Barack Obama, además del
primer negro electo presidente y el único nacido fuera del territorio
continental de los Estados Unidos, pudiera ser el primero en ganar una
elección por aburrimiento del pueblo americano saturado por la sobre
dosis de los Clinton y los Bush.
Durante ocho años, George Bush
(padre) acompañó a Ronald Reagan y fue presidente durante otros cuatro
que, sumados a los ocho de su primogénito, otorgan a la familia 20 años
de presencia en los primeros planos de la política estadounidense,
amenazando incluso con lanzar a ruedo a Jeb, el ex gobernador de La
Florida.
Por su parte los Clinton (Bill y Hilary) ocuparon la
Casa Blanca durante ocho años; más tarde Hilary se convirtió en
Senadora y ahora lucha por la presidencia. Ningunas otras familias
norteamericana ha estado tan próximas a convertirse en dinastía.
Descontando
a George Washington a quien se le ofreció la Corona de los Estados
Unidos y que en la Convención de Filadelfia, Alexander Hamilton propuso
que el presidente norteamericano fuera elegido de por vida, los únicos
antecedentes de una situación semejante se remontan a John Adams, el
segundo presidente norteamericano que si bien vio a su hijo, John
Quincy convertirse en presidente, dado que ninguno fue reelecto, la
presencia familiar se limitó a ocho años.
Es cierto que,
reelecto en tres oportunidades, Franklin D. Roosevelt fue presidente
durante 12 años, pero también lo es que no postuló a su hijo ni a su
mujer.
Los Kennedy que pareció ser la familia mejor posesionada
en la política estadounidense fueron contenidos por una variante de
terrorismo político típicamente norteamericana, que le costó la vida a
cuatro de sus presidentes, uno de ellos JFK, cuyo hermano Robert fue
baleado en plena campaña. En 1969, cuando el tercero de esa genealogía,
Edward Kennedy avanzaba hacía la presidencia, un extraño y nunca
aclarado accidente en la isla de Chappaquiddick en el que pereció su
acompañante y por el que se le declaró culpable de “homicidio por
imprudencia”, le cerró el paso al Despacho Oval.
Los
norteamericanos han introducido correcciones en la elección
presidencial, para evitar lo ocurrido con Grover Cleveland que fue
electo para dos mandatos no consecutivos, 1885 -1889 y 1893 -1897,
creando confusión, pues en Estados Unidos ha habido 43 presidentes
aunque sólo aparecen 42 nombres. Después de la experiencia de Franklin
D. Roosevelt, el Congreso aprobó la 22 Enmienda a la Constitución, que
limita el reinado presidencial a dos períodos consecutivos.
Por
otra parte, los ejercicios de Bill Clinton, bajo cuya presidencia, la
economía norteamericana creció durante ocho años y se eliminó el
déficit presupuestario, no fueron especialmente desagradable para los
norteamericanos, cosa que no pudieran decir los yugoslavos, haitianos,
somalíes y cubanos, la experiencia con los Bush ha sido desastrosa.
Probablemente el electorado no esté dispuesto a elegir a McCain y tener
otra vez a Bush por persona interpuesta y opten por el cambio, aunque
sean mínimos.
Las guerras, sobre todo las de Bush, que carecen
de sentido y de toda justificación moral y que convocan a la juventud
norteamericana a matar y morir, la limitación de libertades de las que
los norteamericanos vivieron orgullosos y satisfechos, la indiferencia
ante el sufrimiento de los pobres, el habito de mentir para justificar
sus actos, la ineficacia para afrontar los problemas ecológicos y la
ineptitud con que maneja las actuales situaciones económicas y el
problema de la energía, hacen poco atractiva la plataforma republicana
diseñada por Bush y que McCain asume sin criticas.
Bush que, a
pesar de la forma dudosa en que llegó a la Casa Blanca, en los meses
posteriores al 11/S fue el más popular de todos los presidentes
norteamericanos en torno al que la Nación cerró filas, se ha convertido
en prototipo del gobernante inepto, capaz de dilapidar un inmenso
capital político que, en términos empresariales, equivaldría a hacer
quebrar una mina de oro.
shades3002@hotmail.com