El “aprendiz de emperadorcito”, como lo calificó el presidente Correa de Ecuador, también quiere sindicalismo de bolsillo.
El ilegítimo presidente Uribe, pues, ya es una verdad jurídica que sobornó a dos parlamentarios clave para alcanzar la mayoría en el Congreso que le permitió la reelección en el 2006, ahora promueve la creación de una nueva central obrera que le sirva de esquirol en Washington para tapar los asesinatos de sindicalistas adversos a su régimen y legitimar el desmantelamiento de la legislación laboral que ha devuelto los tiempos en Colombia a la esclavitud decimonónica.
Detrás de este rompimiento de la unidad sindical en Colombia, unidad al menos en combatir el régimen neoliberal que en Uribe alcanza su máxima expresión, está, a más del propio presidente, su obsecuente y perverso asesor José Obdulio Gaviria; el mismo que ha encasillado a todos los que combatimos por Internet el régimen del “emperadorcito” como integrantes del “sexto frente de las Farc”, calumniosa ligereza que le ha valido, junto a otras de la misma calaña, una protesta de más de 60 congresistas estadounidenses que tanto él como su amo han pasado de agache.
La llamada “ley de contrapesos”, soporte fundamental de toda organización democrática, ya no existe en Colombia. Se puede decir, sin ambages, que el régimen que gobierna en Colombia puede ser cualquier cosa, menos democrático. No sólo por la anulación de la “ley de contrapesos” merced a la reelección espuria de Uribe, sino por su propia política, irónicamente llamada de “seguridad democrática”, a través de la cual ha emprendido la más sangrienta carnicería física e ideológica contra todo lo que por acción u omisión, o simple sospecha, intente hacerle sombra.
Y tiene en este propósito de crear su propia central obrera de bolsillo, sus secuaces. En la ominosa tarea le acompañan algunos directivos de Utracún (Unión de trabajadores de Cundinamarca), otrora bastión de las reivindicaciones obreras nacionales y un tal Fernando Alameda Alvarado, director de un tal “Centro de Pensamiento, Primero Colombia”, quienes vienen sonsacando a incautos y oportunistas dirigentes sindicales que los han metido como carne de cañón en las comisiones que van a Washington a plañir ante el Congreso la aprobación del TLC.
Qué tristeza da presenciar el tiempo en reversa que transita la historia colombiana. Cuando en el mundo entero se abre paso la unidad sindical con la creación de la CSI (Confederación Sindical Internacional) en noviembre de 2006, a la que le siguió la constitución de la CSA (Confederación Sindical de América) el pasado marzo de 2008, y que debe impulsar la creación de una sola central obrera en Colombia que aglutine a la CGT, CUT, CTC y Fenaltrase, lo que hace este malhadado gobierno que le tocó en esta esquina de la historia a Colombia, es intentar quebrar la conciencia sindical y la solidaridad obrera con la creación a punta de sobornos, chantajes, amenazas y prebendas de una nueva central que nos retrotraiga al tiempo del sindicalismo patronal y politizado de los tiempos de Tulio Cuevas y José Raquel Mercado de quienes el ex presidente Lleras Restrepo dijo alguna vez que lo mismo cobraban por armar una huelga que por desmontarla; cuando el péndulo ideológico del mundo gira a la izquierda ante el embate del capitalismo salvaje aupado en el neoliberalismo, y en Suramérica se desgranan como mazorcas podridas los nefastos estafetas del Imperio, en Colombia se fortalece el emperadorcito al que por lo visto sólo le falta meterse en el bolsillo la Corte Suprema de Justicia y una central obrera. Y esa es ahora su obsesión al proponer un nuevo tribunal que reemplace a la Corte y una nueva central obrera que le haga tilín a la hora de la elevación.
Resulta al menos irónico que en la celebración de este Primero de Mayo de 2008, en que se conmemora la lucha y sacrificio de los “Mártires de Chicago”, caigamos en cuenta que en Colombia nuestros tiempos corren apenas por los años de 1886 cuando la clase obrera emprendió su emancipación con su célebre proclama de los tres ochos: ocho horas de trabajo, ocho horas de estudio, ocho horas de descanso por lo cual fueron ejecutados Parsons, Spies, Engel, Fisher, Lingg, Neebe, Bielden y Schuab, crímenes que supera Colombia en 1925 con la “Masacre de las bananeras” cuando centenares de obreros y sus familias fueron masacrados por el Ejército para acabar con la huelga de la multinacional United Fruit Company.
¡Qué Horror!: y la historia repitiéndose como calcada en versión 2002-2010 del “aprendiz de emperadorcito”.
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