada. Los abusos clamorosos de los presidentes de las Diputaciones de Orense y de Castellón, por ejemplo, han dejado huellas, pero sin ninguna consecuencia para ellos. Por otro lado, recordad, aunque sea visitando la hemeroteca, el comentario del primer presidente español de esta farsa democrática, Adolfo Suárez, cuando dijo que no podía convocar ni promover un referéndum monarquía-república, porque ya se sabía el resultado de antemano…
Pero es que el poder judicial, y a su frente el Tribunal Constitucional, es el que desde un principio se encargó de vigilar que se cumpliese la voluntad de Franco. Empezamos por que la Constitución fue redactada por 7 funcionarios más o menos franquistas, y ninguno procedente del pueblo llano. De ahí vino un comportamiento de ese poder, no ya sólo involucionista si no también implacable con políticos y gobernantes de Catalunya tras un simulacro de referéndum que, de haber tenido lugar en cualquier otra nación de Europa, se hubiese considerado no ya simplemente inválido, si no una mascarada o de broma, pues no se hubiera considerado vinculante y, por supuesto, no se hubieran practicado las necesarias transferencias de toda clase desde el poder central a Catalunya, como era preceptivo. Con esto, cualquier otra nación europea, en el supuesto de que el comportamiento de una región suya hubiese sido el mismo que el de Catalunya, se hubiese dado por terminado el simulacro y la escenificación de una voluntad política colectiva…
Y en cuanto al poder mediático, impreso y audiovisual, qué decir. Hubiera bastado que los periodistas más sobresalientes hubiesen puesto el foco años después sobre la imperiosa necesidad de revisar las condiciones en que se celebró el referéndum para la aprobación de la Constitución en 1978, es decir, la índole del origen de ésta, para que, con temple, raciocinio e inteligencia, gran parte de España se hubiese puesto manos a la obra. Se hubiese convocado un nuevo referéndum, ya sin el aturdimiento de la población española, ni la opresión psicológica que se generó deliberadamente entonces, para empezar limpiamente una España nueva, moderna y a la altura de la mentalidad europea. Pero no sólo no se hizo así, si no que aquellos periodistas de la transición y sus hijos y familiares se adueñaron de las reglas y pautas de conducta necesarias, no para esa nueva España, si no para dar continuidad al bodrio democrático español. Y no sólo se adueñaron de eso, es que prácticamente no han propiciado la renovación de sus empleos, bajo pretexto de eficacia, para permitir la entrada a cuadrillas de periodistas sin empleo, en los centros mediáticos de toda clase, que se las ven y se las desean para salir profesionalmente adelante…
Y, por último, España incumple sistemáticamente las directivas europeas y hace caso omiso, simplemente se ríe, de los pronunciamientos de los Tribunales Superiores europeos sobre asuntos graves tratados en España de cualquier manera. Lo único que le interesa a España de la CEE, son los fondos que por distintos conceptos reparte ésta entre sus Estados miembros. No comprendo cómo permiten a España seguir figurando como miembro. Aunque ya se sabe, otra miseria, ésta de la política internacional, siempre hay motivos subrepticios e inconfesables, para soportar a una nación a todas luces insumisa. Son, aunque de otra índole, razones parecidas a las de países del sureste asiático, para soportar incontables abusos de otras naciones sobre ellos y para tolerar millones de toneladas de la basura de esas naciones en su suelo…