Lo peor que puede tener un político, sobre todo si pretende alcanzar la fama y llegar a las "grandes ligas", es la deslealtad, como ocurre en estos momentos con el presidente de Colombia, Gustavo Petro.

Con Petro, propios y extraños, nos hemos venido engañando, es decir, estamos sufriendo una gran decepción.

Los primeros en acusar este descontento es el propio pueblo colombiano, que nota que su presidente, por desgracia para muchos, le falta valor, decisión propia, pero sobre todo verdaderos principios de revolucionario, para enfrentar con coraje las arremetidas del imperio y de la oligarquía colombiana, representada por los santanderistas.

De verdad que en el caso de Venezuela, molesta ver como Petro, cada vez que se inmiscuye en los asuntos internos de nuestro país, apunta con su "dardo envenenado" diciendo insensateces, solo por congraciarse con el gobierno de EEUU, que desea poner fin al gobierno del presidente Nicolás Maduro y desde luego a la Revolución Bolivariana.

Petro ha resultado, y así está demostrado, un amigo falso, un mal vecino de Venezuela, incluso, igual que el presidente Lula, desde Brasil, aunque, al parecer, este último optó por dejar las cosas como están, y así evitar el injerencismo que venía poniendo en práctica en los asuntos internos de nuestro país, junto a Petro.

Volviendo a Petro, al parecer, y esto no tiene nombre, olvida que llegó a la presidencia de Colombia, en buena medida, gracias al apoyo del presidente Maduro, y no vamos a describir en qué consistió esa ayuda, para no caer en mayores detalles.

Lo que "encojona y arrecha", y nos dispensan el vocabulario, es que Petro pretenda echar a un lado está realidad.

Petro, reconocemos, se debate entre dos dilemas: si apoya al gobierno revolucionario del presidente Maduro, de seguidas la oligarquía parlamentaria colombiana le cae encima, a tal extremo que su gobierno ya ha estado a punto de sucumbir y su cabeza rodar por esta situación.

El otro dilema, que de seguro lo afecta más que el primero, es que si decide apoyar abiertamente la reelección del presidente Maduro, teme que el monstruo del norte salga a comérselo de un solo bocado.

Ahora bien nos preguntamos:

¿Hasta cuándo Petro sigue con su "alharaca" exigiendo actas del resultado final de las elecciones internas de Venezuela?

¿De cuando acá a él u a otro Jefe de Estado les asiste ese derecho?.

¿Acaso Venezuela dejó de reconocer a Petro cuando resultó electo presidente de Colombia, a sabiendas que siempre se ha asegurado que su campaña electoral fue financiada por el narcotráfico?

Petro, con su conducta reprochable, ahora pretende aparecer ante la comunidad internacional como un legalista, pero en Venezuela sabemos que se deja ver las "costuras" para no entrar en desgracia con la "Casa Blanca", que cada vez que lo presiona lo pone mal del estómago y a chorro.

Es evidente que el comportamiento que ha venido teniendo Petro, con el presidente Maduro pone de nuevo en riesgo las relaciones entre ambos países.

La apertura de la frontera ha permitido que la economía, el turismo y la hermandad, entre ambos pueblos, vaya en aumento.

Sería un grave error que por desatino de Petro, por falta de entrega y coraje, todo lo que hasta ahora se ha logrado, vuelva al fondo del abismo, quien sabe hasta cuando.

Cómo quisiéramos, desde Venezuela, que la amistad de Petro con el presidente Maduro, y con nuestro país, estuviese igualmente fortalecida, como la que tenemos con Irán, China, Rusia, Cuba e India, que a pesar que son naciones igualmente víctimas de las sanciones del imperio, se mantienen fieles, leales a la Revolución Bolivariana, como verdaderos amigos, a pesar de las circunstancias.

Cerramos esta nueva entrega recordando aquel dicho que dice: "Entre más conozco a mi amigo (Petro), más quiero a mi perro".