Si en las guarderías se aconseja al niño que pegue cuando otro niño le pega; si el leit motiv en la enseñanza es la competitividad, la agresividad y la insolencia; si la violencia física es lo que más se vende y lo que más excita a los adultos; si ya desde la cuna los padres no soportan el llanto de los hijos; si cada familia empieza pronto a disolverse perdiendo el niño los vínculos que le dan confianza y estabilidad emocionales; si la paciencia es un rasgo de carácter que nadie aprecia y menos ejercita; si la libertad, el igualitarismo y el respeto sólo se reclaman para uno mismo, pero en cuanto se tiene una posición de privilegio se niega la libertad, la igualdad y el respeto a los demás; si todo es objeto de comercio, incluidos el afecto, el amor y la amistad; si aislarse empieza a ser la aspiración más deseable; si no se perfeccionan la multitud de trámites y de usos tecnológicos que en tantos casos son más inquietantes que cómodos y resolutivos…
Si todo es así, ¿qué clase de dirigentes, de políticos, de empresarios, de abogados, de médicos, de jueces, de periodistas, de comerciantes, de trabajadores, de hombres, de mujeres, de adolescentes y de niños... se puede esperar de esta sociedad? ¿qué equidad cabe esperar en el reparto tributario de la riqueza? ¿qué clase de armonía y equilibrio puede recibir cada nuevo niño que viene a la vida en una sociedad cada vez más más fracturada, más individualista, menos cohesionada? ¿Qué podemos esperar de unos gobernantes que en su mayoría pertenecen a esta clase de sociedad?
Viviremos más años... pero como será casi a rastras, si no se pone remedio a tanto disparate, si no se corrigen tantas lacras y no se da un golpe de timón y esto no cambia, pronto empezaremos a desear una vida más corta o pondremos los medios para acortarla…