El derrocamiento del presidente de Siria, Bashar al-Assad, obtenido por el avance y control de territorios estratégicos de dicha nación por el grupo armado insurgente Hayat Tahrir al-Sham, o HTS, la otrora rama de Al Qaeda, plantea no pocas interrogantes en torno a cuál será el destino que le tocará vivir al pueblo sirio y cuáles serán las alianzas a establecer por el gobierno que allí se establezca, tomando en cuenta los grandes intereses económicos y geopolíticos involucrados: Estados Unidos y sus socios de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, Rusia, Türkiye (Turquía), Israel, Irán y China. Además, debe considerarse que parte de estas naciones forman parte de los BRICS, lo que viene a agregar otro elemento no menos importante. Por lo pronto, quienes han hecho seguimiento al conflicto inducido por las grandes potencias de Occidente vaticinan una mayor complejidad que podría desembocar en una ampliación del nivel de confrontación si Rusia, Irán y China mantienen su posición de apoyo al régimen sirio. Igual pasa con la posición a ser asumida por Tûrkiye, habida cuenta del apoyo logístico y del financiamiento brindado a los yihadistas en el Fran Idlibistán. Todo un ajedrez geopolítico cuyas jugadas fueron haciéndose con pocas sorpresas desde hace mas de una década de enfrentamientos armados.
Confirmada la noticia, algunos analistas militares prevén una mayor ofensiva en el caso del conflicto ruso-ucraniano, dejando Rusia el escenario ruso a su suerte, concentrando sus esfuerzos en lograr una victoria definitiva sobre el régimen de Volodimir Zelenski; evitando estar así comprometida simultáneamente en dos frentes de lucha, cosa que sería aprovechada grandemente por el imperialismo gringo y sus subalternos atlánticos para forzar una ventaja a favor de Ucrania y, con eso, afianzar su hegemonía en Europa, tal como se creyó que ocurriría tras la eclosión de la vieja Unión Soviética. Esto podría precipitar una situación de más envergadura que incluiría el uso de armas nucleares, lo que se ha puesto sobre el tapete en las ultimas semanas, sin que su posibilidad haya desencadenado una reacción de condena a nivel mundial que pueda servir de muro de contención a los deseos de destrucción expresados por los grupos belicistas que tienen una gran influencia en la toma de decisiones de la Casa Blanca, principalmente, ansiosos de obtener cuantiosas ganancias gracias a la guerra y, posteriormente, cuando se ejecuten planes de reconstrucción de los países destruidos, al modo de Irak. Para muchos, este sería el inicio de una Tercer Guerra Mundial, quizá la más destructiva porque, independientemente de la postura de neutralidad de algunas naciones y de la distancia que las separa del epicentro del conflicto, todo el planeta sería conducido a una devastación sin precedentes en la historia humana.
Pero, ¿Por qué Siria? Demás está decir que Siria ocupa una posición geográfica de gran interés para las potencias occidentales como de aquellas ubicadas en Asia. Para la OTAN es un enclave estratégico muy importante que le permitiría un control sobre toda la región, impidiendo la influencia iraní, china y rusa. A Tûrkiye le daría acceso al territorio ocupado por los kurdos que, desde hace algún tiempo, pretende anexionarlo, extendiendo sus fronteras actuales. Para Israel, la caída de Bashar al-Assad le da una oportunidad para mermar el influjo que tiene Irán sobre diversos grupos armados yihadistas, alcanzar sus objetivos en el sur del Líbano y, sobre todo, para acabar con los movimientos palestinos Hamás e Hezbolá, arrasando con los territorios de Cisjordania y Gaza, a los cuales anexionaría posteriormente, a la misma vez que se erige como la potencia dominante de Medio Oriente. En el caso de Rusia y de China, ambas potencias saldrían perdiendo si en Siria se impone un régimen afín a los intereses de sus rivales hegemónicos; lo que abriría las compuertas para una confrontación más abierta en la guerra de la primera con Ucrania y en las tensiones recurrentes de la segunda con el régimen de la isla de Taiwán (considerada como una provincia rebelde) y Japón; adosada a sus pretensiones de soberanía total sobre el mar de China; teniendo, incluso, roces militares y diplomáticos con Bharat (antigua India) y Pakistán. Todo esto, en resumidas cuentas, no habría sido posible si el presidente Bashar al-Assad no hubiera asumido posiciones contradictorias y a destiempo. Una fue permitir el retiro de sus fuerzas militares de Alepo mientras aviones de combate de Rusia se encargaban de atacar las posiciones enemigas. En su empeño por liberar los suburbios de la capital, Damasco, descuidó la defensa de los asentamientos asediados por las milicias armadas, financiadas y entrenadas por las potencias imperialistas de Occidente.
Una cosa sí es innegable (aunque las cosas no estén, de momento, muy claras que digamos) y tiene que ver con las estratagemas que serán implementadas por todos los gobiernos que, de una u otra forma, han tenido participación en el conflicto sirio o establecido que solo establecieron algunos acuerdos con el gobierno de al-Assad, como el venezolano. Las repercusiones de lo que en esta región ocurra se harán sentir en el ajedrez geopolítico, tanto presente como futuro, por lo que no podría obviarse, más cuando se entienda que todo forma de un plan a largo plazo y de alcance global diseñado y ejecutado por Washington y sus siervos europeos, remodelando según sus intereses todo lo que se sitúa en la región de Oriente Medio; lo que le convencería de hacer lo mismo en nuestra América-Abya Yala y demás continentes.
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