El desmoronamiento de Occidente

¿Cuántos siglos tiene el imperio de Occidente? -hablo de la senil Europa y sus modernas excreciones gringas y judaicas- Siendo obsequioso afirmaría que cinco siglos. Y vaya que los aprovecharon. Pues bien, afortunadamente para nosotros, los del Sur Global, ese imperio se está desbarrancando. Sus glorias son lejanas y muy oscurecidas por la sangre. Así sucede con todo el poder imperial. Se trata de un hecho orgánico. Sucede en medio de los agobios de sus sociedades, desgarramientos de sus súbditos y atrocidades contra las naciones que ellos desprecian. Cosa que se acelera cuando se va cuesta abajo. Los viejos no asistiremos a este final, pero nuestros jóvenes lo verán y muchos lo celebrarán.

Son notables los factores estructurales de esta degeneración: la economía capitalista enajenada por la sobreproducción, una competencia donde las metas ya no son alcanzables y, los excesos de audacias con escasez de escrúpulos y las desigualdades, demasiado extremas, han alcanzado el nivel que imposibilita ocultar la enorme miseria que produce la riqueza.

Pero este imperio, a diferencia de la tradición histórica, no se apoya sólo en la fuerza de su poder económico y sus bien armados ejércitos. También ejercen su poder y control sobre las estructuras institucionales y multilaterales del mundo. El tutelaje que ejercen en las convenciones internacionales, sobre el comercio, la salud, el trabajo, el ambiente, la cultura, la educación y la recreación; es total e ignominioso. Ya lo hemos comprobado de sobra. Esto hace que el análisis de la que hablamos, estresa al mundo entero.

La mentira, la amenaza, la ofensa y el insulto; Pertenece al viejo atavismo de las fuerzas de las que hablo. Los acuerdos, promesas y palabras sin correspondencia con las acciones, sumados a su incapacidad congénita para apenarse por los estropicios que genera; ha llegado -ahora acelerado por la ketamina y cocaína- a niveles tales que, en las grandes fotos de los encuentros de los personajes involucrados, se pueda observar su sutilmente bochornoso comportamiento. También vemos el acuerdo, con alteradísima saña, de todos los líderes de ese decadente Occidente, convalidando el genocidio que el régimen fascista israelí comete en Palestina, con los jeques árabes cabroneándolos. Por fortuna existen los persas, los rusos y los chinos. ¡Asia!

No soy determinista, pues comprendiendo que las leyes del movimiento son implacables, entiendo también la incertidumbre de ellas. Por eso no se trata de pronosticar cuándo caerá ese imperio judaico-cristiano, sino de señalar su inevitabilidad.



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José Manuel Rodríguez


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