La verdad es que se ha convertido en una verdadera cháchara eso de las reacciones en Venezuela por el veto de Brasil al ingreso de nuestro país al grupo de los BRICS, durante la reunión recientemente realizada en la ciudad de Kazán, Rusia. Hasta un comunicado en tono de protesta y rechazo emitió la Cancillería venezolana, sin contar el sinnúmero de opiniones y comentarios condenatorios, a lo que se ha considerado un acto hostil por parte del gigante sudamericano.
Se supone que eso era lo esperado, de acuerdo con la secuencia que se venía manifestando en las deterioradas relaciones entre el gobierno venezolano y el gobierno brasileño. Ya los voceros oficiales del Palacio de Planalto, la sede del poder ejecutivo verdeamarelo, así lo habían hecho saber. Técnicamente se puede decir que desde el lado brasileño habían sido enviadas, al lado venezolano, reiteradas ondas que perfectamente pueden ser calificadas de injerencistas, para no decir seudoimperialistas.
Seguramente que el análisis que han hecho en Brasil, siguiendo la tradición de los postulados geopolíticos desarrollados durante los gobiernos militares del período 1964-1985, concluyen que Venezuela es un país potencialmente incómodo para sus intereses nacionales. Así que esa es la razón del famoso veto aplicado en Kazán. Ninguna sorpresa al respecto.
Ahora bien, la dinámica geopolítica en el seno de los BRICS continuará y algunos cambios vendrán. Ciertamente Brasil es un país importante. Cuenta con una economía poderosa, especialmente en materia de recursos naturales, ciencia y tecnología, industria aérea, industria militar y agroindustria. Pero también tiene algunas debilidades, siendo la principal de ellas, la creciente población urbana hacinada en las famosas favelas, que en sí constituye una bomba de tiempo, a lo cual se suma el manifiesto deterioro que muestra su liderazgo político, rancio y sin muchas posibilidades de renovarse.
