Más allá de Tiro Fijo

Bueno, murió Tiro Fijo de muerte natural, porque a los 87 años es natural que uno se muera, más, si se tienen en cuenta las condiciones de vida en que le tocó vivir.

El caso es que Tiro Fijo ya no está entre nosotros para amargarnos el rato, como pensarán algunos, o para encarnar una lucha contra un establecimiento opresor y oprobioso, como pensarán algotros.

Se escucha a los guerreristas, con su halcón a la cabeza, festejando el deceso y pronosticando unos y asegurando los más, el fin de las Farc.

Bueno, si Tiro Fijo fue un líder, y todo indica que sí, la historia a uno le cuenta otras cosas: los líderes se proyectan más después de muertos que vivos. Tómese cualquier líder de la historia universal o de leyendas locales, independientemente de cualquier afectación moral que esa misma historia le haya atribuido, y verán que buena parte de su fama y de su gloria empiezan a partir de su tumba.

Tiro Fijo, en mi concepto particular, es el fin de si mismo; más no de su causa. Los que creen que con la muerte de Tiro Fijo llegará el fin de la subversión en Colombia, como se pensó que con la muerte de Pablo Escobar llegábamos al fin del narcotráfico, están pensando con el deseo.

Tiro Fijo no es la causa de la violencia sino más bien un efecto de la otra violencia, esa que ejerce el Estado a través de sus engranajes político, económico, social, judicial y religioso que han producido rebeliones sin revolución de una y otra forma a lo largo de estos 200 años que vamos a cumplir como República emancipada del “yugo español”, como patrioteramente se nos inculca desde niños, cuando ni siquiera hemos aprendido a leer y escribir.

Uno comprende que el establecimiento quiera manejar un mensaje subliminal indicando como consecuencia de la muerte de Tiro Fijo, el fin de las Farc. No creo. Es probable que con Tiro Fijo se haya extinguido un líder de 40 o más años de lucha armada. Pero más bien debiéramos pensar que se está extinguiendo una generación de guerrilleros con la que vivimos y convivimos esta generación que también se extingue. La reminiscencia de mi generación también escuchó a sus padres y abuelos hablando de sus guerras y de sus guerrilleros, y un texto cualquiera de historia de Colombia, de Bolívar en adelante, para no ir tan lejos como a la época de los Comuneros o de la Conquista, nos hablará de los tiro fijo de entonces, empezando por el mismo Padre de la Independencia que no fue más que eso: un guerrillero alzado en armas contra la opresión española.

Mientras subsistan las causas, persistirán los efectos. Colombia es un país tremendamente injusto, más, mucho más, en este tiempo de neoliberales. Colombia es un país con un grado de concentración económica que puede aseverarse que sus 45 millones de consumidores están en manos de apenas una decena de proveedores, últimamente extranjeros o con fuertes capitales en los grupos criollos; Colombia es un país de concentración de ingresos al punto que el 10 por ciento de sus trabajadores más privilegiados, que no calificados, detenta el 90 por ciento de todos los ingresos nacionales; un país en donde la escala salarial puede llegar de uno a 60 como se ve en los bancos en donde el presidente gana 30 millones de pesos mensuales y al menos el 50 por ciento del resto de empleados apenas 500 mil pesos (un salario mínimo), y eso por períodos laborales cuyo contrato más largo apenas llega a un año. Colombia es un país en manos de unos políticos corruptos todos, todos. Si me consiguen una o dos excepciones, me bastará tan solo para confirmar la regla; Colombia es un país cuyas tierras más productivas están en manos de unos cuantos terratenientes y su tendencia es a seguirse concentrando en este tiempo de grandes avances tecnológicos cuando la ciencia ha descubierto que con la comida de los pobres también se puede producir biocombustibles para los carros de los ricos; Colombia es un país rencoroso que presencia impávido una declaración de su principal monseñor, Pedro Rubiano, poniendo en duda que Dios pueda perdonar a Tiro Fijo. Colombia es un país de una impunidad tal que sobrepasa el 90 por ciento de todos los casos que llegan a conocimiento de los jueces y su actual presidente un usurpador del poder que lo alcanzó a sangre y fuego y lo sostiene merced a una reforma constitucional pavimentada de cohechos.

Quien crea que la muerte de Tiro Fijo es el fin de la violencia en Colombia está orinando fuera del tiesto. La muerte de Tiro Fijo es el fin de Tiro Fijo y probablemente el nacimiento de otro Tiro Fijo por 40 años más, mientras subsistan las causas objetivas que dan pábulo a las subjetividades de la rebelión, infortunadamente sin revolución, como parecen estarse dando en otras latitudes limítrofes con nosotros: Venezuela y Ecuador, por ejemplo.

oquinteroefe@yahoo.com


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Octavio Quintero


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