[Desde Nueva York] Las elecciones están revelando cómo se ha fortalecido la Extrema Derecha durante la administración Biden. Gane o pierda, esta Nueva Derecha seguirá siendo una parte poderosa del escenario político. Debemos construir un frente unido para detenerla y defender todos nuestros derechos democráticos. En esta nota publicada originalmente en Left Voice, parte de la Red Internacional de Diarios de La Izquierda Diario, Jimena Vergara y Sybil Davis desarrollan estos temas.
El escenario político estadounidense está signado por un giro a la derecha, como ya hemos escrito anteriormente. Un claro ejemplo fue el multitudinario mitin de Donald Trump en el Madison Square Garden (MSG), que expresó la forma en que el trumpismo y la extrema derecha han crecido en influencia y presencia. Es especialmente notable que esta demostración de fuerza se produjera en la ciudad de Nueva York, bastión del Partido Demócrata. En el estado de Nueva York, Trump ha obtenido en las encuestas un apoyo cercano al 40 %, más de 10 puntos por encima del que obtuvo contra Biden en 2020. En la vecina Nueva Jersey, desde donde probablemente viajaron algunos partidarios de Trump para asistir al mitin, Trump obtiene más del 40% de los votos y supera sus resultados de 2020 según las encuestas. El mitin estuvo lleno de racismo, xenofobia, misoginia y transfobia, tanto por parte de Trump como de sus teloneros. Que Trump pudiera atraer a un número tan grande en una de las ciudades cultural y políticamente más progresistas del país demuestra la fuerza de la derecha a dos días de una elección que muestra a ambos candidatos cabeza con cabeza.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
Teóricamente, se suponía que la derecha trumpista había sido derrotada en las elecciones de 2020, pero de hecho, solo los hemos visto fortalecerse. Esto es el resultado de una variedad de factores -algunos de los cuales discutiremos en este artículo-, pero uno clave es que en 2020, después de la pandemia y el mayor levantamiento social en la historia de Estados Unidos, los demócratas se presentaron como una respuesta a la polarización, un intento de restablecer el statu quo. Biden llegó al poder con el mandato de intentar recuperar la estabilidad tanto en el escenario internacional como doméstico, en medio de una gran crisis del capitalismo global y de la hegemonía estadounidense. Desde 2008, la globalización y el orden neoliberal han entrado en crisis, y en algunos sus representantes tradicionales han sido sustituidos por figuras de extrema derecha.
A pesar de las esperanzas de que uniera al país, la experiencia de muchas personas con la administración Biden no ha sido positiva. La inflación aumentó, lo que dificultó que los trabajadores y la clase media pudieran cubrir sus necesidades básicas durante el tortuoso periodo de recuperación económica post pandemia. Estados Unidos invirtió dinero en la guerra en Ucrania, mientras los servicios públicos y la infraestructura del país están claramente en decadencia, como mostró las consecuencias devastadoras de Helen en Carolina del Norte. Biden y los demócratas están armando y supervisando un genocidio en Palestina y la creciente agresión israelí contra el resto de la región, decantando un nuevo movimiento anti imperialista con epicentro en los campus universitarios.
Mientras los demócratas, incluso los demócratas progresistas, defendían esencialmente el statu quo, era la derecha la que se pronunciaba contra la inflación y la guerra en Ucrania. Es Trump quien se presenta como el candidato “antibélico” y quien ha capitalizado por derecha el sentimiento anti guerras interminables que permea a una parte de la población estadounidense.
En este contexto, parecía que, de forma similar a 2016, Trump y la extrema derecha estaban dando voz a los sentimientos de descontento en todo el país. Este discurso parecía más conectado con las preocupaciones del estadounidense medio, y su reaccionario mensaje antiinmigración ganó popularidad. Los demócratas también cometieron importantes errores durante la administración Biden. Confiados en que la Extrema Derecha sería más fácil de combatir, canalizaron dinero de donantes demócratas hacia representantes de la Extrema Derecha en las elecciones de medio término, ayudando a fortalecer su posición dentro del Partido Republicano.
En respuesta a la oleada antiinmigración, alimentada por las dificultades económicas y el giro a derecha de sectores de la propia base social demócrata, los demócratas se adaptaron al giro a la derecha y empezaron a retomar cada vez más aspectos de la plataforma del Trumpismo, abandonando promesas progresistas a diestra y siniestra. El fracaso y la adaptación de los demócratas y de Biden ayudaron a allanar el camino para el resurgimiento y fortalecimiento de la Extrema Derecha.
Otro aspecto clave de por qué se ha fortalecido la Extrema Derecha es el fracaso de las direcciones de los movimientos sociales. Un ejemplo clave de esto fue la respuesta a la decisión de la Corte Suprema de despojarnos de nuestro derecho al aborto. Planned Parenthood, la principal ONG y referente de los derechos reproductivos en Estados Unidos, recaudó millones en donaciones que utilizó para financiar las campañas electorales del Partido Demócrata. Se retiraron de los estados en los que parecía que se iban a aprobar restricciones al aborto, en lugar de quedarse y luchar. No se organizó ningún movimiento masivo a favor del aborto, como vimos en América Latina e Irlanda. El papel de Planned Parenthood fue desorganizar la rabia de millones de personas y canalizar esa rabia de vuelta al partido de los burros.
Junto a este fracaso de las ONG, también hemos asistido a la capitulación de la burocracia sindical. Sacudidos por la polarización nacional, en algunos casos, los líderes sindicales se corrieron a la derecha, como el presidente de los Teamsters, Sean O’Brien, que asistió a la Convención Nacional Republicana, y un creciente chovinismo en algunos sectores del movimiento obrero.
En la izquierda, hemos visto un nuevo fenómeno de organización más militante y preocupado por la opresión que se desarrolla dentro del movimiento obrero en gran parte a partir de una nueva generación formada por la pandemia e influida por el movimiento Black Lives Matter y el sanderismo. Esta nueva generación ha acercado el movimiento obrero a los movimientos sociales a través de su alianza con el movimiento pro Palestina despertando un nuevo instinto anti imperialista en sectores pequeños pero significativos del movimiento obrero.
Este nuevo espíritu sindical ha dado lugar a un aumento de los intentos de organización, a más huelgas y a más vínculos entre el movimiento obrero y los movimientos sociales. Recientemente hemos visto luchas obreras combativas como la huelga de la UAW, las huelgas de Hollywood, la huelga de la Universidad de California contra la represión del movimiento pro Palestina y la reciente huelga de Boeing, en la que las bases desafiaron a sus dirigentes para rechazar un acuerdo insuficiente y continuar la huelga. Sin embargo, este fenómeno carece de representación política independiente porque sus direcciones -más claramente visibles en la figura de Shawn Fain- están adaptadas al Partido Demócrata y dirigen a sus afiliados para que hagan campaña por los demócratas. La lógica de estos burócratas sindicales de izquierda es la misma que la de los dirigentes de las ONGs: alinearse con los demócratas para ayudar a mantener la lucha de clases bajo control. No están utilizando todo su poder como líderes sindicales para luchar contra la derecha utilizando los métodos de la clase obrera.
Es posible que, si Trump gana o intenta robar las elecciones, se produzca una nueva explosión de resistencia. Esto sería increíblemente auspicioso, y la gente que salga a las calles debe rechazar a sus liderazgos tradicionales y a los demócratas que no nos han traído más que una extrema derecha fortalecida. En su lugar, debemos organizar nuestra resistencia ampliamente desde abajo hacia arriba con la autoorganización de las bases.
Cómo el Partido Republicano se rehizo como el partido del “anti wokismo” y cómo los demócratas se callaron la boca
Aunque muchos se taparon la nariz y votaron a Biden con la esperanza de derrotar al trumpismo, la extrema derecha se ha apoderado efectivamente del partido republicano en los años transcurridos desde el 2020.
Hemos visto un avance de la extrema derecha en puestos a nivel estatal en todo el país. Así han podido retomar la nueva hoja de ruta del Partido Republicano -una hoja de ruta solidificada en gran medida por la campaña a gobernador de Glenn Youngkin en Virginia en 2021- de centrarse fuertemente en los ataques a los “temas woke”, un eufemismo para atacar los derechos democráticos básicos ganados por la lucha de los inmensos movimiento sociales, y a menudo para atacar en particular los derechos de los negros y la comunidad LGBTQ.
El movimiento «anti-woke» fue, en parte, una respuesta al movimiento Black Lives Matter, que llevó la lucha contra la brutalidad policial contra los negros a una nueva escala, con gente coreando en las calles “abolir la policía” y “desfinanciar la policía”, que acabó convirtiéndose en un eslogan muy extendido. Aunque Derrick Chauvin fue procesado y condenado, las demandas del movimiento se atendieron con concesiones muy limitadas, como que las empresas aplicaran nuevas medidas de Diversidad, Equidad e Inclusión (DEI) y que las escuelas formaran a un personal más consciente del racismo y la discriminacion y actualizar sus planes de estudio para que fueran más inclusivos.
La consecuencia de cómo sucedió la elección en el 2020, fue una mayor polarización política, y los republicanos fueron capaces de utilizar esta reacción para encontrar un nuevo camino tras la derrota de Trump. Se alzaron contra el movimiento Black Lives Matter, el avance de la visibilidad trans y la modernización de los planes de estudio escolares, y los presentaron como “ideología” proveniente de las élites y las universidades liberales para perturbar las formas de vida “naturales” y quitar poder a los padres en la educación de su hijos. Este fervor llevó a cosas como el asalto a las reuniones de los consejos escolares en los estados con fuerte presencia de MAGA, que la extrema derecha utilizó para ganar nuevas posiciones en el gobierno local, estatal y nacional.
Desde estas posiciones, estos políticos fueron capaces -especialmente después de que la Corte Suprema nos quitara el derecho al aborto y a la discriminación positiva- de promover terribles leyes draconianas que atacaban el derecho a la autonomía corporal, el derecho a una educación pública de calidad y el derecho a protestar. La ultraderecha republicana utilizó el “anti wokismo” para remodelar el GOP como un partido de extrema derecha.
Después de que las elecciones de mitad de mandato de 2022 dejaran a los republicanos con una mayoría mínima en la Cámara de Representantes, la representación nacional de la extrema derecha en el llamado Caucus de la «Libertad» fue capaz de ganar poder político incluso como minoría dentro del Partido Republicano del Congreso. Desafiando incluso a Trump, el Freedom Caucus asumió un enorme papel en el partido y utilizó ese poder para, entre otras cosas, impulsar esta “guerra contra woke” a nivel nacional. Aunque el principal representante del ala “anti-woke” del partido –Ron DeSantis– fue derrotado por Trump en las primarias republicanas, la ultraderecha consiguió una nueva figura en ascenso en JD Vance como compañero de fórmula de Trump.
JD Vance representa un ala ligeramente diferente de la ultraderecha –que es heterogénea ideologicamente y va desde el cristianismo nacionalista hasta los libertarios devenidos en conservarores–, que se centra más en la “identidad nacional” y el populismo de derechas que en cuestiones “woke”. Sin embargo, esta ala sigue oponiéndose firmemente a los derechos democráticos, es ferozmente misógina, pro vida y adelantará ataques siempre que pueda. Sólo unos días antes de las elecciones, Vance fue al podcast de Joe Rogan y dijo que “la única manera de que [la gente blanca de clase media y alta] pueda participar en la burocracia de la DEI en este país es ser trans, y ¿hay una dinámica que está pasando en la que, si te haces trans, esa es la manera de rechazar tu privilegio blanco?”.
El senador de Missouri Josh Hawley, otro representante de la misma ala del partido que Vance, escribió en un ensayo publicado en un sitio populista de derecha sobre cómo el Partido Republicano puede unirse a los sindicatos que “los altos ejecutivos vendieron hace tiempo a Estados Unidos, cerrando fábricas en el país y destripando puestos de trabajo estadounidenses, mientras utilizaban los beneficios para impulsar la diversidad, la equidad y la inclusión y la religión de la bandera trans”. A partir de esta sola declaración, podemos ver cómo la Nueva Derecha es capaz de conectar la retórica populista con un ataque a los “woke”.
A medida que avanzaba la “guerra contra el wokismo”, los demócratas se encontraron en una posición difícil. Se habían movido a la izquierda en 2020 y habían tratado de convertirse en el partido que podría hablar por el movimiento Black Lives Matter y el sentimiento generalizado de apoyo ampliado a las identidades oprimidas que se había desarrollado en el transcurso de la presidencia de Trump. A medida que se extendían los ataques de la extrema derecha, los demócratas se encontraron en una posición en la que tenían el flanco débil de ser presentados como el «partido de los wokes»
La derogación de Roe contra Wade dio a los demócratas una salida perfecta. Podían defender la muy popular demanda del aborto legal y abandonar luchas más traicioneras políticamente por otros derechos sin perder su fachada progresista. Así que, en esencia, la respuesta de los demócratas fue retroceder y abandonar los lemas más progresistas que habían adoptado en 2020. Mientras el establishment del partido lo conducía hacia la derecha, el ala progresista era arrastrada con él.
Y en 2022 en pleno corrimiento a la derecha, Obama advirtió contra ser un “aguafiestas y [hacer que la gente se sienta como] que están caminando sobre cáscaras de huevo” –en relación al lenguaje inclusivo–, una forma elegante de decir que el partido debía abandonar “temas woke” que podrían hacer que algunos sectores se sintieran incómodos. Y lo que es más importante, también utilizaron la anulación de Roe contra Wade como poco más que una herramienta de campaña para promover sus propios fines electorales. A pesar de las promesas de proteger el derecho al aborto, bajo un presidente demócrata se han seguido aprobando leyes contra la autonomía corporal y otros derechos democráticos. Ahora, en 2024, Harris ni siquiera se pronunciará a favor de los derechos de las personas trans, diciendo en su lugar que “seguirá la ley” en el caso de la atención de afirmación de género para menores, lo cual es una enorme concesión al hecho de que la ley restringe los derechos de las personas trans en más de la mitad del país. La realidad es que la historia de terror que tantos pintan de ataques masivos a nuestros derechos si Trump llega al poder es ya la realidad en muchos estados, expresada en casos desgarradores como el de Josseli Barnica, que murió en Texas tras no recibir atención durante un aborto espontáneo.
Tendencias crecientes hacia el autoritarismo
Debido a la crisis del neoliberalismo y a la consiguiente crisis del régimen, la opinión pública estadounidense está perdiendo la fe en las instituciones de gobierno, lo que ha dejado al régimen con menos recursos con los que gobernar.
Las instituciones del régimen bipartidista son anacrónicas frente al nivel de polarización, lo que puede llevar a respuestas autoritarias como más poder al ejecutivo. Esto no tiene una resolución fácil porque está en el contexto del fracaso de una gran empresa burguesa -el neoliberalismo- y no hay una alternativa clara que esté pisando fuerte. Como dijo Ezra Klein para el New York Times: “Me pregunto si parte de lo que está desestabilizando la política ahora mismo es un momento aleatorio entre órdenes, un momento en el que apenas se puede empezar a ver el borroso esbozo de algo nuevo que está tomando forma y ambos partidos están en plena agitación interna mientras intentan rehacerse a sí mismos, aferrarse a ello y responder a ello”.
Desde nuestra perspectiva, la resolución de la crisis orgánica que ha tenido distintos momentos e intensidades en el último periodo, depende en gran medida de la lucha de clases y de mayores enfrentamientos entre clases.
Con la lucha de clases como una amenaza real y los dos partidos principales en crisis, el régimen está adquiriendo características más autoritarias. Trump y la derecha quieren ir aún más lejos hacia el autoritarismo y una mayor concentración de poder en manos del presidente a través de medidas descritas en el llamado Proyecto 2025, cómo despedir a los empleados del gobierno y reemplazarlos por compinches políticos y poner gran parte de los poderes, como el Departamento de Justicia, bajo el control directo del presidente.
La clase dominante sabe que es probable que haya más lucha de clases en el horizonte y se está preparando para reprimirla. Los ataques al movimiento por Palestina en general y al movimiento estudiantil en particular muestran la forma en que el régimen y el estado integral se están preparando para las batallas que se avecinan. No debemos subestimar la amenaza del trumpismo y la nueva derecha y cómo una presidencia de Trump puede realmente acelerar las tendencias hacia el autoritarismo. Pero al mismo tiempo, es importante entender que estas tendencias son parte del ADN de la situación política y, por lo tanto, afectan a ambos partidos. Es por eso que el Partido Demócrata asumió la responsabilidad de reprimir el movimiento palestino, especialmente en lugares como Nueva York, California y Michigan, desatando una marea macartista como no se veia hace décadas contra la juventud.
La guerra contra los “extranjeros”
Como lo demostró el mitin en el MSG, Trump y el nuevo Partido Republicano ha concentrado su arsenal de ataques en lo que ellos llaman “los aliens”: los inmigrantes. Especialmente los negros, caribeños y latinos, como se vio en los recientes ataques a los inmigrantes haitianos en Ohio. Tanto en los debates presidenciales como en el mitin en el MSG, hemos visto cómo Trump acusa a los inmigrantes de todos los males y pide deportaciones masivas, mientras que los demócratas responden que también quieren mano dura contra la inmigración.
La llamada “crisis migratoria” encabeza la agenda electoral en el contexto de cientos de miles de seres humanos que están cruzando la frontera sur desde Sudamérica, el Caribe, Centroamérica, México y otros países huyendo de la intensa penetración imperialista, la militarización en el marco de la guerra contra las drogas, el cambio climático o la pobreza exacerbada por los planes de austeridad impuestos por el FMI en toda América Latina.
Si bien Biden ganó la presidencia en parte diciendo que iba a facilitar la legalización de millones de trabajadores indocumentados, una vez en el cargo, se hizo cargo de construir la parte del muro fronterizo que Trump hizo votar en ambas cámaras, continuó o instituyó nuevas políticas para acelerar las deportaciones y rechazar a los solicitantes de asilo de la frontera, reforzó la presencia militar en los estados fronterizos y se hizo eco de afirmaciones falsas de que los migrantes han traído una ola de criminalidad a las ciudades estadounidenses.
Independientemente de si la realidad política del momento postelectoral le da a Donald Trump la capacidad de implementar deportaciones masivas de ganar la presidencia, parece claro que, con un segundo mandato, el candidato republicano endurecerá las políticas antiinmigrantes y envalentona a las milicias antiinmigrantes en los estados donde tienen influencia. Este sería el cambio más significativo en la política de inmigración desde la Ley de Inmigración de 1965, básicamente dando un golpe final a la política de inmigración de los Estados Unidos posterior a la Segunda Guerra Mundial. Incluso si Harris gana, los ataques contra los inmigrantes continuarán. Necesitamos un movimiento organizado desde abajo que contraataque. Esta es una tarea de toda la clase trabajadora, ya que la clase trabajadora nacida en Estados Unidos debe solidarizarse con los trabajadores inmigrantes que son el sector más vulnerable de la clase obrera continental.
La Causa Palestina y el antiimperialismo
Como es sabido, si en algo tienen acuerdo Demócratas y Republicanos es en la alianza incondicional con Israel. Dicha alianza y la ideologia sionista que la sustenta, ha moldeado las instituciones del Estado estadounidense desde la salida de la Segunda Guerra Mundial y la creación del estado de Israel. Lo que fué presentado como una política de reparación al pueblo judio en compensación por el brutal exterminio de judios perpetrado por los nazis mientras las corporaciones de la guerra estadounidenses lucraba con el ascenso del nazismo, se develó antes cientos de miles como lo que es. Una justificación para los Estados Unidos de imponer un estado artificial, construido sobre la base de la limpieza étnica y desplazamiento como enclave de sus intereses en el complejo y hostil Medio Oriente. Un enclave armado hasta los dientes.
Los jóvenes y no tan jóvenes judios que se movilizan en Estados Unidos en solidaridad con Palestina han roto con el sionismo. Y esta ruptura, que se lleva larvando durante años de actividad en los campus universitarios encabezada por el movimiento BDS, es profunda. Es una generación que entiende y se siente enormemente perturbada ante el hecho de que Israel es un estado de Apartheid en expansión con los métodos de un colonialismo de colonos.
Estos judios están hermanados en la calle con los jóvenes palestinos de los barrios árabes de las grandes ciudades como Nueva York o Detroit que encabezan las movilizaciones. Muchos o todos coinciden en las escuelas, las universidades que se han convertido en laboratorios de política para esta nueva generación con un profundo sentimiento anti imperialista. Estos jóvenes han visto un año de genocidio desde sus celulares y se han movilizado todos los dias desde el 8 de Octubre del año pasado. Estos jóvenes consideran un deber moral no votar ni por Donald Trump ni por Kamala Harris que tienen las manos bañadas de sangre de palestinos. Es un movimiento anti imperialista en el corazón del imperio y principal aliado de Israel.
Por eso, se ha convertido en “razón de estado” perseguir al movimiento con el pretexto de antisemitismo frente a una ruptura histórica en el seno de la diáspora judía. Para muchos, Gaza se está convirtiendo en el nuevo Vietnam de la juventud estadounidense. Gane quien gane la elección, el Genocidio continuara y no serán ni Democratas ni Republicanos los que paren a Israel.
El movimiento pro Palestina en Estados Unidos, donde se producen las armas que se usan para el Genocidio (el 70 % según últimas investigaciones) tiene la enorme potencialidad de tocar cada vez mas sectores del movimiento obrero con la demanda de “embargo de armas para Israel’” y esta abriendo la posibildad de que la lucha de clases que se desarrollará en el futuro, tenga un caracter anti imperialista.
Tanto ha calado el Genocidio entre la juventud y amplios sectores que el senador de Vermont Bernie Sanders, comprometido con la administracion Biden y el partido democrata, grabo un video “desesperado” llamando a los jovenes que estan con Gaza a votar por Harris con el argumento -metafisico- de que la vice presidenta sera mejor con las masas Palestinas. De conjunto el ala progresista del Partido Democrática ha intentado ser la gran cobertura de Harris frente a los jóvenes que repudian el genocidio buscando llevarlos detrás de su candidatura.
El derecho al voto en peligro
El trumpismo lleva cuatro años preparándose para la jornada electoral, con millones de dólares en apoyo y cientos de miles de activistas listos para ser desplegados en los centros de votación, así como para conseguir que sus partidarios ocupen puestos en las juntas electorales. Este intento de “Detener el robo 2.0” es, de hecho, exactamente lo contrario; es un intento de robar las elecciones mediante la exclusión e intimidación de los votantes y la búsqueda de irregularidades sin ninguna base legal, basándose en teorías conspirativas que recrean el espectro del fraude que forma parte de la identidad del movimiento MAGA.
Ya se han aprobado leyes anti votantes en varios estados que hacen de todo, desde limitar el voto por correo hasta exigir una identificación oficial para votar. Se trata de intentos de suprimir los votos de los pobres, las minorías raciales y la clase trabajadora. Ya podemos ver lo poco democrático que es este país, y ni siquiera estamos hablando del colegio electoral, etc.
Si Trump intenta robar las elecciones, será una clara violación de nuestro derecho democrático a votar, y aunque no brindamos ningún apoyo político a los demócratas, debemos defender el derecho democrático básico que está en juego en las calles, en nuestras escuelas y en nuestros lugares de trabajo frente a los intentos de Trump de robarlo.
Una unidad para enfrentar a la Nueva Derecha y el autoritarismo
El avance de la extrema derecha y la ampliación de la base electoral del trumpismo no deben confundirse con el fin de la polarización política y social que aqueja a la sociedad estadounidense. Tampoco es seguro que Trump gane las elecciones, que siguen en el punto muerto. La carrera está tan reñida porque todavía hay una buena parte de la población que tiene ilusiones en Harris y votará por ella con la esperanza de evitar una segunda presidencia de Trump, aunque un sector lo haga por una lógica del “mal menor”.
Hay un cuestionamiento al Partido Demócrata desde la izquierda que se expresa con fuerza en la juventud en general y en el nuevo movimiento estudiantil en particular, que no quiere votar por Harris porque es cómplice del genocidio en Gaza. Este cuestionamiento también incluye a los trabajadores que intentan sindicalizar sus lugares de trabajo contra los poderosos patrones que donan millones a los demócratas y republicanos como Jeff Bezos, los cientos de miles de personas que votaron “sin compromiso” para exigirle a Biden un cese al fuego y los cientos de miembros de base de los sindicatos que imponen a sus dirigencias el apoyo a Palestina. Los activistas antirracistas que llevan años luchando contra la violencia policial y entienden que Harris es una representante de la brutalidad policial, de la “ley y el orden”. Necesitamos de la energía de las mujeres que no quieren renunciar a su autonomía corporal y de las personas trans y queer que no quieren que sus reivindicaciones acaben en el cementerio del Partido Demócrata o sean aplastadas por la extrema derecha. Todos estos sectores deben unirse y exigir que sus sindicatos y organizaciones se unan en un frente unido y fuerte contra la extrema derecha.
Esta unidad debe estar basada en una estrategia que comprenda que para detener a la extrema derecha, es la clase trabajadora multirracial, diversa, enormemente extendida pero fragmentada la que puede parar el envio de armas para el Genocidio, perturbar la economía capitalista en defensa de nuestros derechos y los derechos de nuestros hermanos de clase en Palestina y en otros lugares y defender todos y cada uno de nuestros derechos democráticos.