En el año 2005 se realizó el hallazgo de un contexto funerario peculiar: un conjunto de cinco tumbas de las cuales resaltaba la más grande y profunda, que contenía el fardo de un personaje muy importante de la élite mochica, la Señora de Cao.
Sin duda se trata de un hecho absolutamente inusual en la arqueología peruana, debido al sexo biológico del personaje, la presencia de un fardo inalterado por cientos de años, su extraordinario estado de conservación, y la cantidad de objetos asociados a su muerte.
La tumba, que habría sido construida a partir de la muerte de la Señora hacia los siglos IV y V, fue hallada dentro de este espacio ceremonial decorado con representaciones estilizadas de elementos propios de la cosmovisión Mochica.
El fardo funerario de la Señora de Cao estaba compuesto por tres fardos sucesivos.
Todo el conjunto medía 181 cm de largo, 75 cm de ancho y 42 cm de grosor; pesaba casi 120 kilos.
Dentro de la tumba, el fardo de la Señora de Cao era acompañado por un individuo adolescente muerto por estrangulamiento, quien tuvo un tratamiento funerario mínimo en comparación al que recibió el cuerpo del personaje principal.
Las otras cuatro tumbas contenían a otros personajes.
En la Tumba 1 se encontró a un personaje de élite denominado como "Sacerdote Principal", debido a los ornamentos y otros objetos que fueron encontrados dentro de su fardo.
Este se encontraba acompañado por un individuo adolescente muerto por estrangulamiento. Las tumbas 2 y 4 contenían a dos personajes varones sin mayores materiales y ofrendas.
La tumba 5 presentaba material óseo de diversos individuos.
Todas estas fosas se encuentran al pie del muro sur, profusamente decorado por representaciones esquemáticas del Pez Life.
Los estudios bio antropológicos permitieron conocer que la Señora de Cao murió cuando tenía aproximadamente 25 años y que su estatura era de 1,48 metros. Asimismo, el estudio de su cabello permitió conocer que consumía granos de maíz y productos marinos.
¿Pero quién fue esta mujer? Las insignias de poder que la acompañaban (coronas, diademas, porras, narigueras, orejeras) de haber sido usadas por el personaje, sugerirían su estatus de privilegiado en la composición jerárquica de la sociedad mochica del bajo Chicama.
Es sorprendente la similitud de sus insignias con las del personaje D de la llamada «Ceremonia del Sacrificio», tema central de la iconografía mochica, que también es compartido con las evidencias provenientes de la tumba del Señor de Úcupe, del vecino valle de Jequetepeque.
En la secuencia narrativa de esta ceremonia, la sangre de los prisioneros ejecutados es ofrecida al más alto dignatario.
La investigación arqueológica ha permitido identificar a estos personajes en sus propias tumbas: el personaje A, a quien le entregan la copa con sangre, corresponde a la posición ocupada por el Señor de Sipán; el personaje B corresponde al Sacerdote Búho, también enterrado en Sipán; el personaje C corresponde a una sacerdotisa cuya tumba fue descubierta en San José de Moro; y el personaje D, es comparado con el Señor de Úcupe y con la Señora de Cao.
Se reconoce entonces su investidura semidivina y autoridad político-religiosa.
La presencia de tatuajes en el cuerpo, con figuras de serpientes y arañas (ambos animales vinculados con la fertilidad de la tierra y el agua) y de otros elementos vinculados con lo mágico-religioso, sugieren que la Señora se dedicaba a actividades espirituales muy profundas asociadas al curanderismo.
Se trata de un recinto ceremonial típicamente moche, temprano de acuerdo al arte desplegado en él. Tiene paramentos finamente decorados con imágenes propias de la época, destacando representaciones esquemáticas de peces de mar y de río, análogos a las imágenes del patio por debajo del Patio de los Frisos Marinos.
Como todo espacio abierto Mochica, presenta un recinto esquinero en cuyas paredes se plasmaron las imágenes más notables: seres antropomorfos con rasgos felinos acompañados por cóndores y serpientes, el llamado «animal lunar», y olas escalonadas.
Señora de Cao, la poderosa reina del pueblo mochica peruano
En 2005, un grupo de arqueólogos encontró en el norte de Perú el sepulcro intacto de una mujer del siglo V d.C. que concentró el poder político y religioso en el reino mochica y fue considerada como una semi divinidad.
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"Tenemos que hacer otro descubrimiento así". Eso fue lo que el millonario Guillermo Wiese le dijo al arqueólogo Régulo Franco sobre el descubrimiento en 1987 de la tumba del Señor de Sipán.
Tras el fabuloso hallazgo de la tumba intacta del gobernante mochica realizado por Walter Alva en la huaca Rajada, los arqueólogos llevaban casi dos décadas soñando con hacer otro descubrimiento de características similares en la región de Lambayeque, en el norte de Perú. Y el gran hallazgo llegó en 2005, cuando el arqueólogo localizó un enterramiento que contenía un fardo funerario intacto que había preservado el cuerpo momificado de una mujer junto a su importante ajuar funerario, el equivalente femenino al Señor de Sipán y que fue llamada la Señora de Cao.
Las joyas que acompañaban a la momia, que incluían collares, diademas, coronas, narigueras y dos cetros, evidenciaban que la Señora de Cao fue una importante dirigente mochica del siglo IV d.C., una civilización que floreció en la costa del actual Perú siglos antes del auge del imperio Inca. Los investigadores llegaron a la conclusión que su rol era equivalente al el Señor de Sipán, que gobernó la región durante el siglo anterior. hasta entonces no había evidencias de que una mujer pudiera acceder a acumular todo el poder política y religioso mochica, lo que llevaba aparejado el ser considerado una semidivinidad.
Dede 1990, Régulo Franco estaba excavando con el apoyo de Wiese en la huaca Cao Viejo, uno de los cuatro "lugares sagrados" (tal es el significado de la palabra quechua huaca) que forman parte del complejo arqueológico El Brujo, situado 60 kilómetros al norte de Trujillo. Cao Viejo es un centro ceremonial perteneciente a la cultura mochica, una sociedad guerrera que entre los años 100 y 800 d.C. desarrolló una civilización rica y compleja a lo largo de la árida franja costera peruana del Pacífico.
Un arqueólogo restaura un mural en el patio ceremonial de la huaca Cao Viejo donde se localizó la tumba intacta de la Señora de Cao.
IRA BLOCK / NGS
En esos años, Franco tenía que trabajar acompañado por guardaespaldas para hacer frente a las amenazas de muerte y a los continuos sabotajes de los huáqueros o ladrones de tumbas. Pero eso no lo detuvo, y por fin obtuvo su recompensa. En los primeros días de 2005, el equipo de Franco estaba excavando en el patio noroeste del recinto ceremonial. Este recinto destaca por sus paredes pintadas con diseños geométricos y con la representación de un ser con rasgos de felino y tentáculos de pulpo, rodeado de cóndores y serpientes: Ai Apaec, el dios principal del panteón mochica, también llamado "el Decapitador".
Una tumba real
Lo que más llamó la atención de los investigadores fueron ciertos elementos que detectaron en el patio y que habían sido quemados: madera, cerámica, agujas de cobre, pescado, figuritas de madera y cinabrio, así como vasijas, textiles, y ornamentos de plata y cobre dorado. Parecían indicios de que allí se ocultaba la tumba de un personaje importante de la élite mochica. Y, en efecto, la métódica exploración de los arqueólogos sacó a la luz las tumbas de cuatro individuos que flanqueaban la que parecía ser una tumba principal.
Los arqueólogos concentraron sus esfuerzos en este sepulcro, que tenía una estructura compleja. Cuando lo abrieron, el 15 de mayo de 2006, encima de todo apareció una gran vasija en forma de búho enterrada hasta el cuello.
A continuación se encontraba una cubierta de caña sustentada por un relleno de adobe y tierra. Debajo, unas maderas de algarrobo desbastadas, a modo de vigas, servían para proteger el entierro. Alrededor de éste se habían dispuesto diversas vasijas. Finalmente, el 15 de mayo de 2006, ante la emoción de Régulo Franco y su equipo, se extrajo un fardo funerario intacto, que pesaba unos cien kilos y tenía una longitud de 1,80 metros.
El fardo había sido colocado con la cabeza mirando hacia el sur, algo habitual en los enterramientos mochica. A la derecha del fardo descansaba el cuerpo de una joven de unos 15 años.
Los arqueólogos ante el gran fardo que contenía la momia de la Señora de Cao después de su descubrimiento.
Durante seis meses, el equipo científico dirigido por Régulo Franco, la especialista textil Arabel Fernández y John Verano, experto en bioantropología, se dedicó a desvendar cuidadosamente el fardo funerario.
Éste estaba formado por 26 capas de tela, entre las cuales se hallaron mantos cubiertos con láminas de cobre dorado y restos de algodón.
Cuando los arqueólogos lograron retirar las últimas capas encontraron collares, diademas, coronas y 44 narigueras de oro y plata, algunas de ellas guardadas en estuches de tela. Junto al cuerpo había también dos cetros o bastones ceremoniales de madera forrados de cobre dorado, de 1,75 m de alto. Dentro del fardo se habían dispuesto también 23 estólicas o propulsores para lanzar dardos.
Los investigadores que llegaron a las últimas capas de tela que cubrían el cuerpo se encontraron con la mayor sorpresa de todas: el cuerpo, que medía 1,45 metros, estaba perfectamente conservado… y era una mujer.
Los investigadores escanean sesudamente la momia de la Dama de Cao, de más de 1.600 años de antigüedad, para conocer más a fondo quién era y cómo vivía.
Foto: Fundación Wiese
Los mochicas no momificaban a sus muertos, pero en este caso el cuerpo fue untado con cinabrio, un mineral rojo que ayudó a su desecación y permitió que se conservara perfectamente.
La piel de los antebrazos, los tobillos y los dedos estaba cubierta de tatuajes en forma de arañas y serpientes. La Señora de Cao, que fue el nombre que dio Régulo Franco a esta mujer, conservaba intacto su cabello, dividido en dos pesadas trenzas, y sobre su rostro se había colocado el cuenco de metal que contuvo el cinabrio con que se cubrió su cuerpo.
La autopsia efectuada reveló que la Señora murió aproximadamente a los 25 años, al parecer debido a las complicaciones de un parto.
Esta mujer, que vivió hacia el año 400 d.C., unos 150 años después que el Señor de Sipán, fue enterrada con diversos símbolos de poder, entre ellos una corona de oro decorada con una cara salvaje sobrenatural y dos grandes mazas o bastones ceremoniales, así como varias armas. Además, algunos de los individuos enterrados junto a ella, como la joven que se encontraba a su lado, fueron sacrificados para acompañar a su señora al más allá.
Bajo las telas que cubrían el cuerpo de la Señora de Cao apareció una armadura de 1.100 piezas de cobre dorado de 200 kilos, dos bastones ceremoniales y armas.
Todo ello, emblemas de poder sólo encontrados antes en tumbas de personajes masculinos de alto rango como el Señor de Sipán.
Pero, además, los tatuajes de arañas y serpientes que adornan el cuerpo de la Señora indicarían, según Régulo Franco, que se le atribuían poderes sobrenaturales, ya que estos animales son símbolos de la fertilidad de la tierra.
Todo esto hace del descubrimiento de la Señora de Cao algo único en la arqueología peruana, ya que es la primera gobernante femenina de la que se tiene constancia.
Su hallazgo echa por tierra muchas de las teorías que se habían formulado hasta entonces, según las cuales la mochica era una sociedad guerrera y teocrática, y gobernada por hombres. Walter Alva, el descubridor de Sipán, manifestó su sorpresa al ver que "muchos de los atuendos y símbolos de poder se encuentran en el ajuar de una mujer, ya que hemos considerado a los mochicas una sociedad patriarcal gobernada por varones".
Según afirmó Régulo Franco, la Señora posiblemente "fue una mujer líder en su época" y desempeñó un papel político y religioso importante en su sociedad; entre otras cosas habría dirigido los sacrificios humanos que demandaban los rituales mochicas.
Como en el caso del Señor de Sipán, En 2009 se inauguró el moderno Museo de Cao, junto a la huaca Cao Viejo, que entre otros hallazgos realizados en el yacimiento alberga el ajuar funerario y los restos de la Señora de Cao.
En el museo se ha dispuesto una sala especial para que los visitantes puedan maravillarse con la visita a la Señora y su rico ajuar, magníficos testimonios de la cultura mochica, una de las más complejas y sofisticadas de América.
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